lunes, 6 de septiembre de 2010

tercera parte, capítulo vigésimo






Zealor Yahir estaba de bastante buen humor mientras se dirigia hacia la celda en la que le esperaba el prisionero que decía ser su difunto hermano mayor. Hasta hacía pocas horas los cabos que sentía sueltos le habían mantenido despierto e inquieto. Pero ahora esos cabos estaban a punto de ser atados y nada podía detener su plan.

Descubrir el disfraz de Alania Hund había sido un golpe de suerte tan inesperado que estaba incluso dispuesto a perdonarle a Faris que la hubiera paseado delante de sus narices durante todo el día. Había sido inteligente y osado, aunque por supuesto de haber durado muchos días la farsa la hubieran descubierto tarde o temprano.

La aterrada muchacha había intentado inventar una excusa a su presencia allí y Zealor había fingido escucharla con interés. Decía no saber donde esconderse tras su huída de casa y que había conocido a un muchacho llamado Taren cuyo tío trabajaba en palacio y había decidido hacerse pasar por él aprovechando que el tío del muchacho no se encontraba allí en ese momento.

No le creyó, por supuesto, pero la muchacha le puso voluntad y agallas, eso había que concedérselo. Adultos más curtidos se derrumbaban ante la idea de mentirle al Qiam. Y ella en cambio ya le había mentido dos veces. Así que decidió fingir de momento que pensaría si la creía o no mientras enviaba a sus hombres a buscar al tal Taren para confirmar su historia. El miedo a ser puesta en evidencia en su mentira entretendría la cabecita pelirroja de la muchacha lo suficiente como para que no se acordara de que la habían despertado buscando a Faris en mitad de la noche.

Faris... ¿donde se habría metido? No le importaba mucho. Lo importante es que estaba lejos y no podría escuchar lo que Jaron, si es que era Jaron, tuviera que decirle. Ni estaría en su lugar cuando por la mañana volvieran a sonar la alarmas. Para el rínicpe también había dado órdenes, pero esas no había dejado que las oyera la niña. Pero si entre el caos y la confusión del primer día el príncipe desaparecía la Nación no se iba a perder gran cosa.

Así que llegó junto a la puerta de la celda de un humor inmejorable sabiendo que sus enemigos habían intentado desbaratar sus planes pero no había servido más que para ponerse ellos en evidencia.

Esperó a que le abrieran la puerta y su capitán entrara, dejando una antorcha en el soporte y obligando al prisionero a ponerse en pie. Era imposible saber la edad exacta del elfo de la celda pues apenas quedaba piel en su rostro que no hubiera sido lamida por el fuego. Más de media cara era una cicatriz rosada y tensa, pero Zealor no necesitaba ver las arrugas de su rostro para saber su edad.

Era Jaron, sin lugar a dudas. Su hermano mayor que regresaba de entre los muertos. El color de pelo y se ojos, tan igual al de Haze, tan igual al de su madre, y los hombros anchos de su padre. Su silueta era igual a la de su padre cuando tenía su edad.

-¡Jaron! ¡Qué grata sorpresa me has dado esta noche, hermano! -Zealor abrió los brazos con teatralidad fingiendo ir a abrazarle, a lo que Jaron respondió con un par de pasos atrás.
-No me toques.

-Esta familia mía es tan fría... ¿No creéis, Capitán? -Zealor sonrió a su hermano, que le miró con gesto hosco, sin duda sorprendido de verle de tan buen humor. Eso sólo sirivó para ampliar su sonrisa.

-¿Donde está el príncipe Faris? -Quiso saber Jaron-. No hablaré si no es en su presencia.

-Pues me temo que en ese caso tendrás que esperar a mañana. Su Alteza decidió salir sin avisar a nadie y no sabemos cuando volverá. Aunque claro, puede que cuando regrese tenga que responder a un par de acusaciones de traición. ¿Sabes a quien escondía en sus aposentos? Ni más ni menos que a Alania Hund. Claro que tu no la conocerás. La hija de un amigo tuyo traidor a la Nación. Una muchachita malcriada y desobediente..

El brillo en los ojos de su hermano le dio a entender qué sabía perfectamente de quién le estaba hablando.

-Es sólo una niña. Ella no tiene nada que ver en todo esto.

-Oh, pero Jaron... Por supuesto que tiene que ver. Además, es mayor de lo que era Haze y eso nunca le eximió de su specados, ¿verdad? -Jaron no contestó a su provocación, pero su ceño se ensombreció ante la sola mención de su hermano pequeño-. Lo sabía -le dijo finalmente cmabiando de tema-, sabía que tú eras el motivo por el que Hund se había involucrado en esto sólo que no podía provarlo. La cabaña del bosque era tuya.

-Hasta que llegó Haze.

-Oh sí, Haze. Que fea costumbre tiene de arruinarlo todo, ¿verdad? Claro que no me extraña. Con nosotros como ejemplo... ¿cómo podía salir el chico?

-No me metas en tu mismo saco, Zealor. Yo no soy como tu.

-No, tu eres peor. Yo al menos no prentedí tenerle aprecio nunca. Sin embargo tú, su perfectísmo hermano mayor, le traicionaste de la forma más vil y rastrera que se pueda imaginar. Ni siquiera yo pude llegar a hacerle tanto daño ni queriendo.

-¿Traicionarle? ¿Yo? Fue él quien nos vendió a ti por despecho si no recuerdo mal.

-Pero es la verdad, Jaron. Tú traicionaste a Haze. Su modelo, su adorado hermano mayor del cual sólo reclamaba atención a gritos -Jaron cruzó los brazos sobre el pecho, retándole a darle forma a ese argumento, cosa que Zealor estaba dispuesto a hacer-. Vamos, hermano, debiste verlo. Por supesto que lo viste, en el mismo momento que te presentó a Sarai por primera vez. ¡Demonios! Yo lo veía y apenas reparaba en él. El amor que sentía por esa humana era tan evidente que dañaba a la vista. Y tu lo viste, cada día de los que pasaba con vosotros, quisieras verlo o no, y aún así se la robaste. Porque tú también la amabas, por supuesto, y te pareció motivo suficiente para ejercer tu derecho de hermano mayor.

Jaron bufó una media carcajada.

-Haze no amaba a Sarai. Está ahora con esa otra humana...

-Oh, sí, la no-tan-hermosa princesa Mireah... No te engañes. Juegue a lo que juegue Haze, sí amaba a Sarai. Tal vez, como tú, quiera convencerse a sí mismo de lo contrario. No importa, no cambia el hecho de que tú lo sabías, lo supiste siempre, y aún así condenaste a tu hermano pequeño a una vida sin amor. Tú, cuyo deber era cuidarle y asegurar su bienestar tras la muerte de nuestros padres. Pero le dejaste a mi cargo para fugarte con la mujer que amaba aún sabiendo que yo nunca le profesé cariño alguno, no de verdad.

-¿Ni cuando era pequeño? -Por lo visto a Jaron le costaba creer eso.

-¡Por favor, no me ofendas! Entonces menos que nunca. Cada vez que se escapaba de casa esperaba con el corazón en un puño a que me dierais la noticia de que se había caído por un barranco y se había desnucado, pero nunca tuve esa suerte.

-Eres un monstruo -siseó Jaron dando un paso hacia él, pero su capitán se interpuso entre ellos.

-Dijo el elfo al que da asco mirar -Zealor hizo un gesto a su capitán para que se apartara, dando a entender que no temía a su hermano mayor. Ya no. Fuera cual fuera la fuerza que tuvo una vez Jaron para que todo el mundo le amara con sólo verle se había desvanecido junto con su rostro. Tal vez una vez su voluntad hubiera podido mover montañas, pero ahora la súnicas montañas que Jaron podría convocar jamás serían las formadas por las piedras que los niños le arrojaran al verle.

Eso sabía casi mejor que saberlo muerto.

-No sé que pretendes con todo esto Zealor, pero si esperas que me me eche a llorar y le pida disculpas a Haze estas perdiendo el tiempo -le informó su hermano tras un silencio.

-Tranquilo, eso ya lo sé. Lo que no viene si no a reforzar mi argumento de que, nos guste o no, él es el único bueno de los tres. Pero, en fin, ¡basta de charla! Tengo preguntas que hacerte y tú tienes respuestas que darme.

-Ya te he dicho que no hablaré si no es en presencia del príncipe Faris.

-Y yo te digo, hermano, que hablarás. Me vas a contar cómo sabes lo del ejército humano y me lo vas a contar antes del alba -y mientras hablaba hizo otro gesto a su capitán, que cerró la celda tras ellos- y si quieres que tu cara sea lo único desfigurado que tienes, empieza a hacerlo por las buenas.