sábado, 31 de octubre de 2009

segunda parte, capítulo vigésimo sexto






Lo primero que pensó Alania al encontrar el cartel era que el grabado no le hacía justicia. Parecía una niña de 40 años y no tenía, ni mucho menos, tantas pecas. Luego se regañó a sí misma por frívola e infantil, pero aquel era su modo de superar el shock de ver su rostro y el de su madre colgados en una pared del pequeño pueblo de Nanoin’ear.

Había llegado allí tras varios días de caminar después de que por fin alguien le indicara que era el pueblo más cercano al lugar llamado Fasqaid. Y una vez allí casi le da un patatús al ver a los hombres del Qiam. Estos apenas repararon en ella. Se acercaron a la pared y colgaron un cartel con ambos grabados y su leyenda asociada:

“Layla y Alania Hund, traidoras a la nación”.

La sorpresa no se la llevó al saber que el Qiam la buscaba. Había sabido que se metía de lleno en una vida de proscrita desde el momento en que había forjado el plan para huir de Leahpenn. No, lo sorprendente fue leer que su madre también había desaparecido y que Zealor la acusaba de traición junto con ella y su padre.

Bueno, al menos su madre sí salía guapa, aunque eso era porque era la elfa más guapa de la Nación.

La muchacha se caló la gorra bien calada, alegrándose de haberse cortado el pelo cuando había tenido ocasión, a pesar de lo que le había costado en su momento tomar la decisión. Por una vez ser un chicarrón iba a servir para algo.

No acababa de entender qué pintaba su madre en todo eso. ¿Habría salido a buscarla al regresar y ver que no estaba en casa? ¿La habría proscrito el Qiam para castigarla a ella? Al fin y al cabo, esa era la amenaza velada de su visita hacía una semana. Si ella colaboraba, todo iría bien. Pero no había colaborado, ¿verdad? Y Zealor Yahir había incluido a su madre en el castigo, para ejemplarizar.

Con el corazón encogido por la culpa y la preocupación, la elfa se apartó de la pared y caminó hasta la plaza. Allí se sentó en un banco y fingió estar anudando de nuevo los cordones de sus botas mientras escuchaba las conversaciones a su alrededor.

Fue así como descubrió que en ese pueblo habían detenido a Nawar Ceorl, pero que había escapado al poco, ayudado posiblemente por unos cómplices. Alania hubiera querido saber más al respecto. ¿Qué cómplices? ¿Alguien los había visto? ¿Alguno correspondía con la descripción de su padre o de Jaron? Pero tuvo miedo de llamar la atención, por lo que siguió escuchando con la esperanza de escuchar algo de utilidad, cambiando de pie para disimular mejor.

Por lo que escucho, los hombres del Qiam habían llegado poco después y que habían peinado la zona buscándolos.

-Dicen que se escondían en Fasqaid –dijo alguien con voz de enterado mientras descargaba fardos de un carro.

-¡No fastidies! ¿En las ruinas?

-Como lo oyes.

-No puedo creerlo. ¡Ni ese traidor de Haze Yahir tendría la desfachatez de volver allí después de lo que le hizo a su hermano! –opinó un tercero mientras les ayudaba con la descarga.

-Bueno, si pudo matar con tal solo cincuenta años…

La muchacha se mordió el labio para contenerse antes de decirles que era mentira, que Haze no había matado a su hermano y que si había un traidor en todo el asunto era Zealor. Pero la verdad era que le costaba mucho mantenerse tranquila con todo lo que estaba escuchando, pues todo parecía indicar que el Qiam les había encontrado. ¿Habría puesto a su madre en peligro para nada?

-¿Entonces, les han cogido? –Quiso saber el segundo.

-En absoluto. He oído que quemaron la casa antes de que el Qiam llegara y huyeron.

-Así que el tipo volvió para acabar el trabajo –el tercero dio un codazo a su compañero-. Al menos no podemos decir que no sea concienzudo.

Algunos rieron tras el comentario, pero Alania ya había escuchado bastante. Se puso en pie y se alejó en dirección contraria, hecha un manojo de nervios.

Por lo que había entendido, sus amigos habían huido del Qiam, pero... ¿y si no era así? La gente decía que Fasqaid había ardido. ¿Y si el Qiam había quemado la casa con ellos dentro? ¿Y si no habían escapado todos?

Y aunque hubieran escapado, ¿ahora qué? Fasqaid era su esperanza de encontrarse con ellos y acabab de esfumarse delante de sus narices. La muchacha mordisqueó sus nudillos mientras pensaba. Podía tal vez hablar con la madre de Nawar, ver si esta sabía algo. Pero lo más seguro era que no supiera nada y además el Qiam debía de vigilarla como los había vigilado a ellos.

¿Y si iba a ver a sus tías?

No, no acudiría a ellas. Aún en el supuesto que no la entregaran de cabeza al Qiam, no iban a poderla ayudar en nada y la muchacha no tenía ganas de escucharlas hablar mal de su padre. Ya solían hacerlo cuando era un ciudadano ejemplar así que prefería no imaginar cuánto debía de haberlas complacido la noticia de que siempre habían tenido razón respecto a él.

No, ni hablar, ni tías ni otros familiares.

Si se hubiera llevado bien con algún compañero de escuela, ahora tal vez podría contar con un lugar donde ocultarse mientras pensaba algo mejor, pero las demás niñas le habían parecido siempre cursis y repelentes y los niños demasiado bobos. Además, no podía fiarse de los padres de nadie. Los adultos tendían a no entender nada y no podía arriesgarse a acabar en manos del Qiam.

Así que tampoco podía contar con ningún amigo ya que, irónicamente, los mejores amigos que había hecho jamás se encontraban ahora en paradero desconocido y no tenía ninguna pista para encontrarlos.

¡Maldición! ¡Estaba tan cerca! Esa misma mañana estaba saboreando anticipadamente el reencuantro con Jaron y su padre y ahora...

La muchacha se tragó las ganas de echarse a llorar de pura frustración.

“Eso nunca ha ayudado a nadie, Alania. Tú solita te has metido en esto, tú solita saldrás.”

Así que apretó la mandíbula con resolución mientras pensaba en algo que se le pudiera haber pasado por alto. Tal vez alguno de sus amigos había mencionado a alguien, o algún lugar, o algo…

Nawar… no es que hubiera mencionado a nadie, pero siempre estaba alardeando de contactos, y cuando el Qiam había amenazado con matar a su tía, él había hablado con alguien, alguien suficientemente importante como para que tal vez pudiera hacer algo…

¡Por todos sus antepasados! ¡Nawar conocía al Rey!

¿Cómo no se había dado cuenta antes? Era lo que le habían enseñado en la escuela, que el único que estaba por encima del Qiam era el rey de la Nación. Y Nawar le conocía.

Con el corazón acelerado ante tamaña revelación, la elfa se dejó caer en el poyo de una casa cercana mientras repasaba su nueva estrategia, contenta de ser tan condenadamente lista. Iba a ser complicado encontrar una excusa para entrar en el castillo, pero ya se enfrentaría a eso una vez allí. Al fin y al cabo, tenía al menos dos días de viaje hasta la capital, tiempo de sobras para pensar.

Más tranquila ahora que tenía de nuevo un objetivo, la muchacha se puso en pie y se dirigió a la plaza de nuevo. Como había pensado que su viaje no iba a durar más casi había gastado todo su dinero, pero aún le quedaban algunas monedas para comprar provisiones para el camino. Tendría de sobras para dos días si se administraba bien.

Estaba un poco harta de caminar y caminar, pero iba a valer la pena sólo por ver la cara de Jaron y los demás cuando se dieran cuenta de que los había encontrado ella sola.