lunes, 13 de abril de 2009

Capítulo cuatrigésimo tercero





Nawar había localizado dos rastros. Uno partía hacia el Noroeste,otro hacia el este. Un trozo de tela azul enganchado en una rama le indicaba que Alania y Jaron Yahir habían ido en la primera dirección mientras que, muy probablemente, Mireah y Dhan (y Haze, con algo de suerte), habían ido en la otra.

Estaba claro cual de los dos caminos era prioritario, así que volvió con el muchacho, al que encontró durmiendo con la cabeza oculta entre los brazos.

Le envidió un poco mientras se sentaba junto a él, dándole unos minutos más para descansar. La noche había sido ya suficientemente dura y la verdad era que había aguantado muy bien a pesar de todo. Se merecía su pequeña recompensa. Además, tal vez descansado viera las cosas de otro modo. Tal vez le contara por fin lo que fuera que el Qiam le había dicho para cambiar tan radicalmente su humor.

El joven dejó los frutos que había encontrado sobre la mesa y aprovechó el momento de respiro para asegurarse que ninguna de sus heridas estaba infectada. Un poco tarde para ello, de acuerdo, pero mejor tarde que nunca. Un par de cortes tenían un color bastante feo, pero no parecía nada grave. Y si lo era tampoco podía hacer mucho de momento.

Finalmente, zarandeó al chico suavemente para despertarle.

Éste alzó la cabeza confuso y desorientado y tardó un segundo o dos en fijar su vista en Nawar. Fue entonces cuando pareció recordar dónde estaban y porqué y el reconocimiento en su mirada se tornó de nuevo hostilidad.

-Buenos días -le dijo, prefiriendo no ahondar en eso-. O tardes. Anda, come algo -añadió, señalando la escasa comida -El muchacho obedeció, demasiado hambriento como para poner pegas-. He encontrado un rastro. No sé si nos servirá de mucho, pero al menos tenemos una dirección.

Jaron le miró, tomandose unos segundos antes de contestar.

-Estan en un lugar llamado Fasgaidh.

-¿Cómo lo sabes?

Empujó el libro hacia él, abriéndolo.

-Mireah me dejó un mensaje.

-¿Y porqué no me lo has dicho antes? ¿Sabes el trabajo que me habría ahorrado?

El chico se encogió de hombros.

-Lo vi cuando ya te habías ido.

Nawar no le creyó, pero no tenía ganas de empezar ninguna estúpida discusión con un estúpido adolescente. Estaba cansado, hambriento y dolorido y lo último que necesitaba era añadir enfadado a su lista de estados de ánimo.

-Bueno, eso es más que una dirección, ciertamente. Al menos no está lejos -se puso en pie, ignorando a su cuerpo, que le pedía a gritos que no se moviera en un siglo o dos-. ¿Vamos? Cuanto antes salgamos, antes llegaremos.

-Yo no voy.

El elfo estaba preparado para cualquier respuesta excepto para esa.

-¿Qué?

-Yo no voy -repitió el chico, más firmemente esta vez.

Nawar trató de buscar una explicación razonable.

-Jaron Yahir y Alania se fueron por otro lado -le informó-, hacia Leahpenn. No tiene sentido quedarse a esperarles.

-No voy a quedarme a esperar a nadie -había un deje de irritación en su voz, como si le fastidiara que Nawar hubiera llegado a esa conclusión-. Simplemente he dicho que no voy a ir a Fasgar contigo.

-Fasgaidh -corrigió Nawar insconscientemente, aún demasiado anonadado como para ser brillante.

Jaron le dedicó una mirada que hubiese podido helar el sol.

-Lo que sea. Insistís en que aprenda a pronunciar vuestros estúpidos nombres elfos y ni siquiera os dais cuenta de que me importa un comino.

-No te importa un comino. ¿Cómo te va a importar un comino? Te has leído un aburridísimo libro sobre nuestro sistema político. ¡Claro que no te importa un comino!

-¡Pues ya no me importa! ¿Es lo que quieres oír? ¡Ya no me importa una mierda nada que tenga que ver con los elfos!

-¿De qué estás...? Esto tiene que ver con Zealor, ¿verdad? Ya te dije antes que no puedes creer nada de lo que diga.

-Ya sé lo que dijiste. Zealor es malo. Malísimo. Lo único que pretendía era engañarme y manipularme, lo dejaste muy claro. ¿Y eso en qué lo diferencia de cualquiera de vosotros?

-¿Que no vamos por ahí matando almas? ¿Qué mosca te ha picado de repente?

-¡Oh -el muchacho exageró un gesto de falso alivio-, que peso me quitas de encima! Con un argumento tal, puedo pasar por alto el hecho de que mi tío vendiera a mis padres por celos, o que a mi supuesto padre le de igual si vivo o muero. ¡Qué digo le da igual! Seguro que está escondido en algún rincón cruzando los dedos para que esta noche haya muerto a manos de algún soldado...

En algún punto de la diatriba del chico había aparecido un nuevo dato que explicaba muchas cosas, pero lamentablemente no era momento de detenerse a preguntar qué había querido decir con eso de los celos.

-Jaron, estás sacando las cosas de quicio -trató de calmarlo.

-¿Y que más te da, si no significamos nada para ti? Tú tienes tu mision y nos ayudas sólo porque te somos útiles. ¿Y cuándo dejemos de serlo? ¿Y si resulta que pasamos de ser útiles a ser un estorbo? Tu lealtad vale lo que ese montón de trastos de ahí -dijo, señalando los juguetes-, pasada la primera impresión uno se da cuenta que no es más que basura.

Oh, vaya.

Nawar hubiera rebatido ese argumento, pero había algo de verdad en ello, al fin y al cabo. Dolía oírlo en voz alta y en boca de otros, pero eso no lo hacía menos cierto. Así que en lugar de intentar justificarse a sí mismo probó de buscar ejemplos que demostraran que Jaron se equivocaba.

-Vale, bien. No soy un ciudadano ejemplar. Tampoco lo son tu padre ni tus tíos, ¿y? ¿Eso convierte a todos los elfos en malvados de golpe y porrazo? ¿Que hay de Dhan Hund? Lo ha arriesgado todo esta noche por salvar a un tipo que ni siquiera le cae bien. ¿Y Alania? ¿Se merece Alania que la metas en el mismo saco?

El medioelfo enrojeció, tal vez avergonzado al darse cuenta de que Nawar tenía razón, tal vez de ira al ver que el adulto trataba de cambiar su punto de vista. Fuera lo que fuera, el elfo descubrió pronto que no había sido demasiado buena idea, pues el muchacho salió de la cueva con gesto airado, empujándolo para hacerse camino.

-¡Jaron! -el elfo finalmente lo cogió del brazo con firmeza de modo que por más que se revolviera no pudiera escapar.

-¡Suéltame! -el chico trató de golpearlo, pero paró su puño con su brazo libre.

-¡Cálmate y piensa con la cabeza, demónios! -Jaron aún forcejeó unos segundos y Nawar esperó a que parara para continuar-. No has contestado a mi pregunta. ¿Qué hay de Dhan y Alania? ¿Qué hay de Mireah?

-¿Qué hay de ellos? No los veo por ningún sitio esperándonos, así que dímelo tu. ¿Qué hay de Dhan, Alania y Mireah?

-Ahora estás siendo injusto. Este lugar no era seguro.

-¡Y una mierda! Nosotros podríamos haber ido a ocultarnos a mil lugares que sin duda tu conoces y vinimos a este lugar que no es seguro por ellos, a buscarlos a ellos. ¿Dónde están? Está claro que lo único que les importa a todos es su propio pellejo.

-Mireah te dejó un mensaje -Nawar aflojó su presa cuando vio que Jaron ya no se revolvía cada dos palabras.

-Que detalle por su parte encontrar unos segundos para pensar en mi.

Nawar estuvo a muy poco de golpearle. Si había alguien que no merecía nada de todo eso era la princesa. Pero eso sólo hubiera empeorado las cosas, ¿verdad?

-Niñato de mierda -le dijo sin embargo-. Si tenías aún alguna duda de que tu padre es Jaron Yahir, olvídalo. Eres igual de mezquino y miserable que él.

El medioelfo tembló de pies a cabeza, pálido, y esta vez Nawar si pudo ver la ira y el dolor en sus ojos glaucos sin ninguna duda, pero a esas alturas, francamente, ya no le importaba. En otro momento, con la mente descansada y los ánimos en frío hubiera intentado razonar con él. O se lo hubiera cargado a la espalda y lo hubiera arrastrado consigo haciaFasgaidh. La opción que hubiera resultado más práctica.

Pero no era el sitio ni el lugar. Jaron ya no era el mismo mocoso que apenas hacía diez días se había cargado cual fardo, ni él era el mismo gallito convencido de que con la razón de su lado nada podía salir mal.

Nada estaba saliendo bien y él no podía siquiera ir a hablar con su señor para contarle realmente cuan mal estaban saliendo las cosas.

Así que cuando el muchacho apretó la mandíbula con gesto testarudo, decidió que le daba igual, por completo. Haze iba a cabrearse, pero eso también le daba igual. Y tal vez no era ni aconsejable ni sensato, ni mucho menos correcto, pero...

-Te voy a dar una última oportunidad de venir conmigo hasta Fasgaidh, junto con los tuyos -dijo, recuperando la calma.

-No son los míos -fue su respuesta, cortante y directa.

Y no había mucho más que decir.

-Bien -suspiró, dándose por vencido-. ¿Y donde vas a ir?

-Voy a volver a mi casa -su gesto también se relajó.

Eso sonaba tan triste y desesperado, tan poco inteligente...

-¿Sabes el camino al menos? -Se interesó.

-Llegué por mi propio pie hasta Meanley. Me las apañaré.

-No suena muy halagüeño.

Eso hizo sonreír a Jaron por algún motivo, pero fue sólo un reflejo, una sombra, y de hecho Nawar podría muy bien habérselo imaginado. Aún así fue suficiente para ablandar su consciencia.

-Espera -le dijo, y entró de nuevo en la cueva, cogiendo el libro y algo para escribir.

Buscó alguna página con espacio suficiente y dibujó un mapa. Mientras la arrancaba lo pensó mejor y dibujó otro en la pagina siguiente, arrancándola también.

Jaron le esperaba en la entrada de la cueva, intrigado. Nawar le tendió el primer mapa.

-No és muy detallado, pero tendría que servirte para llegar al menos hasta Leahpenn. Por lo que me dijo Haze, desde allí es fácil llegar a tierras humanas -El chico lo tomó y estaba observándolo cuando Nawar le tendió el segundo mapa-. Este es por si cambias de opinión. Sé que ahora mismo no te lo parece, aunque no entienda muy bien porqué, pero Haze y Mireah se preocupan realmente por ti.

Jaron tomó el segundo mapa y dudó, pero finalmente lo dobló y lo metió en el bolsillo de su casaca junto con el otro.

-Gracias -dijo, con cara de no saber qué más añadir. Hacía unos segundo habían estado a punto de acabar a los puños y ahora debían despedirse civilizadamente y estaba claro que el chico, como al mismo Nawar le sucedía, no sabía qué decir.

Era lo que tenía la adrenalina, cuando se acababa te dejaba exhausto y con cara de bobo.

-No lo hago por ti -dijo finalmente, de un modo muy estúpido, pues estaba claro que sí lo hácía por él.

-Lo sé, pero yo te lo agradezco igual.

-Sigue el rastro de lazos azules que ha dejado Alania -añadió-. No debería de ser dificil.

Otra sonrisa. Eso se estaba eternizando y si separarse era un idea estúpida, quedarse en pie a la entrada de una cueva esperando que cayera la noche era directamente una idea suicida.

-Buena suerte con el Kiam -dijo el chico finalmente, cambiando el peso de un pie a otro.

-Igualmente -dijo, y era muy sincero a ese respecto-. Y lárgate ya antes de que cambie de idea y te cargue como un saco de patatas.

Y por fin se fue. Nawar sabía perfectamente que eso no era lo que se suponía que tenía que suceder, pero la decisión ya estaba tomada. La había tomado el mismo Jaron mucho antes de que él supiera siquiera que iba a tener que decidir.

En fin, siempre habría tiempo de volver a buscarle cuando las cosas se calmaran. Seguro que la princesa sabía de donde venía Jaron. De momento la prioridad era Haze. Él tenía más información que el chico, al fin y al cabo.

Así que cuando el medioelfo se perdió de vista, el joven inventó una excusa y empezó a andar. Lo mejor era ir haciendo camino con la mentira ya hecha, así habría tenido tiempo de hacerla suya cuando llegara al lugar.