lunes, 11 de julio de 2011

tercera parte, capítulo trigésimo octavo







Haze no podía creerse que Mireah hubiera preguntado aquello. ¿De donde lo había sacado? ¿Se lo habría dicho Nawar? Habían estado dos días fuera y eso era mucho tiempo para muchas confidencias, y aún así... No imaginaba a Nawar sacando el tema siquiera. Pero Jaron... Cualquiera de los dos Jarons, de hecho. Su hermano tenía razones para desear su miseria y su sobrino... No sabía muy bien donde se encontraban ahora su sobrino y él, en que tipo de terreno pantanoso se movían.

“¿Y si te lo hubiera pedido Sarai?”

Y lo peor era que ninguno de ellos parecía ser capaz de entender lo que él apenas había necesitado horas para comprender. No le importaba demasiado lo que los demás pensaran, pero ella... Que su princesa estuviera tan ciega como ellos le partía el alma.

Se detuvo a un gesto de Dhan, intentando encontrar la voluntad de centrarse en la tarea a realizar.

-Parece que tenías razón, Yahir. Apenas se ve un alma en las calles -le dijo sacando la cabeza discretamente por una esquina.

Dos o tres calles más abajo aún se veía pasar a alguien en dirección al Castillo, pero a parte de eso.... Los comercios, que a esa hora deberían estar abriendo, parecían desoladoramente abandonados y tristes. La Nación entera se sentía abandona y triste, supuso, aunque a él el difunto Rey nunca hubiera llegado a interesarle. Por supuesto, todo era parte del Luto. Zealor había contado con ello papara entregar a los humanos una Nación adormecida y desolada.

Irónicamente, por una vez, lo que favorecía a Zealor también les favorecía a ellos.

-No siempre voy a estar equivocado -fue su respuesta, esbozando una media sonrisa que en realidad no sentía-. Al menos no tendremos que jugar a las escondidas.

Y, cubriendo sus cabezas con sendas capuchas, ambos elfos se encaminaron hacia la Calle Principal.

Era extraño e inquietante caminar por una ciudad normalemtne viva y bulliciosa como la Capital en ese silencio tenso.

-¿Cuanto crees que tardará Zealor en decirle al pueblo que el príncipe heredero no ha llegado?

-Poco. Pronto hará tres horas que ha salido el sol.

Haze chasqueó la engua, pero sabía que Dhan tenia razón. NO tenían mucho tiempo antes de que corriera la voz de alarma. Con la tranquilidad reinante era el momento de entrar en el Castillo y contactar con alguno de los amigos de Dhan.

Claro que había prometido echar un ojo y volver...

No tardaron en llegar a la cuesta desde donde el castillo dominaba toda la ciudad. Algunos mendigos y feriantes esperaban a un lado del camino, claramente inquietos a esas alturas, a que el funeral terminara y ellos pudieran sacar algún benficio, por exiguo que fuera, sin incurrir en la furia del Qiam. Haze estuvo tentado de decirles que se fueran a sus casas, que volvieran a lso caminos, que ese día no iba a haber dinero, pero se contuvo, siguiendo a Dhan hacia el grues de la gente que se agolpaba junto a la entrada principal.


Parecía que el patio del castillo estaba a rebosar y la gente que no había llegaod a tiempo intentaba en vano entrar.

Esta toda la maldita Nación en este patio -masculló Dhan, su tupido ceño fruncido.

-Va a ser imposible entrar -Haze se sintió extrañamente aliviado de no tener que decidir pro si mismo hasta donde llegar-. Habrá que espera a que el gentñio se disuelva para abordar a tus amigos.


-Hum -fue la respuesta de Dhan.

El pelirrojo ni siquiera se volvió a mirarle. Su ceño seguía fijo en la abarrotada entrada.

-¿Qué ocurre, Dhan?

-Jaron puede estar ahí adentro ahora mismo.

Por supuesto.

-Prometimos echar un vistazo y volver -le recordó.

-Lo pometiste tú, Yahir, no yo.

-¡Oh, vamos! No me vengas con esas ahora, Dhan. Creo que somos mayorcitos para ello.

-No me importan ninguna de vuestras disputas. Jaron es un buen hombre y está ahí encerrado por querer ayudar.

Haze sintió que la sangre le subía a la cabeza y le abrasaba en las mejillas. Que a él, de entre todas las personas del mundo, le saliera con esas...

-¿Crees que yo no quiero salvarle? ¿Es eso? ¿Crees que como él yo me alegro de lo malo que pueda ocurrirle? -Dhan se volvió por fin a mirarle, las cejas enarcadas, y eso aún le enfureció más-. ¡Dioses! Si de mi dependiera estaría trepando el muro si hiciera falta y no me detendría hasta encontrarle. Me cambiara por él de nuevo si fuera posible, Dhan, créeme, pero no lo es. No hay modo de entrar mientras dure el funeral. Por no mencionar lo que sería de los que hemos dejado en el bosque si nos ocurriera algo.

El pelirrojo le sostuvo la mirada, como calculando una respuesta. No parecía nada convencido.

-¿Sabes porque Mireah parecía tan reacia a dejarme venir?-. Le confesó entonces-. Porque hace unas horas, cuando aún creía que Fasqaid iba a ser nuestro refugio por un tiempo másm he estado a punto de salir a hurtadillas para venir a buscarle.

-¿Entonces? ¿Qué te detiene?

-¡Mierda, Dhan! Me detiene que Mireah y Jaron no van a estar a salvo mientras yo arriesgo mi vida y posiblemente la pierdo. No están en lugar seguro, con comida, techo y camas cómodas, y si Zealor nos trapa en una incursión suicida, ¿qué será de ellos? -De repente su enfado empezó a enfriarse y la realidad de sus frustradas esperanzas se presentó clara y contundente-. Esperaba... Cuando dije de venir al castillo mentí -otra confesión, más resignada esta vez-. A medias, al menos. Esperaba llegar a aquí y que todo pareciera más facil, pero... No lo parece. No lo parece en absoluto.

-Así que vamos a dejarle ahí -Dhan sonaba acusador como sabía que no había sonado cuando su hermano había decidido no participar en su rescate, y aún así...

Haze cerró un momento los ojos llevándose una mano a la sien. Empezaba a estar mareado. Le había dicho a su sobrino que estaba descansado, pero era mentira. El efecto de la medicina estaba agotándose, como indicaba el dolor de cabeza que le estaba causando esa conversación. Pronto empezaría a dolerle el hombro de nuevo, pero de eso ya se ocuparía llegado el momento.

-Dhan, por favor...

El pelirrojo no dijo nada más. Tan sólo gruñó, dando media vuelta y deshaciendo el camino andado.

El respeto y el cariño de la gente que le rodeaba, el que creía haberse ganado por fin en las últimas semanas, se estaba esfumando por momentos. Las zancadas airadas del corpulento elfo eran una prueba más de ello. Primero Jaron, luego Dhan... incluso su Princesa... La vida plena con la que siempre había soñado y que durante unos pocos días había arañado con la punta de los dedos no había sido más que una ilusión. Nawar había desaparecido, posiblemente asesinado por los humanos, y pronto todos ellos le seguirían, hicieran lo que hicieran. Zealor ya había ganado. Sólo estaban postponiendo lo inevitable.

Echó un vistazo a la puerta de nuevo, donde los guardas parecían estar teniendo problemas para contener al gentío sin usar la violencia, y luego a Dhan, que ya le aventajaba en al menos cien metros. Y no parecía ir a volverse en breve para ver si le seguía o no.

Era una buena persona, de veras. A pesar del odio que le profesaba lo había arriesgado todo por salvarle la vida. Familia, posición, bienes. Su propia vida. Cuidaría del chico y de la princesa y lo haría bien.

Mordiéndose el labio y tragándose el miedo que ya le atenazaba las entrañas, Haze dio media vuelta y echó a correr hacia las puertas del castillo, abriendose paso a codazos entre la gente, ignorando el dolor del hombro y los golpes en los costados.

Los dos nunca hubieran podido entrar, pero uno solo... Y si lograba encontrar a Jaron y salvarlo, si lograba hacer una cosa bien en su vida... Tal vez entonces morir no sería tan grave, tal vez no moriría tan solo y abandonado. Si conseguía ser algo más que un estorbo inutil...

Aprovechó un momento en que los guardia parecñian estar empujando a un grupo de mujeres cargadas con fardos y se coló, junto con otra decena de personas, hacia en interior del patio. Allí no se detuvo y avanzó como pudo, a codazos, a empujones, sabiendo bien que buscar a pesar de no haber estado nunca en el castillo.

Las campanas que anunciaban el inicio del funeral empezaron a sonar mientras Haze trataba de abrirse paso hacia las mazmorras. Zealor acababa de dar a Faris por muerto. Esperaba que fuera el último de sus amigos que se llevara.