domingo, 21 de marzo de 2010

segunda parte, capítulo cuatrigésimo cuarto







-¡Dios mío!

-¿Crees que es la señal?

Jaron y Miekel se miraron mientras a su alrededor los pájaros, molestos por el ruido que llegaba de lejos, empezaban a piar furiosos en sus ramas. Las campanadas habían llegado inesperadamente mientras los dos jóvenes avanzaban a tientas por el bosque.

El plan de Miekel, por llamarlo de algún modo, había funcionado de un modo absurdamente fácl. El humano insistía en que ese era el truco en realidad, no complicar las cosas. Las cosas sencillas siempre funcionaban.

-¿Has comido alguna vez una tortilla que no estuviera buena? -Había añadido a modo de ejemplo.

Jaron creía más bien que había sido suerte, pero estaba demasiado feliz de dejar por fin el campamento como para discutirlo. Además, tenían un largo camino por delante y no había que malgastar aliento.

Habían avanzado durante un par o tres de horas en la dirección que Jaron creía recordar como correcta sin mucho convencimiento y a un ritmo más bien lento debido a la falta de luz, pero de algún modo las fantasmales campanadas resonando en medio de la noche confirmaron al medioelfo que la dirección era la adecuada.

-¿La señal? -Repitió el novicio, que miraba a su alrededor tratando de averiguar de donde provenía el estruendo-. ¿Insinuas que las campanadas vienen de tierras elfas?

-¿De donde si no? No hay más pueblos en muchos kilómetros.

Miekel se santiguó inmediatamente después de soltar una exclamación muy poco decorosa.

-Nunca había imaginado algo así. Es como si todo el bosque diera la voz de alarma.

-No todo el bosque. Todo el mundo.Para los elfos no hay nada más allá de estas tierras -Jaron cerró los ojos, intentando distinguir la dirección exacta de las campanadas-. Toda la Nación llora al rey -añadió finalmente, dándose por vencido. Era imposible mientras los pájaros no callaran-. Lo leí en un libro, pero ni se me había pasado por la cabeza que fuera algo así.

-¿Así que eso crees que significa? ¿El rey de los elfos ha muerto?

-Sí. Es la señal de la que hablaba Meanley, la que Zealor le dijo que reconocería cuando le llegara. ¡Mierda! -El muchacho golpeó el árbol maś cercano, descargando su frustración-. ¡Llego tarde! ¡Debería haberme escapado hace días!

-No hay porqué desesperar. Aún podemos llegar antes que el ejército.

-¿Y? Aunque logre encontrar a mis amigos a tiempo... Mi esperanza era que Nawar pudiera avisar al Rey, pero ahora éste ha muerto y hasta que el nuevo rey no sea coronado el Kiam tiene todo el poder.

-Oh. El kiam este del que hablas es el mismo que ha pactado con Meanely para que el ejército humano ataque, ¿verdad? -Miekel esperó a que Jaron asintiera, pero el joven estaba llegando a la misma conclusión que el medioelfo-. ¿Cuanto dura la ceremonia de coronación?

-El libro no lo especificaba, pero sí decía algo de los días de luto y de que el Kiam precisamente era quien oficiaba el cambio de monarca, al igual que el monarca era quien oficiaba el cambio de Kiam.

-Así que lo lógico es deducir que espera que el luto se rompa por culpa de la guerra para ser coronado rey cuando esta termine.

-Sólo que Meanley le matará, junto con todos los demás elfos.

-Eso si gana, ¿no?

Jaron no dijo nada, pero tenía serias dudas sobre las posibilidades de los elfos una vez empezara la confrontación. Sus armas de hueso y de madera contra las armas de metal de los humanos. Eso sin contar el terror de luchar creyendo que si mueres tu alma muere contigo. No. Los elfos tenían las de perder si los humanos les pillaban desprevenidos.

-Estamos perdiendo el tiempo -opinó.

Miekel suspiró. Posiblemente creía que estaba siendo pesimista y derrotista.

-Pues continuemos. Que el tiempo es oro -y con un gesto teatral le pidió que le mostrara el camino.

El medioelfo gruñó, pero empezó a andar. El ruido le confundía aún más que la oscuridad y la noche, por lo que deseó con todas sus fuerzas estar siguiendo el camino correcto. Ahora mismo era la única esperanza de la Nación. No podía permitirse perderse.