sábado, 28 de marzo de 2009

Capítulo cuatrigésimo primero




Jaron llevaba ya un rato con el rostro hundido entre las manos, luchando contra el sueño y la desidia, ignorando hambre y agotamiento a partes iguales. Había leído el mensaje en el libro, escrito muy posiblemente porMireah en un muy rudimentario latín, pero simplemente no había querido compartirlo con Nawar. No aún, al menos. Haberle dicho a Nawar donde encontrar a los demás hubiera supuesto no detenerse en el camino, seguir andando y andando hasta llegar ve a saber donde y luego.. ¿que? ¿Volver a ocultarse hasta que el Qiam encontrara otro modo de llegar a ellos? Y cuanto iba a durar eso, ¿toda al vida?

Era un perspectiva de mierda.

Pasarse una vida entera encerrado en una cueva u otra, malviviendo de lo que encontraran en el bosque, temiendo ser descubiertos de un momento a otro... Y total, ¿por qué? ¿para qué? ¿Por una familia que no era familia ni era nada?

Mentiras, dolor y rencor. Esa era toda la herencia que le esperaba con los Yahir.

Jaron, su supuesto padre, era un hombre odioso. Rencoroso, amargado, egoísta y cobarde, y aún así el único que había sido sincero. No quería saber nada de él, lo había dejado muy claro, y el sentimiento era mutuo.

¿Y Haze? Haze le había ofrecido sus brazos, pero los había revestido de secretos y mentiras. Si tenía que creer al Qiam, Haze sólo se preocupaba por él porque era el hijo de Sarai. Eso era lo único que jamás le había importado a Haze. Sarai, Sarai, Sarai...

Pero claro, ¿por qué creer a Zealor? Parecía ser que en lo único que Haze había sido sincero había sido al hablarle de la maldad de su hermano. Y él había estado a punto de confiar en él, como en su momento había confiado en Haze, porque necesitaba desesperadamente encontrar a alguien en quien confiar, un lugar al que pertenecer, sin darse cuenta que él ya pertenecía a un lugar y no era ese.

No.

Rodwell había tenido razón desde el principio, aunque no como creía. No había nada bueno en las tierras de los elfos. No para él.

Pero estaba cansado, demasiado como para pensar con claridad. Cada pensamiento le costaba más que el anterior y todos ellos eran un poco más oscuros cada vez. Trató de pensar enMireah, pero sólo le sirvió para recordar que si su amiga había regresado a su lado había sido por Haze. Y Alania...

Bajó la cabeza y la recostó sobre los antebrazos cruzados sobre el libro, cerrando los ojos. No había tenido tiempo de decirle a Alania lo bien que le quedaba el vestido.

No, no era ahí a donde quería llegar...

Alania... Alania había sido la primera en remarcar la diferencia, la primera en llamarlo Medioelfo. La primera en recordarle que ese no era su lugar.

Y el vestido resaltaba sus ojos...

La parte consciente de Jaron hubiera protestado por el cambio de tema, pero era tarde. Finalmente se había quedado dormido.




Alania hacía rato que caminaba por pura inercia. Yahir no había vuelto a abrir la boca ni siquiera para decirle a donde iban y ella no había tenido ganas de escucharle más, así que no había preguntado. Pero llevaban horas andando y sus ropas eran incómodas y su calzado nada práctico y estaba tan cansada y hambrienta...

Contuvo de nuevo las lágrimas, recordándose que no pensaba llorar delante del elfo de la cara quemada. Y eso que tenía ganas, muchas ganas de llorar y chillar hasta quedarse afónica. No sabía nada de su padre ni de sus amigos y se negaba a creer, como Yahir, que estaban muertos. Tenían que estar bien. Si les hubiera pasado algo... No, mejor no pensar en ello. Mejor centrarse en cosas positivas, en cosas que pudiera hacer en ese momento.

Caminar. Podía caminar. Pero eso ya lo estaba haciendo, así que podía intentas adivinar hacia donde la llevaba Yahir fijándose en la posición del sol y en el musgo de los árboles y esas cosas. Su padre se lo había enseñado una vez. No es que le hubiera hecho mucho caso, pero algo se le había quedado.

Así que, si no se equivocaba, estaban caminando hacia el noroeste. Y al noroeste desde Suth Blaslead estaba...

-¿Me estas llevando a casa? -Preguntó, sorprendida. Era obvio y a la vez extraño.

-¿Dónde pretendes ir, si no?

Alania tuvo que admitir que razón no le faltaba.

-Será peligroso -fue lo único que acertó a decir.

-Lo sé, a estas alturas ya deben de haber enviado gente a vuestra casa. Por eso no te llevaré hasta la puerta.

-Ya. Claro... ¿Y qué harás luego? -odiaba cuando la trataba de tonta.

-No te importa.

-Bueno, cuando mi padre regrese querrá saber donde estás.

Yahir se volvió y clavó en ella sus ojos violeta tan fríos e indiferentes.

-Si es lo que quieres creer... -Luego continuó su camino-. No queda mucho ya. Guarda fuerzas.

Y eso acabó de nuevo con las pocas ganas que tuviera de intercambiar una sola palabra más con el elfo, así que continuaron en silencio aún un poco más. Hasta que finalmente llegaron a un camino que Alania conocía: a poco menos de doscientos metros se encontraba Leahpenn.

Yahir se detuvo y Alania hizo lo propio.

-Entonces, ¿aquí me dejas? -Le preguntó, desafiante.

-Aquí te dejo -no había rastro de vergüenza o duda en su voz-. Sabrás llegar -de nuevo, no lo ponía en duda.

La muchacha se contuvo. Abofetearlo de nuevo no serviría de nada. Además, ya no estaba su padre y no sabía cuan loco estaba realmente ese Yahir ni lo que podía hacer si lo contrariaba.

-¿Y qué se supone que he de hacer si me encuentra la guardia?

Jaron Yahir se encogió de hombros. Estaba claro que le importaba un comino.

Así que eso era todo. Iba a dejarla allí y lo que pasara a partir de ese punto ya no iba a ser asunto suyo. Bien. No importaba, no importaba en absoluto. Que se construyera una casa en el bosque y se tragara la llave si le apetecía. Era un tipo ruín y despreciable y todos iban a ser más felices sin él. Jaron el primero.

-Gracias por todo -le dijo, en un tono que dejase bien claro que en realidad él no había hecho nada de agradecer, y arremangándose las faldas del vestido empezó a caminar a grandes zancadas hacia Leahpenn.

¡Maldito Jaron Yahir! Ahí se pudrieran él y su rencor en algún lugar oscuro y profundo del bosque. ¡Maldito él y maldito el Qiam! ¡Y maldito su padre por no dejarla ir con ellos y tenerla sumida en esa angustia!

En cuanto llegara a casa comería algo, se cambiaría de ropa y saldría de nuevo hacia Suth Blaslead a buscarlos. Vaya que sí. No iba a quedarse cruzada de brazos, no. Por supuesto que no.

Comería, se cambiaría y saldría. Eso haría. Pan comido.

Claro que no contaba con que el pueblo iba a estar lleno de patrullas de soldados, ni con que su madre estaría esperándola junto a la puerta, angustiada y asustada, y que la abrazaría más fuerte de lo que nunca la había abrazado antes.

-Cielo, oh, cielo -dijo su madre entre lágrimas-. Han venido buscando a tu padre. Dicen que ha atacado al Qiam...

Y Alania, a pesar del miedo y de la zozobra que la invadieron, no pudo más que llorar de puro alivio. Si les andaban buscando era que estaban vivos.

Su madre debió de confundir el motivo de su llanto, pues la abrazó más fuerte contra sí. Claro que a Alania no se le ocurrió contradecirla no fuera a dejarla ir.