sábado, 26 de septiembre de 2009

segunda parte, capítulo vigésimo-primero




No sabía muy bien a donde ir, así que tiró hacia Fasqaid de modo inconsciente, aunque era el último lugar del mundo al que quería regresar. No había nada en aquella casa más que malos recuerdos y una promesa de muerte grabada a fuego en las paredes que no podía borrarse. Había intentado regresar a vivir allí cuando las cosas se habían calmado hacía más de sesenta años, antes de instalarse en la cabaña del bosque, pero había sido inútil. Se asfixiaba en esas cuatro paredes y le había sido imposible conciliar el sueño ni una sola noche, temeroso de que el Qiam cayera sobre él en cualquier momento. Aún así, ¿donde podía ir? Ahora que su único contacto con el mundo había muy posiblemente muerto, él volvía a estar muerto también. Zealor no volvería a buscarle allí y él no pensaba volver a buscar a Zealor.

Pero cuando llegó, bien entrada la tarde, vio el movimiento.

Una parte de sí se alegró de que Dhan estuviera vivo, pero una pequeña parte no tanto. Si Dhan seguía vivo su vínculo con el mundo también. No se acercó. No quería seguir vivo para el mundo. Así que se quedó por el bosque, esperando a que se fueran y dejaran su tumba vacía.

Desde lejos los observó por tres días. Vio a la humana salir y entrar de la casa varias veces durante el primer día. Dhan también iba y venía. Si lo conocía bien debía estar hecho un manojo de nervios a punto de explotar. Se preguntó porqué seguía allí con ellos en lugar de irse a su casa y dedujo que era porque no podía.

A partir del segundo día vio también a Haze. Seguía vivo, lo cual quería decir que la misión había sido un éxito. Qué bien… De nuevo la sensación de que debería alegrarle que su hermano pequeño viviera chocaba de frente contra su rencor. Además, no vio ni rastro de Nawar o del chico. ¿Estarían muertos? No sentía un aprecio especial por ninguno de los dos, pero le parecía un mal cambio por la vida de su hermano. Haze no valía dos vidas y el exilio forzado de Dhan.

Ese día pasó lento y largo y Jaron llegó a creerse que no tenían intención de dejar Fasqaid jamás. Pero al tercer día, cuando ya se había hecho a la idea de irse en busca de algún otro lugar en el que esconderse del mundo, llegó Nawar.

Solo, sin el chico, pero vivo. ¿Estaría también vivo el muchacho? Tal vez lo había puesto a buen recaudo, con alguno de los contactos que decía poseer. Haze hizo entrar al rubio y durante más de media hora no hubo movimiento alguno en la casa.

Y entonces llegó el Qiam y rodeó la casa y Jaron observó como de nuevo las llamas tomaron Fasqaid con un extraños nudo en las entrañas.





Se había detenido a pasar la noche en un pueblo del cual ni siquiera había preguntado el nombre, agotada después de horas y horas de andar, y allí, al amanecer, había conseguido que alguien la llevara en carro hasta el cruce de caminos.

-Hace años que nadie pregunta por el caserón -le explicó el buhonero-. Desde que la curiosidad por la muerte del difunto Señor Yahir se enfrío que uno apenas oye nombrarla a algún chiquillo que otro.

Mintió a medias. Dijo ser amiga de la familia, hacer años desde la última vez que visitara el lugar. Iba a presentar sus respetos, nada más. El elfo asintió, comprensivo, y se ofreció a venir a recogerla más tarde en el mismo lugar.

-No es necesario. Había pensado caminar luego hasta Nanoin'ear por el viejo camino.

El elfo pareció alegrarse de que alguien aún recordara los viejos caminos de montaña, pero le advirtió que la maleza se había adueñado de muchos de ellos, que fuera con cuidado. Ella prometió que lo tendría y el buhonero finalmente la dejó. Layla Hund se encontró sola en el camino que conducía a Fasqaid, lar solariega de los Yahir. La elfa suspiró y arrancó a andar, tratando de no pensar en cómo reaccionaría al ver a su marido sin mucho éxito.





El corazón le dio un vuelco al ver las cenizas.

Las vio a lo lejos y se sintió impelida a correr, en la dirección que fuera, para no verlas, pero su cuerpo no quiso escucharla. Él siguió hasta el solar donde una vez se alzara la casa, ahora negro de hollín, cenizas y cascotes. No quedaba nada. No quedaba nadie...

Paseó como aturdida por los restos del leviatán, lo suficiente como para intuir que aquello era reciente. No hacía falta ser un experto para darse cuenta que esas ruinas no eran de hacía sesenta y siete años. No hacía falta ser un experto para sumar dos y dos.

Se dejó caer sobre lo que tal vez fue un día una columna y hundió el rostro entre las manos. No iba a llorar, no por él. Dhan había sido estúpido y se había metido donde no debía, había metido a Alania donde no debía. Él solo se había buscado problemas con el Qiam, había traicionado a la Nación...

No hubiera sabido cuanto tiempo estuvo allí, llorando como una chiquilla, cuando una mano se posó en su hombro.

Con un respingo se puso en pie y se volvió hacia un elfo de rostro quemado. Sabía quien era, Alania había sido muy fiel en su descripción.

-Jaron Yahir...

-No estaban en la casa, Layla -le dijo.

Ella sintió que iba a echarse a llorar de nuevo, así que se mordió el labio por dentro y esperó a que el elfo continuara.

-Vi el gesto de fastidio de Zealor cuando se fue. No estaban en la casa cuando ardió. Tu marido sigue vivo.

La elfa cerró los ojos y tomó una fuerte inspiración. Jaron no mentía, lo podía sentir en su voz. No era una mentira piadosa. Dhan estaba vivo en algún lugar.

Abrió los ojos de nuevo y abofeteó a Yahir.

-¡Todo esto es por tu culpa!

-¿Por mi culpa? ¿Te has vuelto loca, mujer?

-¡Años! ¡Llevo años pensando que mi marido tenía una amante en algún lugar! -sintió lágrimas de nuevo en los ojos pero estaba demasiado enfadada para contenerse-. ¡Años pensando que se había casado conmigo por conveniencia, que en realidad amaba a otra! ¡Y era tú, maldita sea! ¿Por qué demonios tuviste que fingir que estabas muerto? ¿Por qué todo este maldito teatro y secretismo?

-Zealor nunca me hubiera dejado en paz -se defendió irritado.

-¡Podíais haber contado la verdad! ¡La Nación te adoraba! ¡Te hubiesen creído! Podíais haber impedido que Zealor llegara hasta donde ha llegado y os callasteis como dos estúpidos cobardes.

-No tenía motivos para seguir viviendo, no quería que nadie más supiera de mí.

-Excepto Dhan -fue su réplica, más clamada pero aún furiosa con él. No. No con él. Estaba furiosa con Dhan, pero no le tenía a mano.

-Si no fuera por tu marido, yo estaría muerto.

-Y si tu estuvieras muerto, mi marido ahora estaría en casa, con su familia -le espetó. Para alguien que no quería seguir vivo, parecía muy agradecido de estarlo-. le prohibiste que dijera nada, y él prefirió complacerte a ti que complacerme a mi. Podíais habérmelo contado. Yo también era tu amiga, hubiera guardado tu secreto.

Jaron Yahir no respondió a esto y el silencio cayó entre ellos. Era evidente que él no tenía nada más que decirle a ella y ella estaba demasiado cansada como para seguir esa discusión.

Se llevó las manos a la cara, secándose los ojos y serenándose. Cuando las bajó Jaron Yahir le daba la espalda y miraba hacia el lago.

-Alania y yo creíamos que se escondían en esta casa-le dijo, tratando de llenar el incómodo silencio.

-Y se escondían en ella, sólo que escaparon a tiempo -el elfo apenas volvió un poco la cabeza, ofreciéndole su perfil bueno. Visto así casi podía reconocer al apuesto elfo que su marido, entonces prometido, le presentara una tarde otoño. Claro que aquel elfo sonreía la mayor parte del tiempo.

-¿Como sabes todo eso? -Layla frunció de nuevo el ceño. Su armisticio no había durado mucho-. Estabas escondido otra vez -no lo preguntó.

-Dhan eligió ayudar a mi hermano. Ya no es asunto mío.

Layla tuvo que hacer acopio de voluntad para no abofetearlo de nuevo.

-No eras tan cobarde cuando te conocí.

-Esto no tiene nada que ver con el valor.

-Claro que lo tiene, pero si te sientes mejor mintiéndote a ti mismo... -suspiró, cansada. No iba a sacar nada de Jaron Yahir, ni ayuda ni consuelo -¿Y que vas a hacer ahora? ¿Esconderte en el bosque como un animal el resto de tu vida?

Vio en el relampagueo de sus ojos violeta que había metido el dedo un la llaga, en una de ellas al menos. Pero Yahir, como ella misma, tampoco parecía querer una discusión. Por fin se volvió de nuevo y de nuevo el rostro maltrecho estaba frente a ella, destruyendo la ilusión. Ese era Jaron Yahir ahora, feo, hosco y triste. Debía dejar atrás el recuerdo que conservaba si quería que doliera menos.

-No deberías haber venido, Layla. Regresa a tu casa, cuida de tu hija, llora a Dhan como si hubiera muerto ya. Será lo mejor para todos.

La elfa tragó saliva, desanudando su garganta antes de volver a hablar.

-¿Crees que puedo regresar a casa? ¿De veras eres tan idiota como para creer que Zealor no me busca a mi también?

-Tu no sabías nada -y por primera vez su preocupación parecía genuina.

-Vino a interrogar a Alania, puso guardias alrededor de mi casa -le explicó-. Me escapé de su vigilancia porque en Leahpenn todo el mundo quiere a Dhan y me ayudaron a planear una fuga. Si no fuera por ellos, seguiría encerrada en casa, con una hija que no me habla porque cree que he abandonado a su padre a su suerte y dos soldados en guardia constante vigilando mi puerta. Creí que le encontraría -"y le chillaría y le gritaría y lloraría y le abrazaría", pensó, pero no lo dijo-. No había planeado esto... -señaló las ruinas-. No tengo a donde ir.

Yahir suspiró y alzó los ojos al cielo, como buscando una respuesta.

-Dhan había entrado en contacto con alguna gente -le dijo, aún mirando el cielo, aún rehuyendo su mirada-. Gente que conoció a Sarai, que vivió aquellos días... Puedo llevarte hasta alguno de ellos. Estoy seguro que te ocultarían gustosos.

-¿Y qué? ¿Pasarme el resto de mi vida encerrada?

-Layla, has desafiado a Zealor. No sé si entiendes realmente lo que eso significa. No sólo porque sea el Qiam.

-Me estás pidiendo que me rinda.

-Te estoy ofreciendo sobrevivir -fue su tranquila respuesta-. Dhan parecía muy seguro de que el regreso de mi hermano Haze podía ayudarnos a hundir al Qiam. ¿Quién sabe si lleva razón? Te ofrezco llevarte a un lugar donde puedas ocultarte hasta que lo sepamos.

Layla lo pensó, pero no tenía mucha opción, ¿verdad? O daba vueltas por los bosques de toda la Nación buscando a su marido, arriesgándose a que los hombres del Qiam dieran con ella, o esperaba al menos a tener noticias de Dhan. Buenas, si podía ser.

-De acuerdo, llévame.