lunes, 22 de febrero de 2010

segunda parte, capítulo cuatrigésimo





Bas'il finalmente la habia convencido para que se quedara en su casa mientras él salía a buscar a Alania.

-Llévate este pañuelo -le dijo al elfo antes de que este partiera-. Así Alania sabrá que vas de mi parte.

Y el señor de Dheireadh había partido hacia el malogrado Fasqaid, donde Laila esperaba que pudiera encontrar a su hija. Lo esperaba con todas sus fuerzas, porque si no estaba allí... ¡No! No iba a pensar en ello, pues de lo contrario se iba a volver loca encerrada en cuatro paredes, escondida incluso del servicio por miedo a que alguien la pudiera delatar.

Hacía tan solo unas horas que Bas'il había salido y la elfa sabía perfectamente que aún a caballo iba a tardar al menos un día y medio en ir a Fasqaid y volver, así que trató de encontrar con qué entretenerse entre los libros de la biblioteca. Nunca había sido muy aficionada a la lectura. Era una mujer muy activa y sentarse a leer le había parecido siempre un lujo digno de aquellos que no tienen nada mejor que hacer. Pero en aquel momento cualquier cosa era mejor que pasearse arriba y abajo de la sala mordiéndose las uñas.

Seleccionó un grueso volumen de historia de la Nación y se sentó en una de las mesas a ojearlo. No llevaba muchas páginas cuando alguien llamó a la puerta principal.

Dio un respingo, corriendo hacia la ventana para ver si podía ver quien era. Era demasiado pronto para que fuera Bas'il, pero aún así no pudo evitar que todas las peores posibilidades pasaran por su cabeza. O tal vez no era Bas'il volviendo demasiado pronto porque ya no había nada que hacer. Tal vez eran los hombres del Qiam porque el señor de Dheireadh la habia vendido en cuanto había tenido ocasión.

Desde la ventana no podía ver nada y eso sólo empeoraba sus nervios, así que se acercó a la puerta y la entreabrió para poder escuchar la conversacíón que se desarrollaba en el piso inferior.

El ángulo no era muy bueno, pero aún así pudo ver a uno de lso criados mientras abrí la puerta a dos elfos encapuchados.

-¿En qué puedo ayudarles?

-Buscamos al señor de la casa -dijo uno de ellos, el más bajito.

-Lamento comunicarles que el señor ha salido y no se encuentra en casa en este momento.

-¿Podemos esperarle dentro? -Quiso saber el otro elfo, el más alto.

El corazón de laila dio un vuelco cuando reconoció la voz.

El criado empezó a decir algo acerca de que el señor no iba a pasar la noche en casa y había dado instrucciones acerca de no recibir a nadie en su ausencia, pero ella ya no escuchaba. Ignorando toda precaución se acercó a la barandilla de la escalera, donde se agarró tan fuerte que los nudillos se le quedaron blancos.

El elfo corpulento que se estaba disculpando con una inclinación sólo podía se él.

-¿Dhan?

Su marido alzó los azulísimos ojos hacia ella y su ceño fruncido dio paso a un gesto de sorpresa.

-¿Laila? ¿Qué...?

La elfa no respondió. Se limitó a bajar las escaleras corriendo y a abrazarse a él. Había creído que nunca más iba a volver a verle y ahora le tenía allí, de carne y hueso, sano y salvo. Él la abrazó a su vez como hacía años que no la abrazaba y luego con gentileza se apartó de ella para verla mejor, la incredulidad aún pintada en el rostro.

-¿Qué estás haciendo aquí?

-Buscarte -fue todo lo que pudo responder.

La abrazó de nuevo, esta vez con más suavidad.

-Tenías que quedarte en casa -dijo con cierta tristeza-. Teníais que estar a salvo.

-Tenía que estar contigo -esta vez fue ella la que se apartó y le miró a los ojos con seriedad-. Tenía que preguntarte, que entender.

-Alania te lo contó todo -dedujo.

-Lo que sabía, sí.

El criado les había dejado entrar a regañadientes y les miraba sin saber muy bien qué hacer. Laila sabía que nadie del servicio se sentía cómodo desde que Jaron y ella habían llegado y ahora ella iba a introducir a dos desconocidos mientras el señor no estaba en casa.

No le importaba lo que pudieran pensar. Dhan estaba con ella y no iba a perderle de vista nunca más.

-Los señores subirán conmigo a la biblioteca. Sube cena para tres -dio la orden como quien tiene todo el derecho del mundo a darla, pues había aprendido hacía tiempo que fingir estar en control era bastante parecido a estarlo.

El criado asintió con gesto ofendido y se retiró mientras ella conducía a un anonadado Dhan y a su acompañante a la biblioteca. Supuso que sería el tal Nawar del que hablara Alania, pues era muy mayor para ser el muchacho medioelfo.

-Tienes que contarme muchas cosas -le dijo su marido en un susurro, rozando su mano como cuando eran prometidos.

-No creo que sea yo quien tiene más cosas que contar -le dijo y él sonrió pesaroso como respuesta.

Descubrir que no amaba a otra había supuesto un gran alivio para su alma, pero a pesar de ello Dhan iba a tener que darle respuestas muy buenas para que ella le pudiera perdonar. Por mucho que le amara no pensaba olvidarse tan facilmente de que lo habían perdido todo porque él había escogido a Jaron Yahir por encima de su propia familia.

Tenían toda la noche para hablar. Hasta que Bas'il regresara con su pequeña y pudieran pensar en el siguiente paso a dar.