sábado, 15 de agosto de 2009

Segunda parte, capítulo décimoquinto




No había sido difícil despistar a la Señora Bantiar'na.

En cuanto su madre se había ido la vecina había subido y picado suavemente a su puerta, diciéndole que ella iba a quedarse mientras su mamá no estaba, que no tenía qué preocuparse, que cualquier cosa que necesitara sólo tenía que pedirla, que estaba allí para lo que quisiera. Alania había abierto entonces la puerta, la viva imagen de la llorosa niña boba muerta de miedo porque papá se ha portado mal con el Qiam.

Su vecina lo creyó a pies juntillas. ¿Porqué no iba a creerle, si ella era una niña adorable? Así que sólo tuvo que lloriquear un poco, pestañear y suspirar para que la señora Bantiar'na la dejara sola en el salón mientras iba a prepararle una merienda deliciosa que la haría sentir mejor.

-No quisiera molestarla, Señora Bantiar'na.

-Tonterías. No es molestia -dijo la elfa desde la cocina, su voz amortiguada por los diez metros de pasillo-. Ya verás como algo de té y unas pastas te sientan de maravilla, cielo.

El estómago de Alania estuvo de acuerdo con su vecina, pero no era momento de tomar té con pastitas. No tenía mucho tiempo. Así que se acercó a la ventana y, con cuidado de no hacer ruido, la abrió, sacando la cabeza para ver si había alguien cerca. Nadie. Nunca solía pasar nadie por la calle de detrás de su casa.

-¿Te gusta la vainilla, cielo? -Llegó la voz de la adulta desde la cocina.

-Me encanta, Señora Bantiar'na -gritó como respuesta.

-Llámame Eilun, querida.

-De acuerdo, Eilun.

Y mientras Eilun buscaba la vainilla en la despensa de su madre (le deseaba buena suerte con eso, mamá no solía tener nunca nada bueno en la despensa), Alania saltó por la ventana al jardín trasero.

No le costó encontrar el hato de ropa que había tirado por la ventana de su cuarto cuando su madre le había dicho que se iba, así que se cambió de ropa tras unos setos. Ropa de chico, de la que había conseguido su padre para Jaron los primeros días de tenerle allí. Los hombres del Qiam vigilaban a la hija pelirroja de Dhan Hund, pero no buscarían a un muchacho pelirrojo hijo de nadie, ¿verdad? Escondió el pelo bajo una gorra, pero algunos mechones se le escapaban. Tenía demasiado pelo.

En fin, se encargaría de perfeccionar eso más adelante. Guardó el resto de cosas que había lanzado desde la habitación en sus bolsillos (un abrecartas, unas monedas que le habían dado sus tías la última vez que habían venido de visita y que guardaba para una emergencia, el mapa para ir a Fasqaid y un poco de pan de la última comida) y saltó sin dificultades la valla. Ya en la calle ajustó el gorro y empezó a andar con un nudo en el estómago. El único sitio por el que podía salir del callejón de detrás de casa era por delante de uno de los hombres del Qiam. Al fin y al cabo el único motivo por el cual nadie vigilaba la parte trasera de la casa era porque esa calle no tenía salida.

El guardia estaba apostado en un sitio desde el cuál veía toda la parte delantera de la casa y parte de la cara derecha. ¿La habría visto lanzar el hato desde su ventana? La hubiera visto lanzar algo o no, no tenía por qué saber qué pretendía. Tal vez, somo todos, sólo pensara que era una niña tonta con una pataleta que se dedicaba a tirar cosas por la ventana de casa al jardín. No importaba mucho, iba a tener que pasar delante de sus narices prácticamente y apenas había nadie por la calle. La esperara o no, no marcaba mucha diferencia.

Suspiró, preparándose, y trató de recordar como caminaban los chicos. Jaron caminaba encogido de hombros, con paso enérgico, pero a la vez arrastrando un poco los pies. Practicó un par de pasos y casi se tropieza consigo misma. Se quedaría con los hombros caídos, pero iba a pasar de arrastrar los pies.

Así que se caló bien la gorra, bajó la cabeza, fijando la vista en sus propios pies (Jaron también hacía eso mucho), y enfiló la calle.

La suerte quiso que Eilun Bantiar'na saliera en ese momento por la puerta lateral hacia el jardín llamándola a gritos. Eso distrajo al guardia, que lo único que hizo fue apartar a un molesto muchacho de su camino para llegar a la casa de los Hund cuanto antes.

Para cuando hubieron hablado con la señora Bantiar'na el muchacho ya había echado a correr calle abajo y se hallaba lejos de allí.