domingo, 27 de junio de 2010

tercera parte, capítulo décimo

¡FELIZ SEGUNDO ANIVERSARIO!




El cielo empezaba a teñirse de rojo cuando Jaron y Mireah llegaron a Leahpenn. El muchacho había aprovechado el camino para poner a su amiga al corriente de la situación en tierras humanas y ella había podido hablarle sobre el príncipe Faris y su intención de acabar con el prestigio del Qiam. No dejó que la culpabilidad se apoderara de su ánimo cuando la princesa le relató cómo se habían escondido en Fasqaid mientras les esperaban y cómo Zealor había dado con ellos, quemando el lugar por segunda vez.

Pensó que tal vez debería decir algo, pero no se le ocurría qué, así que dejó que la princesa siguiera con su historia mientras rodeaban Leahpenn.

-Deberíamos avisar a Alania -dijo al ver su casa a lo lejos.

-Jaron...

-Lo sé, lo sé, tenemos prisa y es muy arriesgado. Pero Leahpenn será el primer lugar al que lleguen los humanos.

Mireah se mordió el labio. Era evidente que no le gustaban ninguna de las alternativas.

-Si podemos poner a Faris sobre aviso a tiempo nadie correrá peligro -fue su respuesta, aunqeu no sonaba muy convencida.

-Sabes que eso es mentira.

-No podemos estar en todas partes -le recordó la humana-. Si alguien nos viese camino a casa de los Hund...

No terminó la frase, pero Jaron sabía bien qué pasaría si los hombres del Qiam les ponían las manos encima.

-¿Y si nos dividimos? -propuso.

-¿Otra vez? ¡Ni hablar!

-Pero tú podrías ir a avisar al Príncipe y yo...

-He dicho que ni hablar. No voy a volver a perderte de vista y menos en medio de todo esto.

Se miraron en silencio. Mireah tenía esa mirada que ya le conocía, mucho más determinada de lo que él posiblemente nunca lo estaría frente a nada. Pero había algo más, un reproche oculto, el proverbial elefante en la sala del que nadie habla. Sin embargo él quería hablarlo con su amiga y tal vez no iba a haber otra oprtunidad.

-Aún no me has preguntado por qué me fui.

-No hace falta. Estabas agotado y dolido. La noche había sido larga. Todos nosotros hubieramos querido poder huir, pero tú eras el único que tenía adonde hacerlo -fue la respuesta de la humana mientras bajaba la mirada.

-Vaya, pues sí que tenía un buen motivo -Jaron no quería ser sarcástico con Mireah, pero las palabras salieron antes de que pudiera contenerlas.

-En realidad es la opinión de Haze, no la mía.

El muchacho sintió una nuava punzada de ansiedad. Sabía que debía preguntar por su salud, pero aún no podía enfrentarse a eso. No podía aún pensar en él con claridad. Necesitaba más tiempo.

“Y sin embargo él justifica tu cobardía sin reparos”.

-¿Y cuál es la tuya? -Preguntó para cambiar de tema.

-Que si nos hubieramos quedado a esperarte no te hubieras ido.

Estupendo. Justo lo que necesitaba oír para sentirse mejor.

-Ninguno de los dos tenéis razón, o igual los dos la lleváis a vuestra manera.

-No hace falta que me des explicaciones -la humana le puso la mano en el hombro, intentando romper la tensión.

-Zealor me contó cosas y yo... No supe... No he sabido asimilarlas.

-Jaron. No puedes creer nada de lo que él diga.

-Ya, eso mismo dijo Nawar. Pero resulta que tampoco puedo creer nada de lo que diga Nawar, o Haze, o incluso Dhan. Nadie me ha dicho la verdad una sola vez desde que llegamos y estaba harto de tener que decidir qué creía y qué no creía. Y decidí creer lo que tenía sentido. Así que me fuí para no tener que averiguar hasta que punto Zealor decía la verdad -esta vez le tocó a él desviar la mirada-. Y ambos tenéis razón porque es posible que los acontecimientos de la noche influyeran en mi decisión, y es posible que si tú hubieras estado allí no habría tenido el valor de irme.

-No sabíamos de cuánto tiempo disponíamos...

-No te culpo -se apresuró en aclarar-. Sólo digo que...

-¿Y que te contó para hacerte cambiar de opinión de repente? ¿Que Haze había traicionado a tus padres? Eso ya lo sabías.

-En realidad tenía la esperanza de que Jaron y Dhan se equivocaran, de que hubiera una explicación.

-No puede ser que volvamos a tener esta discusión.

-Había una explicación. O eso dijo Zealor.

-¿Ah, sí? -Mireah, que había iniciado el ademán de continuar su camino sin escuchar una sola palabra más se detuvo y le miró de nuevo.

-Jaron le robó a Sarai. Haze la conoció primero y se enamoró de ella y Jaron, su hermano, se casó con ella y le prohibió volverla a ver nunca más.

-¿Y Jaron se lo prohibió así, sin más? ¿O para eso también hay una explicación?-la princesa había cruzado los brazos en actitud defensiva.

-¡Sé lo que sientes por él, pero tiene sentido! Por lo visto Haze ya había comprometido uno de sus escondites una vez, poniendo a Sarai en peligro. Jaron no quería volver a correr ese riesgo. ¿De veras no ves a Jaron haciendo algo así?

-¿Y Zealor no tuvo nada que ver en el asunto?

-Reconoció haber utilizado los sentimientos de Haze a su favor.

-¿Le estas justificando? -La humana resopló con incredulidad.

-¿Qué?

-Haze y Jaron son unos mentirosos, pero Zealor reconoció haber utilizado los sentimientos de Haze a su favor. Y lo dices como si eso dijera algo bueno sobre él.

-¡No es eso!

-Espero que te contara algo más, porque todo eso es mentira.

-¿Y tú como lo sabes? ¿Te lo ha dicho Haze? -Esta vez fue el medioelfo quien se puso a la defensiva.

-No hace falta. Los elfos sólo se enamoran una vez en su vida, así que Haze no pudo estar enamorado de Sarai porque está enamorado de mi.

-Pero...

-Si insinuas que está fingiendo...

¿Lo insinuaba? Pensó en ello, en el modo en que Haze tomaba la mano de la princesa mientras él tocaba para ellos, en el modo en que la miraba, y se dio cuenta de que no. No creía que Haze fingiera lo que sentía por Mireah. Pero, entonces...

-¿Sólo una vez? ¿Para toda la vida? -Preguntó, cabizbajo-. No lo sabía.

-Yo tampoco -la humana suavizó el gesto, poniendo de nuevo una mano sobre su brazo- hasta que me lo contó Dhan.

-Entonces, tiene que haber otro motivo.

-Sin duda, y Zealor debe de andar detrás de él.

Jaron asintió sin mucha convicción. Ese dato no añadía sino más confusión a todo el asunto. ¿Los elfos se enamoraban sólo una vez?

-¿Crees que a mi me pasará lo mismo? ¿Qué sólo podré enamorarme una vez?

-No lo sé. Es posible. Pareces más elfo que humano.

-Ya -tomó aire y lo exhaló lentamente-. Tenemos que avisar a Alania.

-Jaron, ya hemos hablado de esto. No podemos.

-Mireah... Si algo le pasa a Alania... -sintió que se sonrojaba y le dio la espalda a su amiga-. Tengo que sacarla de aquí antes de que lleguen los humanos.

La princesa suspiró, apoyándose en un árbol. Jaron la miró de reojo mientras la humana daba golpecitos en el tronco con el talón.

-¡Maldita sea! -dijo finalmente-. Esta bien, vamos a ver cómo está la situación. Pero si es demasiado arriesgado nos iremos. ¿de acuerdo?

Jaron asintió, ofreciéndole a la humana una tímida sonrisa como agradecimiento. Mireah le rodeó los hombros con uno de sus largos brazos como respuesta.

-Mira que os gusta complicar las cosas -bromeó, imprimiéndole un poco más de fuerza el abrazo.

El medioelfo sintió que se desvanecía algo del peso que llevaba días sintiendo sobre sus hombros. No todo, por supuesto, pero era un comienzo.

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En fin, como lo prometido es deuda, os dejo también con el dibujo de celebración. Es una escena del capitulo octavo de la primera parte. ¡Si no lo recordáis, releedlo!



Lo dicho, feliz segundo aniversario y gracias por seguir aquí.


martes, 22 de junio de 2010

Interrumpimos la emisión

Voy a ser sincera, estoy en uno de esos bloqueos de escritor de los que habla la gente. A veces me pasa durante un día o dos, pero llevo ya una semana sin escribir nada bueno. Puede que sea el verano, pero el capítulo de la semana paada no sale, ni me queda bien ninguna de las ideas que había tenido para rellenar (un interludio sobre Zeealor, por ejemplo).

Así que por primera vez desde que empecé (si no contamos la semana del accidente) me he saltado una entrada. No me gusta, me siento como si estuviera incumpliendo un contrato no escrito, pero mejor admitirlo y empezar a trabajar para que esta semana en la que estamos no pase lo mismo que pasarme un dia más frente al PC sin dar señales de vida.

Además, el sábado cumple dos años este rinconcito virtual y como podéis ver en la encuesta de abajo, ha ganado la opción del dibujo molón.



Así que si para el sábado quiero tener dicho dibujo acabado, más me vale ponerme las pilas.

El día 26, de veras. Tengo un festivo por el medio, tiene que darme tiempo por narices.

martes, 15 de junio de 2010

tercera parte, capítulo noveno






Pasadas las dos horas de receso la reunión había continuado. El Príncipe había regresado puntual y Zealor aprovechó la ocasión para, de nuevo, hacer saber a todos que si Faris se había retirado había sido con su venia. El príncipe tampoco reaccionó esta vez a su provocación. No era que Zealor esperara que el joven se le enfrentara allí mismo, pero le admiraba el modo en que su expresión permanecía impasible.

Estaba convencido de que le ocultaba algo y no se encontraba demasiado cómodo ante la idea de que algo se le hubiera escapado justo el día en que por fin arrancaba el plan.

No, dadas las circunstancias le hubiera gustado tener algo más de tiempo. Seguía sin saber qué había sido de Haze y del medioelfo ni que pintaba Dhan Hund en todo aquello. Pero ya era tarde. Tras años agonizando al final el Rey había muerto demasiado pronto. ¿Quién lo iba a decir?

Dejó a los nobles discutir por nimiedades. Ninguno de ellos había organizado nunca un funeral real y todos querían parecer sumamente preocupados ante su Alteza. Al Qiam ya le iba bien así. Si todo iba según sus cálculos, Meanley atacaría Leahpenn al amanecer. No tenía nada mejor que hacer hasta entonces y al fin y al cabo los recargados homenajes que algunos de los miembros del consejo planeaban nunca iban a llevarse a cabo.

Finalmente se decidió seguir la tradición y preparar el salón del trono a modo de Capilla Ardiente como se había hecho con los tres reyes anteriores, dando dos días al pueblo para pasar a presentar sus respetos antes de oficiar el funeral. No se habló de la coronación. Hubiera sido impropio y de mal gusto, pero el tema flotaba en el ambiente. En su lugar se habló de temas de seguridad en Palacio, de cómo iba a tener la guardia que ir con ojo andando como andaban traidores sueltos por la Nación y de que, lástima de luto, no iban a poder seguir buscándolos en un momento tan delicado para todos.

El Príncipe no aportó nada a las discusiones, pero no parecía, en absoluto, distraido. Al contrario, miraba con intensidad a quien fuera que tuviera la palabra en ese momento. Nadie más parecía darse cuenta, pero Zealor andaba buscando señales en Faris, algo que hablara de esa voluntad que creyó intuir la tarde anterior. El Príncipe no aportaba nada porque estaba demasiado ocupado midiendo a sus consejeros.

Así que cuando se dio por concluída la reunión del Consejo y tras las órdenes pertinentes todo el mundo se levantó para retirarse a descansar, fue Zealor quien se dedicó a observar y medir a su alteza. Varios nobles que no formaban parte del consejo pero que habían asistido como oyentes a la reunión como parte del protocolo se acercaron al joven para darle su pésame, entreteniendolo junto a la puerta, donde le esperaba su paje.

La atención de Zealor se desvió del Principe al muchacho, que mantenía la cabeza gacha y los hombros hundidos. Había algo en ese mozo pelirrojo que...

-Qiam -uno de los miembros del Consejo se acercó a él, obligándole a apartar los ojos del paje. Conocía al elfo, era el tío de Dhan Hund y uno de lso que más salícitos se había mostrado en la reunión, posiblemente buscando desvincularse de su sobrino y su traición-. ¿Puedo robaros unos segundos de vuestro tiempo? -El elfo de canosa melena esperó a que Zealro asintiera para continuar-. Es sobre mi sobrina...

-¿Vuestra sobrina? -Zealor fingió desconocimiento para demostrarle al elfo cuan poco importante era para el Qiam quien era y quienes integraban su familia.
-Layla Hund, señor, la esposa de mi sobrino Dhan.

-Oh, cierto, estais emparentado con Dhan Hund.

-Os juro, Excelencia, que ninguno de nosotros nos explicamos qué ha podido sucederle a Dhan para que os atacara de ese modo.

-Por supuesto, por supuesto. Nadie os acusa de nada.

-Por supuesto -repitió, lívido.

-Vuestra sobrina, ¿decíais? ¿Qué ocurre con ella?

-La acusáis también de traición, señor, junto con su hija, Alania. Debe de haber un error, Señoría.

-¿Insinuas que me he equivocado?

-¡Oh, no, Excelencia! Pero estuvimso hablandolo con mi esposa y creemos que es muy posible que Layla y Alania esten siendo obligadas por mi sobrino a seguirle. Si las capturaséis, pro favor, dejadme hablar con ella. Estoy convencido de que podría hacerla entrar en razón.

El Qiam casi sonrió. ¿Qué mas iba a dar nada de todo aquello al día siguiente? Así que se limitó a asentir, comprensivo.

-No creo que haya ningún inconveniente. Si existe la menor posibilidad de que pueda demostrarse la inocencia de tan dulces criaturas, no dudéis que yo y mis hombres haremos cuanto esté en nuestra mano. Y ahora, si me disculpáis...

El elfo asintió, pero para cuando el Qiam se volvió el príncipe ya se había retirado. Tal vez había vuelto a sus aposentos, o tal vez se dirigía a la habitación de su padre. El cuerpo ya debía de haber sido embalsamado y pronto empezarían los preparativos para instalar la Capilla Ardiente.

Zealor maldijo en su fuero interno y decidió que averiguaría de dónde había salido el nuevo paje del príncipe antes de iniciar sus propios preparativos. Debía asegurarse en ser el primero en reaccionar en cuanto les llegara la noticia del ataque de los humanos a Leahpenn.

Y debía asegurarse también de que el Príncipe era una de las primeras bajas. Muerto el perro, se acabó la rabia. Y con él fuera de juego ya no tendría que preocuparse de lo que fuera que tramaba con su fingida estupidez.

Le esperaba una noche muy larga.

lunes, 7 de junio de 2010

tercera parte, capítulo octavo




Las noticias que Jacob de Meanley estaba escuchando en ese momento eran el tipo de noticia que ningún superior quiere escuchar de boca de sus hombres. No porque fuera especialmente importante, sino porque hablaba de una incompetencia dificil de digerir. Uno de sus grupos de avanzadilla habían encontrado a su hija junto con un elfo bastante cerca de territorio humano y no sólo Mireah se les había escapado de forma bochornosamente fácil sinó que el elfo, a quien habían hecho prisionero, también había logrado huír.

Y la verdad era que no le importaba mucho. De veras. Hacía tiempo que había decidido que lo mejor que podía hacer su hija era morir en cualquier rincón del bosque. Era completamente inutil e intratable. No la echaba de menos. Y no tenía ninguna necesidad de un prisionero elfo que posiblemente no estuviera allí más que por casualidad.

Pero resultaba tan embarazoso...

-Fuimos traicionados, Alteza -se justificó uno de los hombres mientras uno de sus médicos cosía la brecha abierta sobre su ceja-. El muchacho tonsurado le ayudó.

-¿Tonsurado? -Jacob trató de hacer memoria, pero la verdad era que no había prestado demasiada atención a sus tropas.

-Un novicio que colgó los hábitos para seguirnos. Estuvo preguntando estupideces ayer frente a vuestra tienda. Tuve que echarlo a empeñones -Ishaack le refrescó la memoria-. Cuando nos han llegaod las primeras noticias hemos querido corroborar que fueran ciertas y hemos descubierto que nadie le ha visto en su unidad desde ayer por la noche.

-Ni a él ni a ese otro chico con el que había hecho buenas migas -puntualizó otro de sus hombres-. Rodwell, se llamaba.

-¿Rodwell?

El nombre despertó una alarma en el cerebro del príncipe de Meanley. De repente recordó al novicio y a su abad, en el castillo del rey. El abad Rodwell. El único que había cuestionado sus palabras acerca de los elfos. ¿Y ahora el novicio atacaba a sus hombres para salvar a un elfo la mañana después de huir con un muchacho delmismo nombre?

-¿Cómo es ese Rodwell?

Mientras los soldados describían al muchacho medioelfo Jacob se preguntó conestupor cómo podía haber estado tan ciego. Había hablado a las tropas un par de días antews, había compartido espacio con ellos y Jaron se había paseado impunemente delante de sus narices.

Su hija y un elfo cerca de sus tierras. El novicio y el medioelfo en su ejército. Alguien se la estaba jugando, ¿pero quien? ¿El Qiam? ¿El abad Rodwell? ¿Qué tenía el que ver con los elfos? ¿Podía ser que...?

-Buscad la abadía a la que pertenecía el novicio y detened a su Abad por conspiración con los elfos y magia negra.

-Pero... -Incluso Ishack le miró con asombro.

-El rey me dio libertad para luchar contra los elfos y su magia negra con todos mis recursos. El abad está en clara connivencia con esas criaturas y debe ser interrogado. Id. ¿O debo repetir la orden?

Ishack se cuadró y se llevó a algunos hombres para organizar la partida. Jacob se reclinó hacia atrás en su asiento y los observó salir de la tienda con el ceño tan fruncido que apenas se entreveían sus ojos bajo sus tupidas cejas. Nada de lo que le habían contado cambiaba en nada sus planes y aún así... ¿podía ser que hubiera más fuerzas en juego de las que ellso habían tenido en cuenta?

Se dio cuenta de que uno de sus hombres esperaba a que se le concediera permiso para hablar y centró su atención en él. Era de otra partida de rastreadores.

-¿Sí?

-Encontramos algo, señor. Una aldea. El capitán calcula que el ejército podría llegar hasta allí al anochecer.

¿Al anochecer? No era una hora muy buena.

-Nos acercaremos lo más que podamos sin correr peligro de ser vistos y atacaremos al alba -esperó a que sus hombres asintieran y luego alzó un brazo señalando la salida-. Id y preparad a los hombres para avanzar. Averiguad si alguien más a desertado durante la noche y quienes eran. Serán castigados cuando la guerra termine. Avisadme cuando esté todo listo para partir.

Cuando se quedó a solas por fin Jacob se permitió sonreír. En menos de veinticuatro horas el acero de sus hombres aplastaría las ridículas armas de madera que había visto cargar a los elfos toda su vida. Iba a ser una masacre. Llevaba toda su vida esperando ese momento y algunas veces había llegado a pensar que no llegaría. Pero ahí estaba por fin, al alcance de su mano.

Su destino se ponía finañmente en marcha y ni su hija ni el engendro medioelfo iban a poder hacer nada para impedirlo.