jueves, 26 de febrero de 2009

Capítulo trigésimo séptimo



Nawar se sorprendió al escuchar voces a su regreso. Parecía que Jaron y Zealor conversaban y eso no le hacía ninguna gracia. Esa rata ponzoñosa seguro que no tenía nada bueno que contar.
Así que se acercó en silencio, esperando poder averiguar de qué hablaban.
-Tu abuelo, a quien por cierto nos parecemos ambos, era un elfo muy influyente. La casa Yahir era altamente respetada y el rey escuchaba a su cabeza de familia siempre que éste tenía consejo que ofrecer -estaba contando Zealor en el más conversacional de los tonos-. En el momento en que el anterior Qiam enfermó todo el mundo supo enseguida que el siguiente Qiam sería un Yahir. Claro que nadie hubiera apostado por mí entonces...
-¿Qué quieres decir?
La pregunta del muchacho molestó a Nawar, y le alarmó. No era sólo que Zealor estuviera contando cosas. Aún peor. Jarone staba escuchando.
Maldijo.
Debía de haber sido más cuidadoso.
-Quiere decir que Jaron debería haber sido Qiam y no él -informó, sacando la cabeza y sobresaltando al muchacho.
Zealor no se inmutó y eso sólo consiguió acrecentar su nerviosismo. El chico, por otro lado, le miraba entre avergonzado y fastidiado.
-¡Vamos! -Y tomó bruscamente al Qiam por el brazo, poniéndolo en pie-. No hay nadie. Podemos seguir.
Y obligó a Yahir a salir del escondite.
-¿A donde? -Quiso saber Jaron, saliendo tras ellos.
-Tu y yo, a donde deberíamos haber llegado hace horas.
-¿Y el Kiam?
Nawar le miró un momento y luego miró a Zealor, tan tranquilo, tan calmo, con esa medio sonrisa en los labios.. Verle temblar de miedo aunque sólo fuera por un segundo...
-Lo más fácil sería matarle aquí y ahora.
-¡No vamos a hacer eso!
-¿No? -Nawar no se lo había planteado seriamente, de veras que no, pero la negativa rotunda del chico de algún modo logró sacarlo de sus casillas-. ¿Y por qué no deberíamos? ¿He de recordarte que este malnacido iba a matar a su hermano con una pesada hacha de metal? -Jaron le miró con extrañeza, haciendo que el joven lo comprendiera de repente-. ¡Estupendo! No tienes ni idea de que significa, ¿verdad?
-Se crió entre humanos, Ceorl. Esos bárbaros tienen otras costumbres...
-¡Tú cállate! Nadie te ha dado vela en este entierro. No sé que ideas has metido en la cabeza del chaval mientras he estado fuera y, francamente, no me importa, pero si vuelves a abrir la boca una sola vez más yo mismo iré a buscar un puñal de hierro para rebanarte el gaznate -amenazó, tal vez no muy brillantemente.
-¡Deja de decir eso! -El chico le obligó a bajar el dedo con el que apuntaba hacia Zealor-. Nadie va a rebanar el gaznate a nadie. Y no necesito que nadie me meta ideas en la cabeza, gracias. Sé pensar por mi mismo.
Nawar se llevó las manos a la cabeza y le dio la espalda, porque si nó el cuello que iba a rebanar iba a ser el de Jaron.
Lo que le faltaba...
Pensaba que después de lo ocurrido los últimos días el muchacho había madurado y sentado cabeza, pero estaba claro que no. Dos minutos a solas con Zealor y ya estaba comportándose de nuevo como un idiota integral.
¡Dioses! ¡De veras que odiaba a los Yahir!
-No tenemos tiempo para esto -informó, volviéndose hacia él de nuevo-. De acuerdo, no le matamos. ¿Qué hacemos con él entonces?
Jaron calló, mirandole enfadado. Luego se volvió hacia el Qiam quien, por una vez, no dijo nada. Se miraron más rato del que Nawar encontró necesario y finalmente el chico habló.
-Que se vaya.
Genial. Brillante.
-¿Así sin más?
-¿Por qué no? Está desarmado y solo, no va a atacarnos.
Era la gota que colmaba el vaso.
Nawar tomó al chico del brazo y lo atrajo hacia sí, hablando en su oído.
-Vale. ¿De qué va todo esto?
-No sé de qué hablas.
-¡Una mierda! Ya habíamos superado la frase "niño malcriado que no escucha a nadie" hace días, así que aquí hay algo más. ¿Qué te ha contado?
-Nada -Jaron se zafó, pero seguía hablando en susurros.
-Jaron, no puedes creer una palabra que salga de su boca... -rogó.
Pero el chico no contestó.
Nawar maldijo de nuevo, mas no podían discutir eternamente. Y aunque pensaba que dejar que Zealor se fuera por si solo era una idea pésima, la verdad era que tampoco tenía muchas más alternativas. Matar al Qiam en esas circunstancias, por tentador que sonara, sólo iba a traer caos y con el rey enfermo no era el mejor momento para provocar una lucha de poder.
¡Mierda! No era eso lo que buscaba.
-¡Joder! Vale, que se vaya, pero con una condición -Nawar se acercó al Qiam y tomó sus manos para desatarlas, sosteniendo su mirada glauca-. Vas a dejar en paz a nuestras familias. A nuestros tíos, nuestras madres, esposas o hijos. No la tomarás con los que no saben nada. No usarás ese truco nunca más.
Zealor sonrió.
-¿Y si no lo prometo me matarás?
-No me tientes. Sólo promételo.
-Lo prometo.
-Por tu alma inmortal, así se pudra por siempre en algún limbo.
-Por mi alma inmortal, así se pudra por siempre en algún limbo si jamás tomo represalias contra quien no lo merece -repitió no sin cierta sorna-. Sólo los culpables deberán temerme.
A Nawar no le gustó ni su sonrisa ni su tono, como no le gustó que el Qiam intercambiara una mirada con el muchacho de reojo, pero no tenía más remedio que cumplir su parte y contentarse con lo que había conseguido.
Así que desató sus manos y dijo:
-Vete.
Y Zealor, que a pesar de ser muchas cosas no era estúpido, se fue.
Jaron y Nawar le observaron hasta que el bosque y la neblina se lo tragaron. El elfo quería asegurarse que realmente se perdía de vista antes de empezar a andar.
-Vamos -le dijo al chico cuando creyó que ya era seguro.
El medioelfo le siguió en silencio un rato, pero no duró mucho.
-Me avisó de que querrías matarle -dijo súbitamente.
-No pensaba matarle, ¿vale? Sólo quería asustarle un poco, arrancarle una promesa -le informó, un poco molesto por su tono. ¿Quién se creía que era para pedirle explicaciones?
Caminaron otro trecho sin hablarse, pero el silencio cansado se había convertido de repente en un silencio tenso y reporbador.
-¿Por qué ayudas a Haze? -Interpeló de repente el chico.
-¿Qué?
-Haze no te cae bien, tú mismo lo dijiste. Dijiste que le ayudabas para salvar a tu tío, pero eso ya lo has conseguido, ¿no? ¿Por qué le ayudas? ¿Por qué arriesgas tu vida por él?
-¿Estás insinuando que debería haberle dejado morir?
-Yo no he dicho eso. Sólo tengo curiosidad. ¿Es por tu señor? ¿O crees que Haze no es ningún traidor y que era injusto que muriera así?
Nawar hizo un mohín.
-¿Eso es de lo que habéis hablado?
-No has contestado a mi pregunta.
Resopló.
-He arriesgado mi vida porque eso es lo que hago -admitió.
-Lo suponía.
-Ya, claro... Responde tú ahora la mía. ¿Es eso de lo que habéis hablado? ¿De Haze?
-No sólo de Haze -dijo con un encogimiento de hombros.
El rubio contuvo las ganas de darle un bofetón.
-No puedes creer nada de lo que Zealor diga -le recordó.
Otro encogimiento.
-Al menos él me ha contado cosas.
Nawar no podía continuar esa discusión en marcha, así que se detuvo y se volvió, encarando al mediolefo.
-¿Te has parado a pensar en que si Haze y Jaron callan es porque tal vez lo que ocurrió sea demasiado doloroso para ellos?
-Eso decís todos.
Nawar tomó al muchacho de los hombros para evitar que desviara la mirada.
-Jaron... por favor... Cuando decimos que Zealor es malvado no es porque no nos sea simpático. No es un caso de creencias equivocadas o de que haga sacrificios por un bien mayor. No es nada de todo eso -Nawar vio como el chico fruncia el ceño, dispuesto a replicar y decidió adelantarse-. ¿Recuerdas lo que te dije antes? ¿Lo del hacha de metal?
Su ceño se relajó, más curioso que enojado de repente.
-Dijiste que había algo que no entendía.
-Los elfos no usamos armas de metal, ¿no te has fijado? No es que no conozcamos las técnicas para trabajarlo. Simplemente está prohibido.
-¿Por qué? ¿Qué tienen de malo?
-Matan el alma además del cuerpo -explicó, soltándole, sabiendo que ya tenía su atención de todos modos-. Aquel que muere por hoja de metal no regresa nunca junto a los suyos, en ningún modo o forma. Se pierde por siempre.
Vio en los ojos del chico que luchaba por entender el concepto.
-¿Créeis que las almas regresan?
-Siempre encuentran el camino de vuelta, de un modo u otro. Excepto... -Calló, pues el chico apretó la mandíbula y supo que no era el momento-. Sé que quieres respuestas, Jaron, pero el camino fácil raramente es el correcto.
El medioelfo le miró y, tomando una fuerte inspiración, siguió su camino sin esperarle.
Nawar le dio unos metros de espacio antes de seguirle. Necesitaba pensar y calmarse. Necesitaban calmarse ambos, de hecho. Ya le abordaría más tarde, cuando se hubieran reunido todos y hubieran podido respirar al fin. Aún seguía interesado en saber exáctamente qué le había contado el Qiam.
Maldijo de nuevo.
Como no se presentara con algo jugoso frente a su señor era elfo muerto.

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