jueves, 22 de enero de 2009

Capítulo trigésimo segundo




Mireah apenas era consciente de lo que estaba haciendo más allá de impedir a esos elfos llegar hasta Jaron y Haze.
Cierto que, alguna vez, mientras su padre había estado de viaje, había practicado con alguno de sus soldados, aprendiendo a blandir un arma. Pero en ese momento apenas sí estaba aplicando nada de lo aprendido. Tenía la sensación de estar parando estocadas por puro instinto, y apenas.
La refriega acababa de empezar y ya había recibido un golpe muy doloroso en la pierna y un corte en el antebrazo.
Esperaba que Nawar y Dhan estuviesen teniendo más suerte o no iban a salir de esa.



Jaron se detuvo un momento al llegar junto a Haze para ver cómo estaba yéndole a sus compañeros.
Dhan y Nawar parecían en su salsa, sobretodo este último, pero el muchacho vio con terror como la princesa sangraba de un brazo y estaba completamente rodeada. La superaban en número y en habilidad.
Cargó el arco y disparó, casi sin pensar, sin respirar, acertando a uno de los tipos en el hombro. Cayó hacia atrás, tal vez por el dolor, tal vez por la sorpresa, y eso abrió un hueco a Mireah para buscar un poste y colocarlo a sus espaldas, cubriendo al menos ese flanco.
Jaron aún lanzó una flecha más dirigida a otro de los elfos que acorralaban a su amiga y luego se volvió hacia la picota de la que colgaba Haze. Cuánto antes acabara antes podría dedicarse a sus amigos.
Maldijo, evaluando la situación. Estaba claro que no iba a poder romper las cadenas, pero estaba seguro de que si alcanzaba el gancho central podría descolgarlo sin problemas y... Y cargárselo a la espalda... ¡Buf! ¿Cómo iba a cargar con Haze si era más alto que él?
Bueno, ningún problema.
Excepto el de la altura.
-Debería haber subido Dhan -masculló entre dientes mientras trataba e alzar el cuerpo de su tío a pulso para desenganchar la cadena.
Pero era inútil. Pesaba demasiado para él y además estaba muy bien enganchado.
Con un gruñido de frustración se volvió para buscar algo a lo que encaramarse y decidió que el tocón serviría. Así que empezó a empujar el pesado tronco hasta la picota.
-¿Te ayudo? Parece pesado.
Jaron se volvió con un respingo hacia el Kiam. De algún modo se había librado de Nawar y había llegado hasta él. Con el corazón en un puño, el chico buscó a su amigo con la mirada. Estaba bien. De hecho, parecía haberse abierto hueco suficiente para acercarse a Mireah y ayudarla. Pero seguían siendo muchos soldados. Demasiados.
-Tus amigos no lo van a conseguir, muchacho. Será mejor que te rindas.
Jaron cargó el arco y apuntó al Kiam.
-¡No te acerques! -Amenazó, dando un par de pasos atrás.
El Kiam le miró divertido, avanzando un par de pasos a su vez.
-Así que estás dispuesto a matarme por el elfo que traicionó a tu madre y provocó su muerte.
Jaron no pudo evitar mostrar una sonrisa torcida.
-Vas a tener que usar otra historia, Kiam, esa ya me la han contado.
-¿Y te da igual? ¿De veras? ¿Incluso sabiendo que lo hizo por celos?
-¿Celos? -Jaron no pudo evitar mirar a Haze de reojo.
Zealor amplió su sonrisa.
-Así que omitieron esa parte.
-¿Qué parte? -Y su sintió miserable pro preguntarlo, pero...
-La parte en que Haze estaba perdidamente enamorado de Sarai y no soportaba la idea de que fuera de Jaron. Esa parte.
-Eso es mentira... ¡Y no te acerques más! -dijo, dando el enésimo paso hacia atrás.
-Ya, claro, no creas al villano... Porque supongo que Haze te habrá contado que soy el villano, ¿verdad?
Jaron volvió a tensar el arco que no había sido consciente de bajar y el Kiam rió.
-Más te vale acertar a la primera si disparas, chaval. Porque sino no tendrás tiempo de cargar una segunda flecha.
-Si disparo, no fallaré.
-Pues dispara.
Sus manos temblaron ante la tranquilidad con la que Zealor Yahir abrió los brazos, mostrándole con confianza su pecho descubierto.
Y supo que no iba a ser capaz. No había matado nunca a nadie y, además, ¡matar estaba mal! Era pecado. No iba a ser capaz. De ninguna de las maneras...
Así que en lugar de disparar la flecha se lanzó contra el Kiam a la desesperada, goleándolo con su arco como quien golpea con un garrote. Éste, tomado por sorpresa, trastabilló y cayó del andamio.
“Con un poco de suerte se abrirá la cabeza”
“Entonces le habrás matado, imbécil”
Apartó esos pensamientos de su mente. No tenía tiempo de pararse a comprobar si Zealor viviría o moriría. Tenía que sacar a Haze de allí.
Dedicó una mirada a sus amigos y vio que de momento parecían bien, así que también alejó de sí su preocupación por ellos y, en un último intento, fue a por el hacha.
Pesaba mucho más de lo que parecía a simple vista, pero el chico se las apañó para levantarla y arremeter contra el poste del que colgaba su tío. Lo hizo una vez, y otra, y otra, pero al cuarto golpe ya no podía más y apenas había hecho una hendidura en la madera.
-Va... una más... -se dijo, dándose fuerzas.
Con dolor, levantó el hacha una vez más, pero eso agotó toda su fuerza y apenas pudo dirigir el golpe, al que la gravedad imprimió un impulso que por poco le deja sin pie.
Mierda.
-Vas a hacerte daño -dijo alguien a su espalda.
Mierda, mierda, mierda.
El Kiam volvía a estar allí. Sangraba de una ceja y cojeaba, pero por lo demás parecía estar bien.
“Y tú preocupándote por él, idiota”
Jaron se tragó las gana de echarse a llorar de nuevo e intentó situar el hacha entre él y el Kiam.
-Iba a tratarte bien, medioelfo. Al fin y al cabo eso es lo que debe hacer la familia... pero has resultado ser tan molesto como el imbécil de Haze.
-¿Por qué no dejas que nos lo llevemos? -Jaron intentó lo único que no habían intentado aún-. ¡Es tu hermano! ¿Qué te ha hecho?
El Kiam puso cara de pensarlo.
-Creo que “Nacer” es el verbo que mejor lo resumiría todo.
-¡Estas loco!
Y la sonrisa de Zealor le heló la sangre. No iba a poder alzar el hacha de nuevo, le dolían demasiado los brazos. Y el Kiam lo sabía. Lo sabía y estaba saboreando su momento. Porque iban a perder. Hicieran lo que hicieran. Iban a...
De repente, algo golpeó el andamio, haciendo que el suelo temblara bajo sus pies. Tanto el Kiam como el medioelfo se volvieron a tiempo del segundo golpe. Dhan estaba lanzando todo su peso contra una de las patas de la estructura mientras Mireah y Nawar se encargaban que los soldados que quedaban no se lo impidieran. Los tres presentaban heridas de mayor o menor importancia, pero parecían dispuestos a seguir luchando hasta el final.
Un tercer golpe y algo crujió.
Jaron entendió lo que pretendía hacer Dhan con sus golpes, así que se situó en la esquina que el elfo trataba de debilitar y, aún siendo consciente de que no iba a suponer una gran diferencia, empezó a saltar.
“Vamos, vamos”
El Kiam llegó hasta él y le agarró del brazo.
-Para eso, imbécil. ¿Quieres que nos matemos?
Pero ya era tarde.
Con un último crujido la pata cedió, desestabilizando la estructura.
Medioelfo, Kiam y hacha cayeron al suelo, esta última con un sonoro ruido metálico que reverberó por la plaza.
Mareado y confuso por el golpe, el muchacho sintió que alguien lo ponía en pie.
-¡Coge tu arco y vámonos!
Obedeció por puro instinto, recogiendo el arco y algunas flechas que habían quedado desperdigadas. Vio al Kiam, inconsciente, y una pequeña parte de Jaron se planteó rematarlo y acabar con aquello de una vez.
“Pero... ¿acabar con qué?”
Algo asustado de sí mismo, el chico volvió la vista hacia sus amigos, que se habían reunido alrededor de Dhan. Éste último cargaba a Haze como si fuera un fardo. A pesar del ruido y el movimiento no se había despertado y eso hizo temer a Jaron lo peor. De todos modos, se limitó a acercarse a ellos sin preguntar. La ilusión de que realmente podían salvarle era lo único que le mantenía más o menos sereno en ese momento.
Vio a Nawar acercarse al hacha y tantearla con un pie. El joven frunció el ceño y masculló entre dientes, pero se calló lo que fuera que fuese tan importante al respecto del hacha. De todos modos no era un buen momento.
Volvían a estar rodeados.
Cierto que la mayoría de soldados estaban heridos, pero las casas estaban llenándose de luz por momentos.
Habían despertado al pueblo entero.
Finalmente, tras unos segundos de silencio tenso, fue Dhan quien formuló la pregunta que todos se estaban haciendo:
-¿Cómo vamos a salir de aquí?