domingo, 22 de noviembre de 2009

segunda parte, capítulo vigésimo octavo





Mireah se había sentado junto a él en la cama y le tomaba las manos mientras que Nawar y Dhan se quedaron un poco atrás. Haze agradeció que todos se hubiesen abstenido de abrazarle mientras les explicaba que el doctor acababa de recolocar su brazo, intentando que la anécdota sonara más divertida que dolorosa. En realidad se sentía demasiado cansado para tanto alboroto, pero no sabía muy bien como negarse a sus atenciones. Además, tener sus manos entre las de Mireah era tan agradable…

-Debiste avisarnos de que te dolía –le riñó la princesa acariciando su frente.

-No quería molestar –fue su respuesta.

Era mentira, y sus miradas de preocupación y sus sonrisas de indulgencia le hacían sentir aún más miserable, pero era preferible dejarles creer que era mejor persona de lo que en realidad era que confesar que simplemente había perdido la costumbre de quejarse, que hacía demasiados años ya había decidido que no iba a volver a llorar ni a quejarse de dolor, que no servía más que para recibir más dolor. Una costumbre de cincuenta años es difícil de perder, pero no lo hubieran entendido y hubiera generado protestas y preguntas a las que no tenía ganas de responder.

Por suerte para él la puerta se abrió en ese momento, dejando entrar al príncipe Faris. Era un muchacho serio, de eso se había dado cuenta a los pocos minutos de conocerle, pero ahora se mostraba más serio de lo habitual. Un gesto suyo y el criado, que había acabado de vendar la espalda de Haze y se encontraba recogiendo las gasas empapadas en sangre, salió de la habitación con una inclinación.

-Sentaos, por favor -ofreció a Nawar y Dhan, y ambos acercaron sendas sillas. El príncipe, sin embargo, permaneció en pie -Espero que hayáis dormido bien -dijo cuando estuvieron acomodados-. Ciertamente, se os ve más descansados.

-Hemos dormido muy bien, Alteza -respondió Dhan-. Vuestra hositalidad ha sido un honor inesperado.

-Una bendición -añadió Mireah.

-Mi hogar es vuestro hogar mientras dure este desafortunado asunto -el joven elfo se veía incómodo, o al menos eso le pareció a Haze. Posiblemente se movía bien en los eventos públicos y en el trato con sus hombres, pero ellos no eran ni lo uno ni lo otro y no sabía muy bien como actuar. Carraspeó-Supongo que Nawar os ha puesto al día de porqué estáis aquí.

-Pensáis utilizarnos para derrocar a mi hermano –Haze lo dijo casi sin pensar y se preguntó si el sueño que poco a poco se estaba apoderando de él estaba anulando sus ya de por si escasas dotes sociales.

Una ceja alzada por parte del príncipe, un pellizco en la pierna por parte de la princesa le indicaron que posiblemente así era.

-Bueno, es un resumen algo más crudo del que yo hubiera hecho -el muchacho carraspeó de nuevo, pasando una mano por su corto cabello-, pero sí, creo que podéis poseer información útil al respecto de Zealor Yahir. Me gustaría que Maese Yahir me contara todo lo que sabe de su hermano.

-Puede llevarnos un rato, Alteza

-Lo imagino -logró por fin arrancar una sonrisa del joven-, y por lo que Na’im ha dicho no va a poder ser esta mañana.

-¿Por qué no? -Quiso saber Mireah.

-Me han dado un calmante y no tardaré en quedarme dormido, me temo.

-¿Otra vez? -la humana hizo un mohín.

-El médico me ha preescrito descanso y tranqulidad -trató de bromear para aliviar la preocupada frente de la joven.

-Descanso y tranquilidad... -repitió Nawar, burlón, mientras se recostaba en su silla-. No nos va a venir mal.

-Na'im sólo lo ha recomendado para Maese Yahir -le recordó Faris.

-¿Qué? ¡No! ¡Acabamos de llegar! -Pretestó Nawar, que sin duda conocía al príncipe mejor que los demás y entendió antes que ellos a donde quería ir a parar.

-Y has podido comer y descansar.

-¡No es justo!

El príncipe ladeó la cabeza, alzando la misma ceja que alzara antes.

-Tengo una misión para ti -dijo finalmente-. Quiero que me traigas al muchacho medioelfo.

Hubo un corto silencio lleno de sorpresa. Ninguno de ellos se esperaba que el príncipe fuer aa estar interesado también en el chico.

Nawar se apresuró a romperlo.

-¿Qué traiga a Jaron? ¡Pero si puede estar en cualquier sitio!

-No me importa -Faris fue tajante-. Dejar que el chico se fuera fue una estupidez por tu parte y es responsabilidad tuya recuperarlo.

Haze no pudo evitar notar que el príncipe abandonaba las formalidades cuando hablaba con Nawar. Era más autoritario, pero también más cercano, como si con Nawar no necesitara tantos circunloquios para llegar al asunto. Por supuesto, conociendo al joven Ceorl éste no debía de haber notado más que el tono autoritario de su señor y refunfuñaría por las esquinas para cualquiera que quisiera escucharle.

-Pues ya me diréis como voy a encontrarle después de una semana… -masculló.

-Es tu problema, no el nuestro.

-Yo puedo ayudarte –se ofreció Mireah.

-¿Vos?

-¡No! –protestó Haze antes de que la princesa pudiera contestar- Ni hablar.

-Oh, vamos -Mireah apretó sus manso como si así fuera a hacerle entrar en razón-. Si hemos de entrar en tierras de humanos, Nawar estará más seguro conmigo.

-¿Tierras de humanos? No tengo ninguna intención de adentrarme en tierras de humanos.

-Entrarás donde haga falta.

-Mireah, si vas de nuevo a tierras de humanos, tu padre… -Haze decidió ignorar a Faris y a Nawar e intentó hacer entrar en razón a su princesa.

-Puedo evitar las tierras de mi padre -Mireah le interrumpió- como estoy segura que Jaron las habrá evitado también. Sé donde queda su abadía. Sabes que tengo razón. Si Nawar va solo no tiene ninguna posibilidad. Y hemos de encontrar a Jaron antes de que le pase nada.

Haze suspiró. Por supuesto que sabía que tenía razón, pero eso no quería decir que le gustara la situación, sólo que no se le ocurrían argumentos en contra. O tal vez era simplemente que le costaba mantener los ojos abiertos. No se sentía con ánimos para discutir.

-Esta bien, pero si tu vas yo también voy.

-Eso sí que no.

-No voy a perderte de vista. No otra vez.

-Tienes que descansar -insitió la humana, suplicante.

-Su Alteza tiene razón, Maese Yahir. Vos no podéis acompañarles, estáis demasiado débil.

Haze se volvió hacia el príncipe. Hubiera querido decirle que él no era uno de sus soldaditos para que le diera órdenes aquí o allá, pero en el fondo sabía que tenía razón. Mireah tenía razón. Y Na'im, el médico, también tenía razón. Si iba con ellos se convertiría de nuevo en una carga y su debilidad podía costarles la vida. Además, sabía que Mireah estaba muerta de preocupación por Jaron. Y la verdad era que él también.
En pocas semanas se había acostumbrado a tenerle cerca y a pesar de seguir creyendo que el chico estaba mejor sin él ahora no podía dejar de pensar en todo lo malo que podría ocurrirle. Pero dejar que ella se fuera sin saber qué iba a encontrar... ¿Y si tampoco regresaba? ¿Y si la perdía como lo había perdido todo?

¡Demonios! Tenía tanto sueño...

-¿Podemos discutirlo luego? -Pidió, llegvándose una mano a la cabeza. No se dió cuenta que era el brazo derecho hasta que un ligero dolor en la espalda se lo recordó-. Creo que... creo que la droga ya está haciendo efecto.

-Claro que sí, amor, lo discutiremos luego -le dijo Mireah ayudándolo a acostarse y acariciando su frente.

Oyó ruido de sillas y supo que Nawar y Dhan se habían puesto en pie. Supo sin lugar a dudas que ellos se retirarían antes que Mireah, que le darían a su princesa un poco de tiempo a solas con él. Al fin y al cabo, ella iba a irse mientras él dormía, lo había presentido en su voz.

Quiso tomar su mano bien fuerte, asegurarse que no podría irse sin él, pero tan pronto como cerró los ojos supo que no aguantaría más que unos segundos más despierto.

"No me dejes, princesa" quiso decirle, lo pensó con toda claridad, pero nunca pudo saber si las palabras habían salido de sus labios.