viernes, 15 de mayo de 2009

Segunda parte, Capítulo segundo







No sabía muy bien porqué había decidido no ir hasta Naoine'ar en persona cuando había llegado el primer mensajero, pero el Qiam se arrepintió pronto de ello con la llegada del segundo.

Bien, ¿para qué engañarse? En realidad sí lo sabía. El primer mensaje decía que habían capturado a un elfo cuya descripción coincidía con la de Nawar Ceorl, pero no lo aseguraba. No había querido desplazarse en vano. Además, en caso de ser cierto demostraba cuan poco le interesaba realmente Ceorl.

Pero medio día después de enviar a sus hombres hasta la otra punta del Reino recibió la visita de un segundo mensajero, esta vez de los suyos, con la noticia de que el prisionero había escapado.

-¿Cómo?

El mensajero bajó la cabeza.

-El Oficial al cargo del destacamento de Naoine'ar no estaba muy seguro, señor -reportó-. Por lo visto, la aldea fue atacada por bandidos y cuando quisieron darse cuenta el prisionero no estaba. No descartamos la posible negligencia del oficial, señor.

-¿Bandidos? ¿Tan al este?

-Dice el oficial que abundan en épocas de malas cosechas.

Zealor sonrió, poniéndose en pie. Empezaba a dibujarse una idea en su cabeza y no era del todo desagradable. Según las cuentas del estado la región este había pagado todos sus impuestos con prontitud ese año.

Cogió su capa y se la ciñó a los hombros.

-¿Te pareció que los campos estuvieran especialmente secos? -Le preguntó a su mensajero, indicándole que le siguiera.

-La verdad es que no, señor -respondió el elfo, caminando unos pasos por detrás como requería el protocolo-. Pero había signos más que evidentes de ataque en el pueblo, Señor, y los testigos así lo corroboraron...

-No dudo que fueran atacados, sólo dudo que fueran bandidos.

-¿Cómplices de Ceorl? -el joven mensajero era más rápido siguiendo su hilo de pensamiento que siguiendo sus pasos. Estaba quedándose atrás. Debía de estar realmente cansado.

Salieron al patio y Zealor se detuvo un momento a contemplar el cielo estrellado. La noche era avanzada, pero había suficiente luna como para viajar por los caminos principales.

-Eso mismo pensaba yo -fue todo cuanto dijo, empezando a caminar de nuevo hacia los establos.

Allí empezó a ensillar uno de los caballos él mismo.

-¿Vais a partir ahora? Señoría, Nanoine'ar está muy lejos.

Zealor sonrió de nuevo, divertido.

-Lo sé. Por eso vas a ir tu a Naoine'ar con el más veloz de mis caballos, a decirles a mis hombres que me vengan a buscar a paso de Cunnartan donde les estaré esperando -acabó de ceñir las correas de la silla y le ofreció las riendas al joven soldado.

El elfo las tomó sin protestar a pesar de las más que evidentes muestras de cansancio en su rostro. Varias preguntas bailaban en su ceño medio fruncido, pero no iba a formularlas. Era un buen soldado y por tanto sabía cuando su señor estaba dispuesto a compartir información y cuando no.

-¿Algo más, señor?

-Sí, que detengan al Oficial de guardia de ese pueblucho y lo sustituyan por alguien de confianza mientras se aclara este asunto.

El joven se cuadró.

-Así se hará.

-Y sobretodo no te entretengas, no quiero tener que esperar demasiado.