viernes, 6 de noviembre de 2009

segunda parte, capítulo vigésimo séptimo





Faris observó al médico trabajar en la espalda de Haze Yahir apoyado en la puerta. Le admiraba el elfo, que apenas sí mostró alguna mueca de dolor mientras le aplicaban sus curas. Al contrario, aprovechó para devorar su almuerzo y con una sonrisa dio conversación al médico y al criado que le ayudaba.

Na'im, el médico, era otro de sus hombres, uno de los muchos que odiaban al Qiam y estaban resueltos a ayudarlo en su cruzada. Era médico de campaña y estaba acostumbrado a las urgencias. Había llegado y se había puesto manos a la obra sin rechistar. Posiblemente una vez acabado su trabajo le llenaría de preguntas y Faris esperaba tener las respuestas para cuando eso sucediera.

Por lo que Nawar le había contado, Yahir tenía apenas 120 años, pero parecía mayor. Supuso que era por las canas que surcaban ya su cabello castaño y los marcados pómulos. Además de los latigazos en su espalda, que iban sin duda a dejar marcas permanentes, podía ver que su cuerpo estaba surcado de cicatrices antiguas aquí y allá. Si lo que le había contado Nawar era cierto, y no había razón alguna para que le hubiese mentido, todo eso no era más que el fruto de sus largos años de encierro en una mazmorra humana.

Pero las demás cicatrices y señales de su cuerpo no eran nada comparadas con la que marcaba al elfo junto encima de su corazón. Era una cicatriz antigua, blanca y clara. A la luz del día se distinguía a la perfección la antigua y desusada grafía. Era una costumbre ya perdida de la que sólo se hablaba en los libros de texto y en las leyendas, hacía siglos que no se marcaba a los traidores con la esa antigua inicial, y sin embargo allí, delante de sus narices, Haze Yahir mostraba la ignominiosa marca sobre su pecho.

A pesar de que ya no se usaba cualquiera podía reconocer esa marca, por supuesto, pues algunos de los héroes de los más famosos cuentos infantiles cargaban con ella, siempre injustamente, siempre como una especie de irónica prueba de su auténtica lealtad a la Nación en contra de los intereses de los corruptos poderosos que les habían gobernado siglos atrás. Algo le decía que la marca de Yahir no era tampoco justa ni merecida, pero muy posiblemente el elfo no debía encontrarlo ni heroico ni romántico.

El médico obligando a su paciente a levantar los brazos por encima de la cabeza le trajo de vuelta a la realidad y le hizo apartar los ojos de la cicatriz.

-¿Sabes? Si no te quejas no puedo saber si duele –dijo en un tono profesional mientras ayudaba al elfo a bajar el brazo izquierdo.

-Perdona –se disculpó Yahir con una sonrisa-, es la costumbre. Prometo quejarme a partir de ahora.

-Bien, pues –el médico le tomó el brazo derecho como para levantarlo, pero Yahir le detuvo con un ademán de su mano.

-No hace falta. Duele cada vez que lo levanto por encima de la cabeza.

El médico le dedicó una mirada recriminadora por no haberlo dicho antes, pero continuó con su trabajo.

-¿Con que intensidad?

-Bueno, depende lo alto que lo levante, pero un poco más de esta altura –Yahir lo ilustró levantando el brazo apenas unos centímetros, lo justo para llevarse la comida a la boca y, tal vez, rascarse la nariz- me hace ver las estrellas.

-¿Y el izquierdo?

-Sin problemas.

El médico meditó, puso una mano en el hombro derecho de Haze y le cogió el brazo por el codo.

-Te va a doler –le avisó, moviendo el brazo.

Faris vio que Haze hacía una mueca de dolor cuando el médico echó su brazo hacia atrás, pero no dijo nada.

-Tienes que quejarte –le recordó el médico, levantando ahora el brazo hacia arriba.

-Pues ahora mismo duele como mil demonios –dijo el elfo con los dientes apretados pero sin perder el humor.

Na'im bajó el brazo y rumió, moviendo el brazo izquierdo de su paciente. Luego volvió al derecho, tanteando el hombro.

-¿Cuánto rato estuviste colgado?

-No sabría decirte –respondió Haze-. Estuve inconsciente todo el tiempo.

-Por la hora aproximada en la que fuiste rescatado –intervino Faris, hablando por primera vez desde que había entrado en la habitación-, calculo que unas tres horas.

El médico siguió toqueteando su hombro en silencio.

-Este hombro está fuera de sitio –anunció-. Tal vez deberías morder algo, porque voy a recolocarlo–añadió, metiendo la mano en su bolsa y sacando una tira de cuero que el criado se apresuró a colocar entre los dientes de Yahir.- Alteza, agradecería una mano. Sujetad el otro brazo.

Faris obedeció algo torpemente, pues no esperaba tener que participar. Entre él y el criado sujetaron a Yahir, que apenas sí gimió cuando Na'im sacó su hombro de sitio y lo volvió a colocar. Aún así el príncipe sintió como el cuerpo del elfo temblaba como una hoja una vez el doctor hubo terminado. Éste, inmutable, rebuscó en su bolsa, sacando un pequeño frasco.

-Esto te aliviará un poco el dolor.

Yahir lo tomó con manos aún temblorosas y, usando el brazo izquierdo, bebió del vial.

-Gracias.

-Dáselas a Su Alteza por despertarme a horas intempestivas -Na'im sonrió finalmente, aparentemente satisfecho de su trabajo.

-Gracias, Alteza.

Y a pesar de su cordialidad, Faris no supo interpretar su mirada. Cuando había entrado en la habitación y tanto el criado como Na'im le habían saludado, Haze Yahir le había dedicado una cortés inclinación, pero luego apenas le había prestado atención. El príncipe no sabía si era porque se sentía cohibido o si por el contrario estaría resentido por la prisa indirectamente exigida.

Incómodo, el joven carraspeó.

-¿Cómo te sientes?

-Ahora mismo, agotado. Pero bien.

-Pues espera que haga efecto la droga.

-¿Cómo lo ves, entonces? -Le preguntó Faris al médico.

-Las heridas sanarán ahora que están limpias, así como su hombro, siempre que se les conceda reposo y tranquilidad -mientras hablaba el médico iba recogiendo sus cosas, como muestra de que no iban a necesitarlas más.

-¿Reposo y tranquilidad? -Yahir rió, aparentemente divertido y el príncipe se preguntó si no estaría haciendo efecto ya el narcótico-. ¿Podríais ponerlo por escrito?

-Si de ese modo lo cumples...

-¿Puede recibir visitas? -Faris hacía rato que había oído ruido en el pasillo y eso sólo podía significar que Nawar y los demás habían acabado de desayunar.

-Si no son muy largas... No bromeaba respecto al efecto de la droga.

-Tranquilo, no lo serán.

Y el príncipe en persona abrió la puerta. Tras ella estaban Nawar y la princesa Mireah, ambos con el inocente aspecto de quien ha estado a punto de ser pillado infraganti. Dhan Hund esperaba unos pasos más atrás mientras charlaba con Salman Ceorl.

-¿Queréis pasar? –Les preguntó, dedicándole a Nawar un elocuente arqueo de sus cejas. Nunca había sido especialmente modoso, pero últimamente empezaba a pasar de castaño a oscuro.

Sus invitados se apresuraron a dedicarle una inclinación y a entrar cuando él les cedió el paso. La humana corrió a sentarse junto a Yahir, a tomarle las manos y a interesarse por su estado. El elfo le besó la frente con el mismo tranquilo ademán con el que lo hacía todo.

Faris dejó que sus compañeros hablaran con él, que se tranquilizaran acerca de su estado y que sus ánimos se relajaran mientras Na’im acababa de recoger sus aperos de médico y se despedía. Salió con él al pasillo, en parte para darle espacio a los amigos, en parte para acompañar al médico hasta la puerta y así ponerle al día, pero Na'im se le adelantó.

-¡Esa mujer no es una elfa! -dijo tan pronto la puerta se cerró tras ellos.

-Muy observador -pero Faris se maldijo por no haber preparado al médico para la sorpresa.

-¿Qué está pasando aquí? ¿Porqué alojáis en vuestro hogar a tres prófugos y a esa... criatura? -añadió finalmente con gesto de disgusto.

El príncipe le tomó del brazo y le alejó de la puerta con gesto autoritario. A pesar de ser casi cien años mayor y al menos dos veces más fuerte, Na'im entendió el gesto y obedeció.

-Esa criatura, como tú la llamas, es una princesa humana, así que habla con un poco más de respeto.

-¿Humana? Los humanos no existen, mi señor.

-Ya. Y el Qiam es infalible y vela por el bien de la Nación -Faris empezó a andar y Na'im pronto se unió a él a pesar de que en sus ojos grises podía leer lo poco que le gustaba todo ese asunto.

-Sigo sin entender dónde os estáis metiendo, Alteza, o por qué. Haze Yahir es un traidor a la Nación. No he querido decir nada delante suyo, pues al fin y al cabo es vuestro invitado, pero...

-Sin sermones -cortó Faris, que ya había tenido bastante con la reprimenda de Nawar-. Técnicamente, tú y yo también somos traidores a la Nación, querido doctor, así que un poco de solidaridad para con un colega no me parece tan fuera de lugar.

-¿Me vais a contar qué está pasando aquí?

-¿Vas a dejar de exclamarte por todo?

Cuando su médico gruñó a modo de adquiescencia, el príncipe heredero de la Nación empezó a hablar. Aprovechó bien aprovechado el tramo que aún les quedaba hasta la puerta principal, donde un criado ya estaba esperando con el caballo de Na'im ensillado y preparado para partir. para cuando el médico montaba su expresión ya no era de disgusto si no de preocupación.

-No sé si me gusta todo esto, señor.

-Nos guste o no, es lo mejor que tenemos.

Na'im frunció el ceño en desacuerdo con su señor, pero no añadió ninguna protesta más. Se limitó a ceñirse mejor la capa al cuerpo y cubrir su cabello negro con la capucha.

-Mañana vendré a ver como sigue el paciente -dijo a modo de despedida.

-Aquí seguiremos.

Una media sonrisa sin humor fue lo último que le dedicó el elfo antes de espolear a su caballo y partir.

Faris suspiró. Si había resultado tan difícil con uno de los suyos, ¿cómo iban a hablar a la Nación entera de los humanos sin que se organizase un tumulto? Iba a ser una tarea mucho más dura de lo que esa misma mañana había imaginado.