sábado, 9 de mayo de 2009

Segunda parte, Capítulo primero




SEGUNDA PARTE


Faris llegó a Naoine'ar temprano, cuando la ciudad apenas despertaba, amparado por la fina bruma del amanecer. Era un pueblo pequeño de la zona Oriental del reino. Sólo había estado allí una vez antes, durante unos festejos de aniversario en representación de su padre, el Rey. Lo único que recordaba del lugar era el gentío, los colores y la música, ninguno de los cuales le aguardaban en esa ocasión.

Su carruaje se detuvo frente a la puerta de la guardia, donde, avisados por un mensajero, le esperaban. Los soldados se cuadraron cuando descendió y el príncipe les devolvió el saludo con desgana y prisa.

-¿Donde está? -preguntó sin ceremonia alguna mientras entraba.

-En una de las celdas, señor.

-¿Ha sido avisado el Qiam? -Quiso saber mientras se deshacía de su capa de viaje y la dejaba
caer en una silla.

-Un mensajero estaba a punto de partir.

El joven elfo se relajó con un suspiro.

-Bien. Que parta.

-Sí, Alteza.

Dos de los soldados desaparecieron tras una puerta a una señal de su superior. Todas las órdenes había sido dadas de antemano, pero habían preferido esperarle. Eso le dejó a solas conEmín , el elfo al cargo de la pequeña guarnición. Él era quien le había enviado un mensajero urgente la tarde pasada, antes incluso que al mismísimo Qiam. Había enviado a su mensajero más veloz, que ahora descansaba en Palacio, y él había respondido con el suyo propio segundos antes de partir a su vez. El viaje, tan veloz como su carruaje había permitido, le había dejado cansado, dolorido y malhumorado.

-Quiero hablar con él -le pidió.

-Por supuesto, mi señor.

Emín le guió por los pasillos hasta la zona de las celdas.

-Está en la tercera.

-¿Tenéis más prisioneros?

-¿Aquí? No, señor. Nadie se ha discutido con su vecino por la altura de su seto esta semana.

El príncipe no sonrió. Tan sólo asintió, ceñudo.

-Déjanos solos.

El soldado se cuadró y saludó y dejó al joven a solas con el prisionero de la celda número tres. Faris contó hasta diez para calmarse y finalmente avanzó los quince metros que le faltaban para plantarse frente a la reja de la celda.

Allí, sentado sobre el jergón de paja, sucio y algo magullado, estaba Nawar Ceorl. Su expresión le dio a entender que le había oído conversar conEmín en la puerta y esperaba pacientemente su reprimenda. Eso no mejoró su humor.

-Debería dejar que el Qiam te colgara -fue lo que le dijo finalmente.

Nawar medio sonrió.

-Os agradezco que no lo hagáis, Mi Señor.

-No te hagas el gracioso conmigo. No estás en posición de hacerte el gracioso. ¿Cómo has podido ser tan estúpido?

-¿Habláis de cómo me han capturado?

-Entre otras cosas, sí -el joven resopló, acercándose más a los barrotes-. Se supone que sabes moverte por otras vías.

-Tenía mucho hambre -admitió algo sonrojado-, y realmente no pensé que el Qiam hubiera tenido tiempo de enviar mensajeros tan lejos. Y por supuesto nunca se me ocurrió que nadie fuera a reconocerme aquí.

-¿Quien fue?

-Tareq Gaoth-Nawar elevó las cejas con incredulidad. Sin duda aún pasadas las horas le sorprendía como había ocurrido todo-. ¿Podéis creerlo? No veía a ese idiota desde la escuela. Y resulta que ahora vive en el culo del reino...

Faris se pasó una mano por la cara con cansancio. ¿Le habían capturado porque un compañero de escuela con quien no se llevaba bien le había reconocido? No ganaba nadamaldiciendo y lanzando improperios, así que simplemente suspiró y miró a Nawar a los ojos.

-¿Estabas solo?

-Sí, Señor. Aún no había podido reunirme de nuevo con el resto.

-Pero hace ya tres días que atacásteis al Qiam.

-Lo sé. Quise dar un rodeo, despistar al Qiam si encontraba mi rastro...

-¿Cuan lejos estás de donde deberías?

-No mucho, la verdad. Si no me hubieran capturado hubiera llegado allí en un par de horas.

El príncipe se sentó en el suelo y apoyó la espalda contra la pared. Eso no era demasiado bueno.

-¿Por qué?

-¿Por qué que?

-¿Por qué arriesgarlo todo para rescatar a un traidor al Reino?

Nawar hizo un mohín. Sin duda esperaba la pregunta, pero no sabía muy bien como responderla.

-Haze Yahir posee información muy valiosa -dijo finalmente-. No podía dejarle morir.

-¿Sobre los humanos?

-¿Cómo...?

-El Qiam me dijo que había una humana con vosotros -Faris se dio cuenta que si seguía dando rodeos Nawar iba a seguir ocultándole cosas-. ¿Hay más? ¿De donde han salido? ¿En qué nos has metido exactamente?

-¡Yo no os he metido en nada! -protestó su subordinado-. Me he metido, en todo caso.

-Me hiciste intervenir a favor de tus tíos -le recordó- y he tenido que venir hasta, como tu lo llamas, el culo del Reino dejando desatendidos unamiriada de asuntos oficiales, así que no me vengas con cuentos y responde a mi pregunta.

Nawar suspiró.

-Al menos ya estáis sentado...



Cuando hubo acabado de relatarle a su príncipe todo lo que había podido averiguar en las últimas semanas, éste guardó silencio. Nawar hubiera querido poderposponer ese momento, pues todo cuanto tenían eran conjeturas y verdades a medias que no servían para nada. Pero claro, dadas las circunstancias... En el fondo era una suerte que Faris hubiera sido el primero en ir a verle. No iba a vivir mucho más, de todos modos, y si el Qiam le arrancaba lo que sabía mediante tortura, mejor que su señor estuviera también al corriente.

Finalmente Faris se puso en pie, pasando una mano por su corto cabello rubio. Sus ojos azules reflejaban determinación.

-Esto es lo que vamos a hacer -le dijo, andando arriba y abajo de la habitación-. El mensajero ha salido no hace mucho, así que Yahir no vendrá a por ti hasta bien entrada la tarde. Yo me iré, dejando instrucciones claras de que vayan preparándote para cuando llegue el Qiam. A media mañana, sin embargo, unos encapuchados atacarán el pueblo.Emín tiene apenas una docena de hombres, nadie podrá quedarse vigilándote.

-¿Emín dejará mi puerta abierta? -Quiso saber Nawar, que veía por donde iban los tiros. Pero aunque ese Emín fuera leal a su señor (¿Porque nunca le ponía al corriente de cuantos activos tenía en realidad?) era una maniobra muy arriesgada.

-Será un despiste más que comprensible. Yo mismo intercederé a su favor si hace falta.

-No deberías arriesgaros tanto -reprendió a su joven señor.

-Tú mismo lo has dicho, Haze Yahir posee información importante -respondió éste con un además de impaciencia-. Cuando seas libre, ve directo a por el resto yllévalos a Sealgaire'an.

-¿A Sealgaire'an? ¡Faris, eso es una locura! -le recordó, abandonando toda ceremonia.

-Quiero hablar con Haze Yahir, y no puedo ir hasta Fasqaid. No puedo pasar tanto tiempo lejos de mis obligaciones. Así que los llevaras donde yo te diga -el príncipe detuvo su deambular y le mirófijamente a los ojos, toda su real autoridad concentrada en su ceño fruncido-. Me debes eso y mucho más, Ceorl, así que no hagas que me arrepienta de haber confiado en ti.

-No, Señor -respondió de mala gana.

-Bien. ¿Lo has entendido todo?

-Sí. En cuanto me dejen solo me escapo, recojo a Yahir y quien esté con él y los llevo a vuestra residencia particular -masculló.

-Bien -repitió el príncipe-. Nos vemos en dos días entonces.

-¿Dos días?

Pero Faris ya no respondió. Tan sólo el dio la espalda y se encaminó hacia la puerta, dejando solo de nuevo. Sabía perfectamente que debería estar agradecido y aliviado de que existiera un plan de rescate, pero no le gustaba que su Señor se expusiera tanto.

En fin, no tenía mucha más opción, a no ser que no huir y dejar que el Qiam le cortara la cabeza contara. Así que lo mejor era que se fuera preparando para contarle a Haze que su sobrino se había largado a tierras humanas pero que no podían ir a buscarle porque el Príncipe de la Nación deseaba verle.

Sí, seguro que iba a ser fácil...