sábado, 13 de junio de 2009

Segunda parte, Capítulo sexto




Tras los saludos de rigor, Haze guió a Nawar al interior de Fasgaid, sorteando escombros y maleza. El elfo ya estaba acostumbrado, pero su amigo de infancia no lo estaba y Haze no pudo evitar sonreír al oírle maldecir pro segunda vez.

-Ya queda menos -le aseguró, abriendo la puerta de la antigua biblioteca de su padre-. La cocina está casi entera.

-Que consuelo... -el rubio miró a su alrededor al cruzar el umbral, sorprendido tal vez del tamaño de la estancia-. Como os lo montáis los ricos, ¿eh? -dijo con cierta acritud.

-Ya sabes. Nos encanta derrochar en nuestras ruinas... -respondió tranquilamente a su provocación.

Nawar alzó una ceja.

-Pareces de buen humor.

-Lo dices como si fuera algo malo.

El joven gruñó, pero no añadió nada más, pues Haze había abierto la puerta de la cocina, donde Dhan Hund y Mireah esperaban.

Hund recibió a Nawar con un enérgico golpe en el hombro, pero la humana apenas sí inclino la cabeza en su dirección. Haze sabía qué debía de estar pasando por su cabeza. Nawar había regresado solo y lo que hubiera podido pasarle a Jaron la llenaba de ansiedad, así que se acercó a ella y le tomó la mano.

Luego se volvió hacia Nawar.

-Toma asiento -le ofreció-. ¿Tienes hambre?

El joven miró a la humana y al pelirrojo, cuyos rostros ansiosos parecían querer arrancarle a gritos un relato y luego se volvió de nuevo hacia Haze.

-Sí -admitió, sentándose.

-Bien -y soltando la mano de la princesa, Haze fue hasta las encimeras y llenó un plato con el contenido de una de las ollas. La noche anterior había sido un estofado bastante decente. El elfo sospechaba que ahora no lo sería tanto, pero no tenia nada más a mano-. Buen provecho -le deseo mientras dejaba el plato sobre la mesa y tomaba asiento a su vez.

Mireah y Dhan les imitaron y se sentaron. Durante un rato, Nawar comió en un incómodo silencio. El joven no levantó la cabeza del plato, pero no dejó de mirarles de reojo. Hund se mordía las uñas en un intento de no saltarle al cuello al joven elfo y zarandearlo hasta que hablara de una vez y Mireah jugueteaba con los dedos de Haze, mirandole apenas de soslayo, como preguntándole porque se lo tomaba con tanta calma.

La verdad era que no estaba calmado, en absoluto. Llevaba tres angustioso días con un nudo en la boca de estomago, con la acuciante certeza de que la vida de todos se había ido al garete por su culpa. Si no apremiaba a Nawar era porque, en cierto modo, prefería no saber. La falta de noticias, dicen, son buenas noticias.

Pero Nawar finalmente se acabó su plato y lo apartó, levantando la cabeza.

-¿Nos dejamos de fingir que no os morís de ganas de oír lo que tenga que contaros? -dijo, su tono, como siempre, no exempto de un cierto desafío.

-Me parece bien -respondió Mireah apretando más la mano de Haze.

-Y a mí -la apoyó Dhan, recostando la cabeza en su mano, el codo sobre la mesa-. Te escuchamos.

-Ya... -el elfo se revolvió los rubios rizos y carraspeó-. Veréis... después de soltar al Qiam...

-Así, ¿le soltasteis?

-¿Qué íbamos a hacer con él?

-¿Matarle? -Preguntó Dhan.

Nawar hizo un mohín.

-Er... No. No hubiese sido buena idea... Aunque no somos enteramente estúpidos. Antes le hicimos prometer que no se vengaría en nuestros familiares, por supuesto. No sé cuanto valor le da Zealor a su alma inmortal -dijo, mirando a Haze, como si él supiese la respuesta-, pero teníamos que intentarlo.

Haze se encogió de hombros.

-Le dé o no importancia, si lo prometió es posiblemente porque crea que no le va a servir el mismo truco dos veces.

-Tanto da, entonces. Al menos eso quiere decir que Alania está segura con su madre.

-Lo dices muy convencido -el tono de Dhan bien podía haber sido un gruñido.

-Bueno, el rastro que ella y Yahir tomaron se dirigía hacia Leahpenn. ¿Adonde más iba a llevarla, si no?

Dhan admitió con un nuevo gruñido que posiblemente tuviera razón. Haze estaba convencido de ello. Independientemente de lo mucho que le odiara a él, Jaron no hubiera abandonado a la muchacha sin dejarla en un lugar seguro.

-Así que le soltasteis -Mireah les hizo regresar al tema-. ¿Y luego?

-Fuimos a buscaros a la Casa Secreta. Vimos que no estabais, pero el chaval descifró vuestro mensaje.

-¿Y donde está? -a su princesa no le gustaba andarse por las ramas.

-Oh. Eso... -el elfo hizo un mohín. Sin duda sabía que era lo que todos querían saber y no parecía preparado para darles una respuesta. Finalmente suspiró-. ¿Sabéis qué? Da igual. Me había preparado una bola fabulosa en la que el chico estaba en un lugar seguro hasta que las aguas se calmaran. Pero eso era hasta esta mañana. Tal y como están las cosas creo que me apetece más deciros la verdad.

-¿Le tiene el Qiam? -los peores temores de Haze estaban concentrados en la pregunta de Dhan.

-¡Oh, no, no! Nada tan dramático.

-¿Entonces qué? -La princesa alzó la voz ligeramente, irritada.

-Quiso regresar a su casa.

-¿Su... casa? -Hund frunció el ceño.

-¡Con los humanos! -Le espetó Mireah, poniéndose en pie de repente y volviéndose de nuevo hacia Nawar-. ¿Le dejaste regresar sólo a tierras humanas? ¿Es que no tienes nada debajo de los rizos?

-El chico ya es mayorcito. ¿Qué tenía que hacer? ¿Secuestrarlo y llevarlo conmigo? ¿Darle un puñetazo para que obedeciera? Porque eso hubiera mejorado su opinión sobre los elfos seguro.

-Tú eras el adulto. Era tu resposabilidad. Si le pasa algo...

-¡A mí no me carguéis con el muerto! No fui yo el que se fue sin esperar al resto.

-¿Estás insinuando que es culpa nuestra?

-Mía te aseguro que no es.

Mireah abrió la boca para contestar, roja de ira, pero Haze la tomó del brazo y tiró de ella. La humana se volvió hacia él, furiosa pro la interrupción, pero se sentó de nuevo en un indignado silencio cuando entendió que el elfo quería intervenir.

-No creo que sea el mejor momento para buscar culpables ahora. Lo hecho hecho está y no ganaremos nada enemistándonos entre nosotros.

Nawar suavizó su gesto.

-Te juro que intenté hacerle entrar en razón...

-Te creo.

-Eso no cambia el hecho de que fue una irresponsabilidad -insistió la princesa.

-Mireah...

-¿Qué? En el mejor de los casos, aunque eluda a los soldados de mi padre, está por ahí solo.

-Por lo que él mismo me contó, llevaba meses de viaje cuando llegó a Meanley y siempre se las había apañado muy bien. Jaron es un chico muy capaz y muy hábil.

-Por capaz que sea, sigue estando solo.

Haze hubiera querido poder explicarle a Mireah porqué creía que eso era lo mejor para el muchacho. Su compañía no le había aportado nada bueno. Desde que llegó a su vida Haze supo que Jaron se iría tarde o temprano. Si bien era cierto que durante unos días él mismo llegó a creerse que podían ser una familia, también era verdad que algún día se hubiese dado cuenta de que ni su padre ni él tenían nada que ofrecerle que no le hubiesen ofrecido ya. Tal vez hubiese tardado una semana más, o un mes. Todo ese feo asunto de Zealor no había hecho si no acelerar el proceso.

Pero Mireah no lo hubiera entendido. Ni ella ni Dhan ni Nawar, que le miraban expectantes.

-Bueno, ahora que ya no hemos de esperar a nadie más, podemos ir a buscarle.

La princesa le sonrió, agradecida. Nawar, sin embargo, se mordió el labio.

Haze recordaba ese gesto de cuando eran pequeños. Solía usarlo cuando su tía empezaba a regañarles a media explicación. Quería decir que aún no lo había contado todo y que lo que quedaba de relato tampoco les iba a gustar.

-¿Qué pasa?

-El príncipe quiere conocerte.

Eso era lo último que cualquiera de los presentes hubiera esperado oír en ese momento.

-¿Qué?

-Bueno, de hecho quiere conoceros a todos -continuó Nawar como si llevaran toda la tarde hablado del tema-. Aunque es posible que a Dhan ya lo conozca.

-¿Te refieres a Faris? Sí... sí -Hund, desconcertado, no pudo más que seguir el hilo iniciado-. Mi tío es miembro del consejo -luego sacudió la cabeza, como tratando de despejarla-. ¿Pero por qué iba Faris a querer conocer a Haze? ¿Y por qué tu...?

Dejó la pregunta inacabada, suspendida.

¿Por qué tu le conoces?

-Es una larga historia...

-Pues empieza a contarla ahora -pidió Mireah con el ceño fruncido.

Dhan esbozó una mueca.

-Sí, y que tenga final feliz.