viernes, 7 de noviembre de 2008

Capítulo vigésimoprimero



El pueblo era mas pequeño de que Jaron había imaginado. No había más de treinta o treinta y cinco casas en total, contando las granjas de las afueras y la imponente casa Yahir.
Mireah, que ya había estado allí con Haze, lo condujo hasta ella sin cruzarse apenas con nadie. A esa hora todo el mundo parecía ocupado, y los ancianos con los que intercambiaron saludos no se veían muy interesados en un par de extranjeros que parecían llevar prisa.
Jaron había visto casas señoriales en otras ocasiones, pero algo en la sobriedad de la Mansión Yahir le hacía sobrecogerse. Esa no era una casa más. Era la casa de su familia, de sus abuelos... sus raíces. Por más misteriosas que estas fueran.
Hubiera dado lo que fuera por poder atravesar la alta verja y pasear por el descuidado jardín hasta la puerta. Y franquearla. Y descorrer las cortinas que se adivinaban tras las oscuras ventanas para permitir a la luz entrar en la casa de nuevo. Y ver si había cuadros o tapices en las paredes y aprender las historias que contaban. Aprender cosas sobre su tío, sobre sus abuelos y sus bisabuelos… sus tatarabuelos… sus tataatarabuelos…
Mireah debió adivinar que pensaba, pues le puso una mano en el hombro, obligándolo a relajar las espaldas.
-Es casi tan grande como el castillo de mi padre –observó. Luego ladeó la cabeza apreciativamente-. Tal vez estás incluso en la línea de sucesión –bromeó.
-Igual –Jaron se sintió raro al pensarlo y no le vio la gracia.
Guardaron silencio durante un rato hasta que la princesa lo volvió a romper de nuevo.
-¿Los elfos tienen rey?
-Sí – Jaron respondió sin dejar de mirar la casa-. Leí en uno de los libros de Haze que el rey es la máxima autoridad en la nación élfica, el máximo juez y ejecutor. Todas las decisiones son suyas en última instancia, aunque en realidad es el Consejo, equitativamente constituido por elfos nobles y artesano, quien compone las leyes y toma las decisiones importantes. El rey se limita a ratificarlas o a rechazarlas.
-Vaya –Mireah sonrió-. Pareces todo un experto.
Jaron se encogió de hombros, torciendo el gesto.
-El texto me interesó –confesó-, hablaba también del Kiam.
-Oh.
-Por lo visto es casi tan importante como el rey, pero a otro nivel. Es una especie de custodio de las costumbres y la moral. Es infalible y su palabra es ley. Sólo el rey podría discutir sus decisiones, y aún así… Mentirle al Kiam es traición, dudar de su palabra es traición, contradecirle es traición…
Mireah silbó de un modo muy poco decoroso.
-Y yo que pensaba que mi padre tenía demasiado poder.
-¿Crees de veras que es tan malo como dice Haze? Quiero decir…
-Bueno, no creo que sea una hermanita de la caridad. –La humana hizo un mohín-. ¿Dudas de lo que Haze te ha contado?
-Lo que no me ha contado, más bien.
-Ya –la princesa guardó silencio durante unos segundos-. Sé que a ti te sirve de poco, pero no es fácil aceptar que alguien de tu familia quiere hacerte daño.
-¿Lo dices por tu padre? -De repente Jaron se sintió culpable -. Lo siento. Ni siquiera me he preguntado como debías sentirte… Todos estos días…
La joven sonrió triste.
-Bueno, míralo de este modo: hace dos semanas mi vida se reducía a levantarme por las mañanas, bordar, leer, pasear y esperar a que mi padre decidiera con quien me iba a casar. Ahora vivo en una cueva con mi amor y un tío abuelo que es más joven que yo y con la posibilidad de propósito en el horizonte.
-¿Propósito? ¿Crees que todo esto tiene un propósito?
-¿Tú no?
El chico se encogió de hombros de nuevo.
-No lo había pensado. ¿Y cual crees que es?
Esta vez le tocó a la princesa dudar.
-Ya se verá –Rodeó el hombro de Jaron con uno de sus brazos-. De momento, nuestro propósito era ver la casa y ya lo hemos hecho.
-¿Hemos de volver ya?
-A Haze le dará un ataque si llega y no estamos.
El muchacho asintió, lanzando una última mirada a la casa.
Luego él y la princesa empezaron a caminar en silencio, sin levantar demasiado la vista del suelo para no llamar demasiado la atención. Y entonces, al pasar por la plaza, vieron a la multitud.
Minutos antes el pueblo entero había estado casi vacío y sin embargo ahora la plaza bullía con una actividad agitada y tensa. La gente estaba reunida alrededor de un poste, murmurando algunos, otros lamentándose o maldiciendo en voz alta. Todos parecían visiblemente afectados por lo que estaban leyendo.
Jaron sabía que no era una idea sabia, pero también supo, de algún modo, que debían enterarse de lo que ocurría. Parecía algo importante.
-Vamos a ver que pasa.
-¡Jaron! –Mireah masculló entre dientes, pero fue tras él cuando el chico se adentró en el gentío, tratando de llegar al motivo de su agitación.
Ambos se detuvieron junto al poste, en el que había colgado un papel de aspecto oficial.
-Está firmado por el Qiam –murmuró Mireah, agarrándolo del brazo.
Jaron le devolvió el apretón, pues el también lo había visto y, de algún modo, eso había hecho crecer el nudo en su estómago.
Leyeron juntos el papel y luego lo releyeron aún una vez más.
-Esto no es bueno –opinó Mireah, recalcando lo obvio.
Porque no lo era. Nada bueno.
Jaron maldijo, arrancando el papel del poste aunque eso fuera a atraer a todas las miradas hacia su persona y, tirando de la sorprendida humana, salió corriendo antes de que nadie pudiera reaccionar.


Nawar llegó a la casa Secreta un poco más tarde ese día. Había tenido que evitar algunas patrullas que parecían estar congregándose en la zona sin motivo aparente.
Tal vez era que el Qiam empezaba a sospechar donde estaban, o tal vez simplemente que había deducido que, tarde o temprano, Haze caería en la tentación de acercarse a la casa familiar. Fuera lo que fuera, le habían obligado a dar un rodeo y ya caía el sol para cuando llegó.
Iba a tener que pasar allí la noche, y ya pasaba suficiente tiempo fuera de casa. Su madre iba a acabar por sospechar que ocurría algo y lo último que le faltaba era una madre suspicaz.
Empezaba a estar harto de todo el asunto y a arrepentirse de haber hecho promesas que parecía que no iba a poder cumplir. Le había prometido a su tío que ayudaría a Haze y, aunque algo estaba haciendo a ese respecto, no estaba muy seguro de hasta donde debía extenderse esa promesa. También le había prometido a su señor que involucrarse en esa historia iba a servir a sus objetivos, pero cada vez lo dudaba más y más. Y finalmente, se había prometido a sí mismo que nunca iba a desvivirse por los Yahir del modo en que su familia lo había hecho durante generaciones. Y ahí estaba, de correveidile oficial del chico y de Haze.
Y ni siquiera estaba más cerca de entender nada. Por lo poco, poquísimo que le había explicado Haze, estaba claro que Zealor llevaba años buscando activamente difundir y perpetuar el miedo a los humanos, extender las leyendas sobre raptos y armas de metal que mataban el alma y todas las demás sandeces en las que hacía tiempo que no creía. Pero, ¿por qué? ¿Qué ganaba con eso el Qiam? No podía ser más poder del que ya tenía, ¿verdad? ¿Y por qué encerrar a Haze durante 67 años? ¿Por qué matar a su hermano mayor si ya creía haber matado a su cuñada y su retoño? Sin la humana y el medioelfo, sin pruebas, ¿hubiera podido Jaron Yahir hacer algo?
Eran demasiados porqués y demasiadas posibles respuestas y él estaba quedándose sin recursos. Su señor iba a pedirle resultados pronto y él no sabía si iba a servir de algo involucrar a los Yahir en más conjuras.
Tal vez si lo hablaba con Haze…
Sí, eso haría. Le hablaría a Haze acerca de su señor y sobre los deseos de éste de conocerlos y le convencería de que era lo mejor para todos. No podían pasarse la vida escondidos en una cueva a las afueras del pueblo.
Un poco más animado, se recolocó el fardo a la espalda y enfiló el último tramo de roca un poco más escarpada.
Cuando llegó encontró a Jaron Yahir sentado en la entrada de una cueva inusualmente silenciosa. El elfo le miró sin decir nada, pero Nawar creyó adivinar un brillo divertido en sus ojos.
-¿Pasa algo? ¿Dónde está todo el mundo?
-Haze fue a por agua –respondió-, y el engendro y la humana me han dicho que iban a por moras.
-A por moras… -Nawar resopló, descargando el fardo y sentándose en una roca a su vez-. Pero tú no les has creído.
Yahir sonrió cínicamente.
-¿Porqué iba a dudar de su palabra?
El joven elfo reprimió las ganas de golpearle como lo había hecho Alania, y en lugar de ello se puso en pie de nuevo. Cuanto menos tiempo pasara con Yahir, más fácil le sería recordar que lo necesitaba de su parte. Aunque fuera sólo ligeramente.
-Esperemos que regresen antes que Haze –dijo, pues fue la única respuesta no ofensiva que se le ocurrió.
-¿Quien ha de regresar antes que yo?
Nawar se volvió hacia Haze que, cumpliendo todas las leyes de lo inoportuno y lo dramático, se había acercado a ellos sin que lo oyeran llegar. El elfo fruncía el ceño preocupado, porque intuía la respuesta. Maldijo entre dientes ante su silencio y dejó los odres en el suelo con un gesto brusco.
Miró a su hermano, visiblemente enfadado y suspiró con cansancio.
-Será mejor que vaya a buscarles.
-Te acompaño –se ofreció Nawar.
-No. Si vuelven por otro lado prefiero que haya alguien útil esperándoles.
Nawar, que iba a protestar, se quedó sin palabras, pues si no se equivocaba era la primera vez que oía a Haze reprender a su hermano, aunque fuera indirectamente.
Así que se quedó junto a un huraño Jaron Yahir mientras Haze se cubría la cabeza con la capucha y se iba en dirección al pueblo.
El elfo se entretuvo entrando el agua en al cueva y empezando a preparar algo de cena, intentando no pensar en que estaba cocinando para los Yahir, cumpliendo finalmente con la tradición familiar.
Pero cuando hubo terminado y nadie había regresado aún, empezó a impacientarse. El pueblo no estaba a más de un cuarto de hora de camino, veinte minutos a lo sumo si uno daba un pequeño rodeo para evitar dejar un rastro claro.
-Tardan mucho –dijo Jaron, entrando, como un eco de sus propios pensamientos-. ¿No crees que deberías ir a ver que pasa?
Nawar, sorprendido por su súbito interés, se le quedó mirando como un bobo durante unos segundos antes de reaccionar. Luego cogió su capa, porque Yahir tenía razón, pensando en si debía decir algo, algo del estilo: “Tú espera aquí” o “No tardaré”. Y pensando también en lo ridículo y absurdo que estaba resultando todo.
Y entonces, cuando se había vuelto hacia el elfo con alguna frase estúpida en la punta de la lengua, Jaron y Myreah entraron corriendo. Se detuvieron al verles, faltos de resuello y visiblemente agitados, mirándole como si no hubieran esperado que fuera él precisamente quien fuera a recibirlos.
-¿Pasa algo? –Quiso saber.
Los dos se miraron, dudando, y finalmente el muchacho le tendió un papel.
-Es tu apellido –le dijo, como si eso lo explicara todo- . Hemos creído que era importante.
Y Nawar, que ya estaba de los nervios, estuvo a punto de sacudirle para que hablara más claro, pero en lugar de eso cogió el papel que el chico le tendía.
Resultó ser un documento oficial de la oficina del Qiam que anunciaba que en veinticuatro horas la traidora Noain Ceorl iba a ser ajusticiada en la plaza de Suth Blaslaed.
Yahir, que leía por encima de su hombro, maldijo.
-Ese hijo de puta… -fue todo cuanto dijo, y parecía tan sincero que Nawar olvidó por un momento toda hostilidad hacia él.
-Tengo que irme –le dijo-, mi madre... debo tranquilizarla...
El elfo asintió, grave.
-Tranquilo, yo me encargo de todo.
Nawar rozó apenas con una mano el hombro de Myreah y de Jaron.
-Tengo que irme –repitió como un mantra.
Ahora no tenía tiempo de sentirse atado a juramentos y obligaciones. Su tía… Ese mal nacido de Zealor pretendía ajusticiar a su tía.
Los dos asintieron a su vez, como lo había hecho el adulto, aunque en sus caras había más confusión que en la de Yahir.
Aún así, junto a la puerta se dio cuenta de algo y se detuvo una última vez.
-¡Mierda! Decidle a Haze cuando vuelva que no se mueva, que yo me encargo de todo –luego lo pensó -. O mejor aún… No le digáis nada. Nada de nada.
Otra vez hubo asentimientos y esta vez sí se volvió y se fue por donde había venido, pero no en dirección a su casa.
Su señor le debía más de un favor y ya iba siendo hora que se los devolviera.

2 comentarios:

Roser dijo...

Anava a fer-te alguna correcció, però hi ha massa coses i ara només recordo que no queda clar si és la mare o la tia de Nawar la que ha de morir. Rellegeix-t'ho o que t'ho rellegeixin, si de cas.

Mari Pueyo dijo...

La Laia ja m'ha ajudat a corretgir algunes coses, però sí, l'he de rellegir en un parell de dies, perque ara estic massa saturada.