jueves, 13 de noviembre de 2008

Capítulo vigésimosegundo




Nawar no regresó a su casa esa noche como había sido su primera intención, si no que envió una nota a su madre diciéndole que, oyera lo que oyera, no se preocupara, que él se encargaba de todo, y, después de asegurarse de que iba a ser entregado, regresó a la Casa Secreta.
La conversación con su señor le había tranquilizado enormemente, pues le había arrancado una promesa. Y, opinara lo que opinara de él en otros aspectos (era demasiado cauto, por ejemplo, y eso no era siempre una virtud), sabía que nunca rompía una promesa.
Así que sabiendo a su tía Noaín en buenas manos, había regresado a la cueva. El ambiente que había dejado era cuanto menos tenso y, al contrario que su señor, ninguno de los habitantes de la cueva había dado muestras de ser excesivamente sensato.
Y cuando llegó a la cueva y encontró a la princesa en la entrada, de pie, antorcha en mano, rígida como un palo y temblorosa como una hoja, sus peores sospechas se vieron confirmadas.
-¡Haze! -La humana se volvió hacia él con un respingo al oírlo llegar. El alivio de su rostro se tornó decepción en cuanto le vio-. Oh. Eres tú.
Nawar se guardó de bromear, pues vio que no era el momento. En lugar de eso, se acercó a la princesa en un par de zancadas mientras los dos Jarons salían al exterior y le dedicaban sendas miradas de “vaya, es sólo Nawar.”
-¿No ha regresado?
La humana negó con la cabeza, tal vez en un intento de serenarse y tragarse las lágrimas que asomaban a sus ojos.
-La zona está llena de patrullas. Seguro que está escondido esperando el mejor momento -Nawar trató de quitarle hierro al asunto con un ademán.
-Tú los has sorteado -le recordó Jaron, el joven, en ese tono frío que Nawar empezaba a reconocer y al que había bautizado como su “caparazón”.
-Cierto. Pero yo soy ágil, hábil, hermoso y modesto -comentó, enumerando sus virtudes con l0so dedos-. Y Haze no -intentó una sonrisa que no fue muy bien recibida, así que suspiró-. Pero Haze es cauto y tiene dos dedos de frente.
-Sí, cautísimo -murmuró el otro Jaron, mostrando que estaba realmente preocupado, aunque Nawar no supiera si por su hermano o por sí mismo.
El joven elfo miró hacia el cielo. Era tarde, demasiado. No era el momento de andar buscando a nadie por el bosque. Haze ya era mayorcito. Sabría cuidarse solo. Y si no... Al fin y al cabo, lo más importante era proteger al muchacho. El mismo Haze se lo había dicho en más de una ocasión.
-Sea como sea, ahora no podemos hacer nada. Lo único que conseguiríamos sería perdernos nosotros.
-Eso mismo ha dicho Mireah -masculló el muchacho con resquemor, posiblemente enfadado porque ningún adulto parecía ir a hacer nada.
-Pues me alegro mucho que hubiera alguien con cerebro por aquí en mi ausencia -fue la respuesta de Nawar, que no tenía ganas de alargarse en ridículas discusiones con un adolescente-. Y ahora vamos para adentro antes de que los soldados anteriormente mencionados vean nuestra luz.
-Pero... -la humana apretaba la antorcha con tanta fuerza que sus nudillos estaban blancos.
Nawar le pasó una mano por el hombro a ella y otra a Jaron mientras los conducía al interior de la cueva con delicadeza.
-Haze estará bien, ya veréis. ¿Creéis de veras que se va a dejar coger cuando tiene tan buenos motivos para seguir libre?


Zealor estaba acabado de ordenar y firmar unos papeles en su despacho cuando alguien llamó a su puerta. Uno de sus soldados asomó la cabeza con gesto nervioso.
-Sé que habéis dicho que no se os moleste, mi señor, pero alguien quiere veros -carraspeó-. Dice que es muy importante.
-Y tú le habrás dicho que estoy ocupado y que no voy a recibir a nadie -el Qiam no lo preguntaba.
-S-sí, señor. Pero ha insistido. Ha dicho que cuando le presentara estarías interesado.
-¿Y bien? -A su pesar, la curiosidad de Zealor se vio agitada.
-Dijo llamarse Haze... Haze Yahir, señor.
El gesto huraño de Zealor se convirtió en una sonrisa.
-El hijo pródigo regresa por su propio pie -se puso en pie-. Hazle pasar. No está bien hacer esperar a la familia.
El soldado, las cualidades del cual incluían el no hacer preguntas estúpidas, se cuadró y salió, entrando acto seguido con Haze.
El Qiam observó a su hermano, a quien no había visto desde hacía tal vez quince o dieciséis años. Era delgado y no parecía muy fuerte, y su pelo surcad de canas le confería una edad que no tenía aún, todo debido al encierro y a mala alimentación. Aún así, en sus rasgos se adivinaba parte de la belleza Yahir. Zealor observó con ironía que, de haber crecido en libertad, Haze se hubiera parecido terriblemente a Jaron.
-Déjanos -le dijo al soldado.
Y este obedeció. Eso le dejó a solas y en silencio, con tiempo para observarse y sopesarse. Al fin y al cabo, Haze tampoco le había visto a él en dieciséis años.
-Vaya, vaya... ¿Quien lo iba a decir? Haze... ¿No vas a abrazar a tu hermano?
Haze torció el gesto.
-Vete al cuerno, Zealor. Sabes perfectamente por qué estoy aquí.
La sonrisa del Qiam se ensanchó.
-Por supuesto. Por la buena, encantadora e inocente Noaín.
Haze asintió, tenso.
Zealor se sentó y le indicó a su hermano con un gesto que hiciera lo propio. El joven se sentó, pero no se relajó en lo más mínimo.
-¿Y que te hace pensar, mi querido hermano, que vas a poder hacer algo al respecto?
Haze tomó una fuerte inspiración antes de hablar. Luego suspiró largamente. La verdad es que le estaba poniendo agallas al asunto.
-Por que yo te intereso más. Si la dejas libre, me entregaré.
Zealor estalló en una carcajada.
-¡Pero si ya lo has hecho, imbécil! ¿Crees de veras que vas a salir de aquí?
Esta vez le tocó a Haze sonreír.
-No, sé que no. Pero no puedes arriesgarte a forzar mi encierro y seguir con la ejecución de Noaín.
-¿Ah, no? -Zealor estaba cada vez de mejor humor. Ni planeado le hubiera podido salir más redondo. Así que decidió permitir a su hermano su segundo de gloria. ¡Qué demonios! Se lo merecía-. ¿Tienes un as en la manga?
-Tal vez. Porque no tienes la menor idea de donde está el muchacho. Y apuesto lo que quieras a que tanto tú como Meanley daríais lo que fuera por saber donde encontrar a la princesa.
-¿Y tú me vas a decir donde están?
-No seas estúpido, Zealor, no te pega.
-¿Entonces?
-Si las cosas no salen como han de salir, si Noaín no es liberada mañana... Tal vez otras personas les encuentren antes que tú. Tal vez he dejado instrucciones, direcciones a las que acudir...
Zealor aplaudió de buena gana.
-Bravo por mi hermanito, que ya es todo un hombre. ¿Es un farol improvisado o llevas toda la tarde preparándolo?
-Arriésgate -No había titubeo en sus ojos violeta.
Zealor mantuvo su sonrisa sin ocultar un pequeño atisbo de orgullo. Todo un hombre, sin lugar a dudas. ¿Quién lo hubiera dicho del idiota de Haze?
Y al fin y al cabo, la vieja le importaba un comino.
-Trato hecho -y le tendió una mano-. Noaín será liberada mañana.
-¿Y Salman?
-No tientes tu suerte, tú tampoco te puedes arriesgar.
El menor de los Yahir tomó su mano, sellando el pacto. O casi.
-Promételo.
-Haze... Lo estabas haciendo muy bien...
-Por papá y mamá. Promételo.
Zealor rió de nuevo.
-¿No estás siendo melodramático?
-Promételo -insistió el joven.
-Está bien. Lo prometo, por el alma de nuestros padres, esté donde esté en estos momentos.
Y eso pareció satisfacer a Haze, que apretó un momento su mano antes de soltarla con un gesto de aversión.
Luego miró alrededor con el mismo mohín de desagrado.
-No mereces nada de todo esto.
-Claro que sí, Hazey. Estudié durante muchos años para llegar hasta aquí.
-Sabes a qué me refiero.
-Oh, por supuesto. Maté a mi hermano y a mi cuñada. Pero fue todo por el bien de la Nación, peque.
-No me llames así.
Zealor se acercó a la puerta para avisar a sus hombres y que llevaran a Haze al lugar que le correspondía, algún agujero oscuro, húmedo y maloliente como aquel del que no debería haber salido jamás. Sin embargo antes de abrir se detuvo, rindiéndose a un instinto de no sabía muy bien qué. ¿Curiosidad? ¿Interés? ¿Simple malicia?
Se volvió de nuevo a su hermano y sin dejar de sonreír, preguntó:
-¿Es cierto que se parece a mí?
El ceño de Haze se frunció, pero no pudo ocultar su miedo.
-Olvídate de él. No vas a ponerle un dedo encima a ese chico.
-¿Y quien va impedirlo?
Su hermano menor apretó la mandíbula, callándose todo lo que sin duda pasaba por su cabeza.
-Alguien te parará los pies, Zealor -fue todo cuanto dijo finalmente.
¿Melodramático, había dicho antes? Tragicómico, eso es lo que era Haze.
Zealor le sonrió una última vez antes de volverse para abrir la puerta.
-Tal vez sí, pero ¿sabes qué? Tú no vas a estar vivo para verlo. Y eso, mi queridísimo hermano, va a hacer que todo esto valga la pena.