martes, 4 de mayo de 2010

Tercera parte, capítulo tercero

demasiado corto para alguien que esta en su casa todo el día. Prometo compensar esta semana







Bas'il había regresado dos horas después de que las campanas empezaran a sonar con las manos vacías. Había saludado efusivamente a Dhan y se había disculpado ante Layla por regresar sin Alania.

-Ya sabéis qué significan las campanas -había dicho a modo de explicación.

Sí, lo sabían. Por supuesto que lo sabían. En el momento en qué habían empezado a sonar el joven que acompañaba a su marido se había ido, pidiendoles cautela y discreción. Y dos horas después había llegado Bas'il, sin su hija. Y mientras su anfitrión cambiaba sus ropas por otras más apropiadas para la sala del Consejo, Dhan le puso al día de todo lo que ya le había contado a ella.
La noticia de que el príncipe Faris sentía lo mismo que ellos habían sentido durante años por el Qiam había soprendido al elfo, pues no se asemejaba a la imagen que él mismo se había forjado de su Alteza a los largo de los años.

-De todos modos, todo eso tendrá que esperar ahora -dijo con acritud mientras acababa de abrocharse la casaca ceremonial que lo distinguía como miembro de la nobleza-. Su Alteza estará atado de pies y manos hasta que termine el luto.

Dhan había gruñido como respuesta en su característico modo de dar la razón sin pronunciar palabra y Layla apoyó la mano en el hombro de su marido antes de ponerse en pie e ir hasta la ventana. En ese momento se moría de ganas de hacerles saber que a ella no le importaba para nada el Qiam, el rey o su estúpida revolución, que ella lo único que quería era volver a ver a su niña. Pero ahora que tenía toda la información sabía la gravedad del asunto y la importancia que tenía para su marido e incluso para la Nación. El Qiam, de quien no había tenido nunca ninguna opinión, ya fuera buena o mala, había resultado ser tan malo como Dhan siempre había insinuado, si no peor. Fraticida y aparentemente sin conciencia. Y buscaba a su pequeña.

Pero no había dicho nada y Bas'il se había ido, a atender sus obligaciones para con el Consejo tras la muerte del rey. El señor de Dheireadh había insistido en que permanecieran en su casa hasta que él regresara, pero Dhan se había negado. Era demasiado peligroso.

Así que habían partido también, hacia Sealgaoin'ear, donde Dhan decía iban a estar más seguros. A Layla no se lo parecía, pero le siguió hasta allí igual. Acabab de recuperar a su marido, no iba a volver a perderle de vista nunca más.