lunes, 8 de noviembre de 2010

tercera parte, capítulo vigésimo quinto

La verdad era que Miekel sabía muy poco acerca de los elfos. Como alguna vez había dicho el abad Rodwell, lo poco de certero que sabían no salía de los libros si no de su interacción con Jaron. Ahora se encontraba en tierras elfas acompañado de otro elfo. Un elfo propiamente dicho, no medio humano como Jaron. Y si algo podía extraer de ese encuentro y de su tiempo con el medioelfo era que los elfos, hasta donde él sabía, eran una raza de cascarrabias obcecados y mandones.

Totalmente a regañadientes, el elfo le había guiado hasta lo que había deducido era el Castillo real. Habían visto moviemiento de guardias en el patio de armas, pero eso no parecía haber tranquilizado a su acompañante. Al contrario.

-Algo va mal -le había dicho-. Debo hablar con Faris.

Y no había servido de nada que le recordara que había estado a punto de caer incosciente dos veces. Nawar le había mirado con el ceño fruncido y había desdeñado su argumento con un bufido exasperado. Cuando Miekel le mostró las palmas de sus manos en un ofrecimiento de paz el elfo le había explicado su plan.

Era de locos, un suicidio.

Le encantó. Él lo hubiera simplificado un poco, pero no era un mal plan.

Según Nawar había un pasaje secreto que llevaba al Castillo. Más concretamente a los aposentos del príncipe. En realidad Nawar nunca lo había usado, pero Faris le había hablado de él y estaba bastante seguro de poder dar con él.

Y así fue, aunque el novicio había llegado realmente a dudarlo. La entrada, o más bien la salida, parecía a simple vista la guarida de una bestia de tamaño medio. Un zorro, tal vez, o un tejón. No se veía a sí mismo entrando por ese agujero. Pero en cuanto el elfo empezó a retirar matojos la entrada se ensanchó lo suficiente como para que Nawar pasara con cierta holgura a cuatro patas. Él, por supuesto, estaba algo más estrecho.

Por suerte, no fueron demasiados metros. Pronto el tunel se ensanchó y pudieron recuperar la verticalidad y Miekel pudo dejar de sentirse como si estuviera saliendo de nuevo del vientre de su madre.

-¿Y ahora? -quiso saber mientras trataba de quitarse toda la tierra del pelo.

Ante ellos se intuía un túnel, pero el final del mismo se perdía en la oscuridad más absoluta. Apenas veía el rostro del elfo, pero pudo imaginar su gesto impaciente y exasperado.

-Ahora seguimos hacia adelante.

-¿Los elfos veis en la oscuridad?

-Por supuesto que no. ¿Qué tipo de pregunta es esa? Pero si mantenemos una mano puesta en la pared deberíamos llegar al final del túnel sin problemas.

-Oh -fue todo cuanto se le ocurrió, francamente decepcionado.

Pero hizo lo que Nawar le indicara y, poniendo una mano en la pared, empezó a seguir el tunel. No tardó en necesitar poner una mano tambien en el techo, de altura variable, mientras se preguntaba cómo iba a enterarse en esa oscuridad si el elfo perdía el conocimiento.

4 comentarios:

Semi_Lau dijo...

Ya me he puesto al día :D
¡Y la cosa está en su pleno apogeo, por lo que leo!

Roser dijo...

Dimecres farà un mes que no hi ha medioelfo...

Mari Pueyo dijo...

Dimecres n'hi haurá. Abans ha estat impossible.

Mari Pueyo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.