viernes, 24 de octubre de 2008

Capítulo decimonoveno



Cuando Dhan llegó al exterior, Jaron le esperaba con el rostro desencajado.
-Te juro que como esa mocosa…
-¿Como esa mocosa qué? Recuerda que es mi hija.
-Pues átala más corto. La tienes muy consentida.
-Creo que no eres quien para hablar de cómo tratar a la familia.
Jaron sólo gruñó. No era un mal comienzo. Un gruñido era mejor que un puñetazo.
No era que temiera los puños del elfo, pero prefería no enemistarse con él si no era necesario. Habían continuado con su amistad a pesar de todo con la esperanza, al menos él, de restituir un día el nombre de su amigo y su posición. Por amistad, pero también por justicia. Y ahora, le gustara o no a Jaron, tenían una oportunidad.
-Dejémoslo, ¿de acuerdo? No está siendo una buena semana para nadie.
-¿Alguna otra obviedad?
-Sí -suspiró-. Yo no puedo quedarme aquí para siempre.
-Ni tú, ni nadie.
-Sabes a qué me refiero. Tengo una esposa, una posición. La gente hablará si no regreso a casa pronto.
Otro gruñido.
-Así que me dejas solo con el engendro y mi hermano.
-Y Mireah y Nawar.
-¡Menudo consuelo! –Resopló-. ¿Y para eso teníamos que salir fuera?
Dhan dudó, pero… ¡Demonios! Tenían una oportunidad y no había tiempo de dudar y dejar que escapara.
-He pensado que podríamos reunir al grupo.
-¿Al grupo?
-Ya sabes… Éramos unos cuantos antes de que Zealor empezara a darnos caza.
-Sé que grupo dices. Lo que no sé es para qué vamos a reunir a nadie.
-Pues para terminar lo que quedo a medias. Acabar lo que empezamos. Es ahora o nunca.
Jaron lo pensó.
-¿Sigues en contacto?
-Sabes que sí. Con la mayoría al menos.
Se mordió el labio, meditabundo.
La idea pareció interesarle, pues sonrió. Una mueca torcida que le dio escalofríos, pero una sonrisa al fin y al cabo.
-De acuerdo, hagámoslo –dijo al fin-. Contacta con ellos, con todos. Y si alguien sigue interesado…
-¿Lo traigo aquí?
-¿Aquí? No, ¡por Dios! Ya pensaremos en algún otro lugar.
-¿Y el resto?
-¿Qué resto?
-Quiero decir… Tu hermano posee información de primera mano. Y la humana y el chico…
-No les necesitamos. A ninguno de ellos.
Dhan suspiró. Era mentira. Iban a necesitar toda la ayuda del mundo. Pero era mejor dejarlo así. A muy malas prescindiría de su opinión llegado el momento.
-Bien. Pues en cuanto vuelva tu hermano, cojo a mi hija y me voy a casa.
Jaron torció el gesto.
-Me gustará ver eso.
Esta vez le tocó a Dhan gruñir mientras sacaba su pipa del bolsillo interior de su chaqueta.
-Muy gracioso, Yahir. Muy gracioso.



Cuando volvieron a la casa secreta encontraron a Hund y a Jaron sentados en unas rocas junto a la entrada, compartiendo la pipa del pelirrojo, ceñudos y severos.
Saludaron apenas con un cabeceo. Bueno, Dhan saludó con un cabeceo e hizo un gesto para que se acercara. Haze, sintiéndose intranquilo de repente, se detuvo junto a ellos mientras Mireah se escudó en su fardo para escurrirse al mucho más acogedor interior de la cueva.
-¿Ha ocurrido algo? –quiso saber
-Nada grave –respondió el elfo, tomando la pipa y dando una larga calada- Era sólo para decirte que Alania y yo nos vamos a casa.
-Oh –fue todo cuanto se le ocurrió decir, sorprendido por la deferencia.
-Es lo mejor, dadas las circunstancias.
Haze lo sabía, él también lo había pensado. Tanto por temas de espacio como por otro millar de razones _no era nada seguro para Alania, para empezar_ era mucho mejor que ese par regresara mientras aún estaban a tiempo. Si no lo había expresado en voz alta era porque, egoístamente, había esperado ser el único en pensar en ello. Parecía que Dhan era capaz de controlar a Jaron y no sabía que iba a hacer su hermano una vez se hubieran ido.
Además, Alania y el muchacho parecían hacer muy buenas migas y le parecía injusto que se quedara sin su amiga. Pero al menos iba a tener a Mireah.
-¿Por eso estáis fuera? ¿Porque Alania ha montado en cólera al saberlo? –bromeó.
Dhan sonrió.
-Que va. Aún no se lo he dicho.
-Esa niña no necesita de nadie para montar en cólera –masculló Jaron, sorprendiendo a Haze, que no esperaba que fuera a abrir la boca en su presencia.
-Jaron… -Hund empezó a regañarle con cierto hastío.
-¿Me he perdido algo?
-Nada grave –repitió Dhan con un gesto vago-. Pero digamos que no es el mejor momento para decirle que nos vamos a casa. Por eso te lo he contado a ti primero.
-No te sigo.
-Quiero que hagas ver que es idea tuya.
-¿Qué? ¿Por qué?
-Bueno, parece que los chiquillos empiezan a tenerte en estima…
-¡Precisamente! ¿Es su idea? –Haze señaló a Jaron, realmente dolido-. ¿Es alguna idea retorcida de mi hermano porque cree que no merezco el cariño de mi sobrino?
-No digas sandeces –Jaron esbozo una especie de sonrisa torcida-. Lo que ese engendro haga o deje de hacer me es completamente indiferente. Es este cobarde, que no quiere pelear con su hija.
-Tú no la conoces –dijo de cara a su amigo-. Si la obligo, si no se va convencida, se escapará a la primera de cambio –Sus ceñudos ojos azules reflejaban auténtica preocupación-. Y a ninguno nos interesa que pase eso.
Haze resopló, sentándose a su vez. Tomó la pipa y dio una calada. No había fumado en su vida, pero si iban a usarle en sus pequeñas conjuras más les valía incluirlo en sus rituales conspiracioncitas.
Aquello era lo más asqueroso que había probado nunca, pero se guardó mucho de toser mientras le devolvía la pipa a Hund.
-¿Qué te hace pensar que yo la convenceré? -preguntó finalmente cuando la garganta dejó de escocerle como si hubiera tragado cristal.
Dhan rió, divertido, palmeándole la espalda tan fuerte que casi lo tira al suelo.
-No la convencerás, muchacho. Se enfadará tanto contigo que no querrá volver a verte, al menos durante unos días.
-Y eso nos hace ganar tiempo, ¿no?
-Y el tiempo es oro.
Haze gruñó. Y de paso posiblemente también Jaron iba a enfadarse con él. Y Mireah, porque pensaría que estaba tomando decisiones sin consultarla. ¿Y qué importaba? Nada, por lo visto. No al menos a su hermano y a Dhan.
¿Por qué no se lo habían pedido a Nawar?
“No seas chiquillo” se dijo a sí mismo mientras rechazaba cortésmente la pipa que le ofrecía Hund.
Al menos estaban contando con él.
-Quiero que quede claro que si lo hago es por Alania.
-Y yo te lo agradezco.
-Sí, ya, claro… -Haze se puso en pie con cansancio, estirándose-. Anda, vamos para dentro. Al menos querréis cenar antes de iros, ¿no?
-Pues…
-Era una pregunta retórica, Hund. Si vamos a separar a los muchachos, al menos vamos a esperar a que tengan el estómago lleno.