lunes, 2 de agosto de 2010

tercera parte, capítulo décimoquinto






Para cuando el primer guardia llegó a la plaza ya había un grupo numeroso de curiosos alrededor del elfo que hacía sonar la campana. Se abrieron paso entre los ciudadanos, algunos de los cuales parecían debatirse entre la alarma y el creciente enfado ante lo que parecía ser una falsa alarma. Los ánimos estaban exaltados últimamente entre el ataque al Qiam y la muerte del Rey y lo último que necesitaban en Leahpenn era un incendio en mitad de la noche.

El elfo de la capucha se detuvo cuando llegaron hasta él y soltó la cuerda sujeta al badajo.

-¿Donde está el fuego? -Quiso saber uno de los guardias.

-No hay fuego alguno, oficial.

Hubo un murmullo apagado entre la multitud y el más joven de lso guardia dio un paso hacia el desconocido.

-¿Y te atreves a romper el silencio del luto? ¿Sabes qué puede pasarte?

Los que estaban más cerca pudieron intuir una sonrisa bajo la capucha ante la amenaza velada.

-No hay fuego aún, però lo habrá si no me lleváis hasta el Qiam y su Alteza el príncipe Faris.

-Ni su señoría ni su Alteza pueden ser molestados por nimiedades hasta que acabe el Luto -otro de lso guardias hizo un gesto con el brazo ydos de sus subordinados sujetaron el extraño elfo de la capucha por los brazos-. Esperarás en una mazmorra hasta entonces. Y reza porque nuestro nuevo Rey se sienta indulgente.

-¡Cielos! -El elfo rió-. ¿Os enseñan a hablar así en la academía o eres así de pedante de nacimiento?

-¡Muestra un poco de respeto! -Uno de los guardias que le sujetaban tiró de su capucha hacia atrás, mostrando el rostro del ofensor.

Una exclamación de horror recorrió a los presentes y los guardas le soltaron con aversión. El elfo alzó la cabeza, despectivo, mostrando su rostro deforme a los presentes con altivez, y rió de nuevo pero esta vez no había en su gesto ni pizca de humor.

-¿En esto os ha convertido Zealor? ¡Vosotros! -Se volvió hacia dos elfos que se habían abierto paso hasta la primera fila-. Vosotros sois hombres del Qiam, llevadme hasta vuestro señor. Tengo que algo importante que contarle.

Los dos elfos no se movieron, ni siquiera se miraron, pero parte de la concurrencia se apartó de ellos, dejándolso aislados. El guardia de mayor rango tomó de nuevo cartas en el asunto.

-¡Idiotas, aprehendedle! -sus hombres obedecieron y el elfo del rostro quemado no hizo gesto alguno para defenderse-. Y lo que tengas que decirle al Qiam puedes decirnoslo a nosotros -añadió, dirigiendose a su prisionero.

-Está bien -el elfo se encogió de hombros-. Un ejército de humanos está en camino. Para el amanecer llegarán a Leahpenn y no dejarán piedra sobre piedra, pues esas son sus órdenes.

Se hizo un silencio denso a su alrededor durante unos segundos antes de que la gente estallará en carcajadas. Todos reían menos el guardia de mayor rango, el elfo del rostro quemado y los dos elfos a los que éste había señalado como hombres del Qiam. Pronto la gente se fue dando cuenta de este último detalle, pues poco a poco las risas se fueron pagando hasta que el silencio regresó, expectante.

-Los humanos no existen -dijo el guardia-, no son más que leyendas.

-¿Seguro? ¿Y qué hay de los rumores acerca del grupo que rescató al traidor en Suth Blaslead? Estoy seguro de que más de uno lo habéis oído.

Los murmullos le dieron la razón. El rumor sin duda había llegado. Había una criatura que no era elfíca en el grupo de traidores que había rescatado a Haze Yahir y atacado al Qiam.

-Los humanos existen, y vienen a miles a destruirnos. Preguntad a los hombres del Qiam por qué no se han sorprendido -dijo, señalando a los dos supuestos espías, que, ahora sí, delataban su condición dando un paso al frente-. Y aunque no me creáis, ¿podéis arriesgaros a estar equivocados? Si tenéis dos dedos de frente, alferez, evacuaréis el pueblo y haréis que me lleven frente al Príncipe Faris, Luto o no, para poder ponerle al corriente de los planes de los humanos.

-Pensé que querías ver al Qiam -dijo uno de los espías, abriendo la boca por fín.

-Oh -el elfo sonrió, o al menos la mitad no deforme de su rostro lo hizo-, créeme, es el Qiam quien va a querer hablar conmigo.

-¿Y por qué debería si es más que evidente que estas loco?

Su sonrisa se ensanchó, pero sus ojos violetas eran fríos como las armas de metal de las leyendas, capaces de matar el alma junto con la carne y el hueso.

-Porque soy Jaron Yahir, herededor legítimo de la casa Yahir y cabeza de familia. No creo que mi hermano pequeño quiera perderse la reunión.