domingo, 11 de julio de 2010
tercera parte, capítulo décimosegundo
Cuando por fin pudieron llegar junto a la casa de los Hund sus ánimos se vinieron abajo. Era más que evidente que estaba vacía. Y no sólo eso. Desde donde estaban escondidos podían ver que la puerta parecía forzada y algunas ventanas estaban rotas. Parecía que había sido saqueada.
-No lo entiendo -Jaron frunció el ceño confuso y, al parecer de Mireah, dolido-. Prometió dejarles en paz.
No hizo falta que dijera de quien hablaba. La humana le entendió perfectamente. Se refería a la promesa del Qian. A la princesa no le gustó el tono de su amigo, quien parecía seguir buscando desesperadamente algo de decencia en Zealor Yahir. En eso le recordaba a Haze y francamente, era una de las cosas que más la enervaban de él.
-Y tu tío dijo que siempre cumplía sus promesas -añadió-, pero parece que ha decidido empezar a no hacerlo.
-Pero... No lo entiendo -Repitió Jaron-. ¿Crees que estarán con algún pariente?
-Esperemos.
Y no añadió nada más, porque vio en el rostro del medioelfo que pensaba aferrarse a esa idea.
Agotados física y psicológicamente, se apoyaron en la pared. Mireah no necesitaba esa nueva preocupación sobre sus espaldas ni mucho menos la necesitaba Jaron. Pero no podían quedarse allí a lamentar la suerte de su amiga o pronto iban a tener que lamentar la suerte de toda la Nación.
-Vamos, hemos de llegar hasta Faris -Mireah tomó al muchacho del brazo.
-Podría estar aún aquí -Jaron ni siquiera la había escuchado.
Mireah suspiró.
-No te hagas esto, Jaron. Si la tiene Zealor estará a salvo de los humanos cuando estos lleguen a Leahpenn y estoy segura que cuando Faris sea Rey podrá hacer algo por ella.
El chico hizo un mohín, pero no apartó los ojos de la casa.
-En cinco minutos pordría haber entrado y salido y nadie me habría visto.
Mireah iba a decirle que eso le parecía lo más estúpido que jamças había oçido en su vida, pero no hizo falta. Alguien habló en su lugar.
-Si yo os he visto, ¿que te hace pensar que los guardias de incógnito que el Qiam tiene apostados por todo el pueblo no van a verte?
Se volvieron los dos hacia Jaron Yahir con un respingo. El elfo llevaba la cabeza tapada con una capucha, pero su tono y sus manos quemadas le delataban. Era él sin lugar a dudas.
-¡Maldita sea! -Dijo, bajándose la capucha y mirándoles con una cierta sorna-. El mundo no es tan pequeño. ¿No voy a poder librarme nunca de vosotros?
-¿Qué haces aquí? -El tono del medioelfo era acusador. “¿Por qué no ayudaste a Alania?” decía sin necesidad de formularlo.
-¿Yo? ¿Que hacéis vosotros, par de idiotas, aquí y que es eso de que los humanos van a atacar Leahpenn?
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