jueves, 30 de octubre de 2008

Capítulo vigésimo



Jacob, el príncipe de Meanley, paseaba junto a su rey por los jardines de palacio, en la capital. Eran unos jardines impresionantes y sólo la distancia entre la capital y su pequeño feudo impedían que paseara por allí más a menudo. El anterior rey había hecho traer árboles de todo lo largo y ancho del reino -eucapliptus, cerezos, robles, hayas, pinos...- que crecían frondosos y esbeltos, franqueados por rosales y setos esquisitamente posados que marcaban el camino a seguir. En los calurosos días de verano, la mezcla de olores era tan intensa y la sombra tan fresca que uno no podía más que senterse a meditar en alguno de los labrados bancos de piedra.
Pero no hacía calor ese día, ni era para meditar para lo que se había reunido con su señor. Tenía algo mucho más urgente entre manos, y el elfo había sido muy explícito en cuanto plazos a cumplir.
-¿Y estás seguro de ello, Jacob?
-Más que seguro, Majestad. Nunca os molestaría por un simple cuento de hadas.
-Lo sé, lo sé, pero...
-Siempre lo hemos sabido, mi señor, en lo más hondo de nuestro corazones. ¿Cuantos niños han desaparecido en la noche en los últimos veinte años? ¿Cuantos hombres muertos en el camino sin motivo aparente? Y en Meanley es peor...
-Sí, sí -el rey apartó sus argumentos con un ademán-. Meanley parece ser la frontera con sus tierras.
-Exacto. Mi familia lo sabe mejor que nadie, mi propia tía..
El rey se sentó, de nuevo haciéndole un gesto para que no continuara.
-Todo el reino sabe la historia de Sarai. No hace falta recordarla.
-Entonces, ¿qué me decís? ¿Ayudaréis a Meanley ahora que os necesitamos?
-Necesitaré más pruebas que tu palabra, Jacob.
El príncipe llevaba toda la mañana esperando que el rey dijera esas misama palabras, pero aún así fingió consternación.
-¿Sería suficiente prueba si os traigo a uno de esos engendros?
El rey guardó silencio durante un rato, pensando No llevaba demasiados años en el trono y no era un hombre de acción. En realidad su hermano debería de haber heredado el trono tras la muerte de su padre, pero murió muy joven y fue su hermano menor, que no había sido criado para gobernar ni para tomar decisiones, quien heredó el peso de la corona.
Y ahora estaba pensándolo, lo cual era buena señal.
-Traelo, Jacob, y entonces decidiremos -Esperó a que Meanley asintiera antes de continuar-. Y ahora, retírate, tengo mucho que pensar.
El príncipe obedeció a su rey con una revenrencia. Ya le tenía donde le quería, no hacía falta alargarlo más. Y cuando el elfo le proporcionara su prueba, nada ni nadie iba a impedir que su familia obtuviera el lugar que le correspondía.


Habían pasado cuatro días y medio desde que a Haze se le ocurriera la genial idea de que era más seguro para Alania regresar a su casa, junto a su madre. Y aunque en el fondo de su corazón (e incluso de su razón) Jaron sabía que era una idea sensata, aún no estaba seguro de haber perdonado a su tío.
Sí, Mireah estaba allí con él para hacerle compañía, pero…echaba mucho de menos la vivacidad de la muchacha. Se había acostumbrado a ella después de tantos días juntos y ahora se le hacía extraño.
Claro que se guardaba mucho de decirlo en voz alta, ya que a Mireah seguro que le daba por pensar que estaba enamorado de Alania o algo. Y no era eso, por supuesto que no. Simplemente que, con tanta cara larga a su alrededor, la capacidad de acción de la elfa hubiera sido contagiosa.
Además, al final no había tenido tiempo de tocas nada para ella.
El muchacho suspiró, llevándose la flauta de nuevo a los labios, tocando mecánicamente una melodía cualquiera.
Cuando habían enseñado los juguetes a Nawar, éste había recordado una suerte de escondite secreto detrás de un saliente donde, entre otras cosas, había una flauta. El elfo no recordaba qué hacía allí, pero Haze sí. Por lo visto odiaba sus clases de música y la había escondido para no tener que tocarla nunca más.
-Toda tuya –le había dicho cuando Jaron había expresado su deseo de quedársela.
Era muy sencilla y tosca y había tenido que limpiarla con cuidado, pero cumplía su función. Y mientras no pudieran moverse de la ratonera que había resultado ser la Casa Secreta era lago que hacer.
Mireah se había mostrado encantada al escucharle la primera vez e incluso le acompañaba de vez en cuando con su voz. Era algo grave, pero melodiosa y a Jaron le gustaba oírla cantar.
Haze se sentaba junto a ellos cuando esto sucedía y sonreía, tomando la mano de la humana. Puesto que Jaron y Mireah sólo sabían canciones humanas, el elfo no se podía unir a ellos, pero parecía tener suficiente con escuchar.
Excepto la vez en que había tocado una canción antigua.
Tanto Haze como su hermano, que apenas les prestaba atención normalmente, se había puesto en pie de improviso, pálidos.
Jaron Yahir le había arrebatado la flauta de entre las manos.
-¡Eh!
-No vuelva a tocar esa maldita canción –había dicho, devolviéndosela con el mismo gesto brusco antes de salir de la cueva.
Jaron y Mireah se habían mirado interrogantes y luego habían buscado a Haze.
-Era la canción favorita de Sarai –había dicho.
Y luego él también había salido. Tal vez para tratar de consolar a su hermano, tal vez para regañarle por su brusquedad. Tanto daba, francamente.
Sarai era un tema tabú.
De eso se había dado cuenta hacía ya días. Haze respondía con vaguedades y Yahir... Yahir se limitaba a espetar que no volviera a decir ese nombre en su presencia
si al muchacho se le escapaba por casualidad.
Y Jaron seguía en la más completa oscuridad con respecto a su madre. Mireah no podía aportar más de lo que ya había aportado, pues ni siquiera ella podía aflojar la lengua de Haze a ese respecto.
Y los días habían ido pasando y el muchacho había repartido su tiempo entre tocar la flauta, leer los libros de Haze y ver como Mireah intentaba enseñar al elfo al menos a coger la espada correctamente.
Nawar también se había ido, pero él iba y venía. Y entonces él y Haze cuchicheaban durante unos segundos antes de que el elfo se sentara con ellos a compartir algo de té y pastas que solía traer del pueblo.
-Estoy preocupado –había dicho al segundo día-.Nadie me sigue desde el incidente del bosque.
-¿Y? Eso es bueno, ¿no?
-Suena bueno. Por eso, posiblemente, es malo.
-¿Lo decís por el Kiam?
Haze había hecho un mohín.
-Conociendo a Zealor, o tiene lo que quería, o ha encontrado otro modo de conseguirlo.
Y eso era todo lo que tenía del tercer Yahir, del tipo que, según Jaron Yahir, podía ser su padre. Que era malvado, que era retorcido y que no se detenía ante nada.
Oh, y que se le parecía físicamente.
No era mucho, la verdad.
A ratos tenía sensación de saber menos sobre sus padres ahora de lo que sabía cuando vivía en el convento. Al menos allí había estado seguro de que su madre era Sarai y su padre se llamaba Jaron y de que ambos se habían querido con locura.
Dos de tres tampoco estaba mal.
Frustrado y cansado hasta de la música, el muchacho dejó la flauta con un resoplido, maldiciendo por enésima vez que Nawar pareciera incapaz de conseguirle un arco.
Haze había ido a por agua a una fuente que había unos kilómetros más allá y Jaron los ignoraba lo mejor que sabía, ojeando un libro de cuentos junto a la entrada, donde había más luz. Mireah, sentada a la mesa, jugueteaba con un caballito de madera con aire distraído.
Y el muchacho iba a explotar de pura inactividad.
-¡Vamos al pueblo! –dijo a la princesa, tomándola del brazo y poniéndola en pie.
-¿Qué? ¿Estás loco?
-¡Oh, vamos! Tú estás tan aburrida como yo…
-No se trata de si estamos o no aburridos, Jaron. Es peligroso. Haze…
-Haze no tiene que enterarse. Por favor. Sólo quiero echar un vistazo a la casa Yahir y volver. Sólo eso…
El muchacho puso su mejor cara de cordero degollado y la humana resopló.
-¡Esta bien! Pero más te vale…
-Si me dices que pise donde tú pises, te juro que me largo solo.
La muchacha puso los ojos en blanco y fingió ir a darle un capón mientras, entre risas, Jaron cogía las capas y salía de la cueva.
-Vamos a buscar moras –le dijo a Yahir, que los miró al pasar.
Éste tan solo se encogió de hombros y Jaron pudo adivinar en su mirada que por él, como si se iban a buscar al Kiam.
Mireah le apremió, abriendo el paso.
-Más te vale que regresemos antes de que Haze vuelva o yo misma me encargaré de castigarte.

No hay comentarios: