domingo, 15 de agosto de 2010

tercera parte, capítulo decimoséptimo







El caballo llegó al patio y el jinete descabalgó sin esperar siquiera a que se detuviera del todo. Un criado salió a recibirle, sensiblemente alarmado ante la visita inesperada a esas horas intempestivas. Su alarma no decreció al bajarse el jinete la capucha y descubrir su identidad. Al contrario, el elfo sabía perfectamente que su príncipe no debería encontrarse allí esa noche y no pareció interpretar su presencia como nada bueno.

Faris no se entretuvo en darle explicaciones. Sabía que la mayoría de su servicio desaprovaba sus acciones de los últimos días pero que eran demasiado leales como para cuestionarlas abiertamente y prefería que fuera así. No podía permitirse el lujo de pararse a pensar en esos momentos. Todo parecía haberse salido de madre desde el momento en que Nawar viniera a pedirle que intercediera a favor de sus tíos y él había accedido.

No, no podía detener a pensar en que debería estar velando el cadaver de su padre y observando el riguroso luto impuesto por el Qiam en lugar de estar asustando a sus propios criados en su residencia privada en mitad de la noche. Así que en lugar de eso actuó como si estar allí esa noche fuera lo más natural y entregó su capa al criado mientras le pedía que se asegurara de que el caballo descansaba como era debido y que estaba listo antes del amanecer para el camino de vuelta.

-¿De vuelta?

-Al Castillo Real, por supuesto. He de asistir a un funeral.

El criado asintió, aparentemente aliviado de que al menos aquella parte de su compromiso sí fuera a cumplirla, y se apresuró a cumplir sus órdenes.

-Vuestros invitados se encuentran en la cocina -le informó otro de sus criados mientras le abría la puerta y le franqueaba el paso-. Maese Yahir decidió que era mejor esconderse hasta saber quién nos visitaba -explicó-. ¿Les hago subir al salón?

-No será necesario. Después de todo, no he cenado aún.

Su gente no sólo era leal si no que además era eficiente, así que al poco de entrar en la cocina y tomar asiento junto a sus “invitados”, la orden ya había sido dada a las cocineras, que se pusieron manos a la obra. Faris hubiera protestado. En realidad le hubiera bastado con algo de pan y queso, pero por lo poco que conocía a la señora Ceorl sabía que no iba a servirle de mucho protestar.

De modo que mientras las cocineras se afanaban con los fogones, él se encaró a Haze Yahir y a Dhan Hund, que parecían tan sorprendidos con su presencia como lo había estado su criado. Por ganar tiempo y ordenar su mente, observó a la elfa que se sentaba junto a ellos. Era la viva imagen de Alania, de facciones delicadas pero ojos despiertos y decididos, aunque sus cabellos no eran del mismo rojo ardiente que los de su marido y su hija.

-Layla Hund, deduzco. No sabía que vos también estábais aquí.

-No puede regresar a casa, Alteza -se apresuró a explicar Hund-, el Qiam la busca.

-Lo sé y su presencia no me molesta, Maese Hund. Pero si hubiera sabido que iba a encontraros aquí hubiera traido a Alania conmigo.

-¿Mi niña? ¿Está bien? -La elfa se puso en pie con impaciencia y su marido le puso una mano en el brazo para tranquilizarla.

Faris asintió con una sonrisa.

-Al menos lo estaba cuando la he dejado dormida en mi sofá -tranquilizó a los Hund-. No es el escondite ideal, pero nadie va a ir a buscarla donde se encuentra ahora.

-Pero...

-Mañana me encargaré de que llegue a vosotros sana y salva. Lo prometo.

Layla pareció tranquilizarse con aquello y se sentó de nuevo. Y eso mató el primer tema de conversación, el fácil. Ahora querrían saber qué hacía allí y él mismo no tenía mucha idea aún. Lo único que sabía era que su lugar estaba allí más que en su habitación leyendo papeleo interminable e inutil para complacer al Qiam.

-Supongo que a todos os han llegado las noticias -comenzó con una sonrisa torcida.

-Así es. Y lamentamos terriblemente vuestra pérdida, Alteza -Haze Yahir le dio el pésame tan grave y sincero que por un momento Faris perdió el hilo.

Haze nunca había conocido a su padre y a él apenas le conocía desde hacía un par de días. Y sin embargo allí, en una cocina donde no hacía falta ningún protocolo ni ceremonia, sin obligaciones ni recompensas, él le ofrecia su más sincero pésame. Cóstaba creer que tuviera cualquier tipo de parentesco con Zealor.

-Yo... Gracias -dijo finalmente, intentando recuperar su discurso-. Pues bien, como bien debéis saber el Qiam controla el Luto y la ceremonia de coronación. Por algún motivo parece que está alargando el proceso. Tal vez sólo trata de estirar mi cuerda, ver hasta donde llega su poder sobre mí. Sea como fuere, me encuentro atado d epies y manos mientras el Luto dure y francamente no creo que mi situación vaya a mejorar tras la coronación.

-Qué ironia -Yahir le ofreció una sonrisa de comprensión-. Tendréis más poder que nadie en la Nación y menos libertad que muchos.

-Debe de ser por eso que Zealor nunca quiso ser rey -fue la réplica de Faris mientras hacía sitio en la mesa para que una de las muchachas pusiera un mantel y unos cubiertos-. El problema es que hacer con vosotros. Cuando yo sea rey ya no habrá príncipe heredero y esto deberá quedar vacío a la espera de que yo tengo un hijo y alcance la mayoría de edad.

Otra muchacha le trajo una copa y algo de vino y la señora Ceorl dejó un plato de estofado caliente delante suyo. Posiblemente restos de la cena recalentados, pero definitivamente mejor que pan y queso.

-¿Vacío del todo?

-Bueno, no me llevaré los cuadros.

-¿Vendrá alguien a revisar que no quede nadie aquí? -Quiso saber Haze Yahir.

Y Faris vio adónde quería llegar. Si la residencia quedaba aparentemente vacía, sin criados, sin carromatos de abastecimiento, sin luz en la noche ni visitas durante el día, nadie iba a venir a comprobar que de veras fuera así. Iba a ser un buen esondite, al menos mientras él se habituaba a sus nuevas obligaciones y podían pensar qué querían hacer y cómo hacerlo.

-No podré abasteceros -le advirtió, dándole a entender que sabía cual era su plan.

-Nos apañaremos.

-Y será mil veces mejor que la Cueva de Yahir -apuntó Dhan. Faris no le entendió, pero dedujo que era una broma interna al ver a Haze sonreir.

-Además, cuando encuentren a Jaron vendrán para aquí.

Por supuesto. Nawar y la princesa humana. Si hubiera sabido lo que se avecinaba... Nunca debió enviarlos a buscar al medioelfo. Pero había tantas cosas que nunca debería de haber hecho... Ya no podía corregirlo. Iba a tener que vivir con esa decisión.

Podían tardar semanas en dar con el chico y regresar. Yahir debía de sabrerlo tan bien como él, pero, al igual que él, prefería fingirse ignorante y optimista. No iba a ser Faris quien aguara la fiesta.

-Pues esperemos que para entonces el Qiam ya haya tenido a bien coronarme y pueda reubicaros. Creedme, he compartido caserna con Nawar Ceorl y no se lo deseo ni a mi peor enemigo.


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