sábado, 19 de diciembre de 2009

segunda parte, capítulo trigésimo primero







Estaban aún en la puerta observando como partían Nawar y la humana cuando Dhan Hund dijo:

-Alteza, tenemos que hablar.

Faris guió al pelirrojo hacia su despacho intuyendo de qué querría hablar. Era lógico y completamente comprensible. Lo mínimo que se podía esperar de Hund por como lo había descrito Nawar era que le pidiera sin rodeos que pusiera a alguno de sus hombres al cargo de la seguridad de su familia. Por eso, porque creía saber de lo que iba a hablarle el elfo, le sorprendió hacia donde se dirigió al conversación.

-¿Cuántos elfos tenéis en vuestro grupo? -preguntó tan pronto se hubieron sentado alrededor de la mesa de su despacho.

-Suficientes -al joven no le gustó lo abruto de la preguntó y optó por ponerse a la defensiva.

-¿Suficientes? -Pareció meditar la respuesta-. ¿Suficientes para qué?

-Para lo que tenga que ser.

El pelirrojó suspiró, mirandole con preocupación sincera en sus ojos azules.

-No pretendo ser irrespetuoso, Alteza, pero nosotros también jugamos en nuestro momentoa ser rebeldes al orden establecido y no salió bien.

-¿Créeis que juego? -Su desfachatez costaba de creer.

-Creó que no os dais cuenta de que lo hacéis y lo que temo es que no os daréis cuenta hasta que la cosa se ponga fea. Y Zealor Yahir no juega, no lo ha hecho nunca.

Faris se puso en pie, malhumorado.

-Sé que creéis que vuestra experiencia puede compararse a lo que estoy haciendo, maese Hund, pero no tiene nada que ver. ¿Cuantos érais en vuestro grupo? ¿Cuatro? ¿Cinco?

-Seis, contando a Sarai.

-Sólo mis redes de comunicación duplican esa cifra -dijo con altivez.

Hund sonrió.

-Y aún así... -alzó las manos, pidiendo paz-. No pretendo desanimaros. Nada más lejos de mi intención, pero si pretendemos sobrevivir esta vez más nos vale no confiarnos. Haze es una buena baza, pero tal vez no sepa tantas cosas del Qiam como creemos, o tal vez lo que sepa no pueda usarse sin pruebas. Vamos a necesitar a toda la gente que podamos reunir.

-Por eso he mandado a Nawar a por el chico.

-Necesitaremos algo más que a un muchacho testarudo que no sabe lo que quiere ni a quien, Alteza.

-Entonces, ¿estás pensando en tu familia?

Ahora sí, Dhan Hund rió.

-Oh, no. Layla me mataría si la arrastro a algo así. Mi mujer está más segura en casa y yo estoy más seguro aquí.

Faris sonrió a su pesar aunque estaba perplejo. Si no hablaba del medioelfo ni de su familia y la noche anterior había dejado claro que no podían contar con jaron Yahir, ¿entonces quien?

-Vos lo habéis dicho antes, alteza, no éramos un grupo grande, pero éramos un grupo entusiasta. Si pudiese contactar con ellos...

Faris se relajó. Así que era eso. No le parecía mal, francamente. Al fin y al cabo Hund tenían razón. Cuantos más fueran, mejor preparados estarían.

-Me parece buena idea -admitió-. Si tuviera sus nombres, por eso, podría decirte si ya forman parte de mi grupo o no -intentadoque el elfo no olvidara lo gran de que era su red de contactos.

-No, no creo. Pusimos especial cuidado en ocultar bien nuestro odio al Qiam. Además, enviaríasi a alguien ha hablar con ellos y no es recomendable. El tiempo nos convirtió a todos en paranoicos y tus hombres no serían bien recibidos.

Esta vez le tocó a Faris sonreir con sorna.

-Pues a mi no me parece sensato que vayáis vos en persona cuando todo la Nación os busca, Maese Hund.

Dhan le devolvió la sonrisa, está vez con un deje de admiración.

-¿Y cómo sabéis que iba a pronoper eso?

-Creo que empiezo a ver cómo habéis llegado a la situación actual -El joven príncipe se sentó de nuevo, dándose por vencido-. ¿Aceptaríais al menos que uno de mis hombres de confianza os acompañara?

-¿Se parecen todo vuestros hombres a Nawar?

El príncipe rió con ganas.

-Me temo que Nawar Ceorl es único.

-Entonces, Alteza, no tengo inconveniente alguno en la compañía.

Y así fue como se decidió que Dhan Hund también partiría de la seguridad de la residencia real.