lunes, 24 de mayo de 2010

tercera parte, capítulo sexto





Seagalnoin'ear también tenía una campana. Haze lo había descubierto cuando las campanadas le habían despertado en mitad de la noche con un sobresalto. Era la primera noche en casi una semana en que no se había dormido debido a la fiebre ni a ninguna droga, pero aún así le había costado recordar dónde estaba y, aún más importante, qué significaba lo que estaba escuchando.

Había bajado y, siguiendo el sonido, se había reunido con los pocos criados que había en la casa quienes, por turnos, hacían sonar la campana. Por supuesto, se había unido a ellos a pesar de las protestas de Noaín y a sabiendas de que no era lo más aconsejable para su hombro. Pero estaba harto de no servir para nada y además mientras se concentrara en tirar de la cuerda no tenía que pensar. Porque la verdad era que aparte de pensar poco había que hacer. Y él estaba pensando demasiado últimamente.

Así que en sus ratos de descanso, mientras saboreba el té que Noaín había preparado para ellos, pensó. Pensó en Faris y en cómo se suponía que iba a ayudarles ahora que tenía que reinar. En Zealor, en el accidente de sus padres y en las llamas deborando Fasqaid. Pensó en lo que le había dicho Nawar acerca de las casualidades que había encumbrado a Zealor y tuvo miedo de seguir pensando en eso. De modo que pensó en Mireah, en cómo le hubiera gustado que por una vez no hubiese sido tan decidida e independiente y se hubiera quedado junto a él.

Luego tuvo que volver a tocar la campana y el ruido bendito le impidió pensar.

Con el sol las campanas se callaron y todos bajaron a la cocina a desayunar. A parte de Salman y Noaín había tres criados más que se mostraban preocupados por su señor y parecían no saber muy bien cual era su deber ahora. Haze les dejó discutir mientras masticaba algo de pan y queso. Él ni siquiera podía plantearse una alternativa. Su celda era ahora más ancha, pero seguía estando encerrado.

Sonrió sin ganas.¿Cómo le había llamado Zealor? ¿Melodramático?

No, no debía pensar así. No iba a moverse de Sealganoin'ear porque esperaría a que Mireah regresara con Jaron, no por miedo a su hermano. A ninguno de ellos.

Noaín poniendole una mano en la frente le sacó de sus cavilaciones.

-Te ha vuelto la fiebre. Deberías echarte -dijo en el mismo tono que solía usar cuando no era más que un chiquillo.

-¿Y perderme la diversión?

La elfa le miró con un mohín de desaprobación mientras retiraba su plato. Sin duda de no ser adulto ahora le hubiera cogido por la oreja y le hubiera arrastrado a su habitación.

-Además, sois vosotros quienes deberías descansar -añadió-. No soy yo quien trendrá trabajo cuando lleguen órdenes de Su Alteza.

Salman iba a responder, sin duda con una protesta, cuando alguien llamó a la puerta de servicio. Todos guardaron silencio de inmediato. No sólo era demasiado temprano para cualquier entrega si no que todo el mundo sabía que había dos días de luto tras la muerte de un rey. Nadie trabajaba. No había entregas ni se recibían encargos.

Los golpes en la puerta se repitieron, más urgentes.

Salman le indicó con un gesto que saliera de la cocina y así lo hizo, aunque se quedó tras la puerta a escuchar. Oyó a Salman abrir la puerta y preguntar y oyó la respuesta en la inconfundible voz de Dhan Hund. Así que entró de nuevo en la cocina, dispuesto a indagar acerca de la misteriosa misión en la que había partido el día anterior y sus resultado, pero sus preguntas murieron en sus labios al verle entrar acompañado de una elfa.

No le hizo falta preguntar para deducir que se trataba de su esposa. El parecido con Alania era asombroso. Aún así Haze no entendía qué hacia ella allí, y menos como se las habían apañado para convercer a Alania de que se quedara en casa.

-¡Haze! -Dhan se acercó a él en dos grandes zancadas al verle y le puso una mano en el hombro con tanto ímpetu que el elfo tuvo que reprimir un quejido-. Tienes mucho mejor aspecto.

-Pues tú tienes el mismo aspecto terrible de siempre -bromeó mientras tomaban todos asiento alrededor de la mesa y Noaín se afanaba a traerles algo de comer a los recién llegados-. La verdad es que no te esperaba de vuelta tan pronto.

-Las circunstancias han cambiado y Layla estará más segura aquí -la elfa saludó con un cabeceo a modo de disculpa ante la falta de presentación oficial-. Tu hermano la busca.

-¿Zealor? Pero si le prometió a Nawar que dejaría en paz a nuestras familias.

-Pues ya ves... Aunque si no hubiera escapado a su vigilancia supongo que no hubiera encontrado motivos para acusarla de nada.

-Hubiera encontrado otro tarde o temprano -le aseguró Haze-. Zealor sabe como jugar con las palabras hasta que significan lo que él quiere que signifiquen.

-Supongo -Dhan hizo una pausa para agradecer a Noaín el desayuno y llevarse un trozo de pan a la boca. Cuando continuó lo hizo para cambiar de tema-. ¿Ha dejado Faris alguna directriz antes de partir hacia el Castillo?

-Vaya. Entonces tu tampoco tienes noticias suyas -ante el ceño fruncido de Dhan, Haze se lo aclaró-. Se fue poco después de que tú te fueras. No creo que pensara que ya no iba a poder regresar.

-Entonces no va a quedar más remedio que esperar aquí a que termine el luto y Faris vuelva a tener libertad de movimiento.

Haze asintió, consciente de que lo que decía Dhan era verdad. No tenía demasiado problema con ello. Si algo tenía era paciencia. Pero eso era exactamente de lo que carecía Dhan. Como al Qiam se le ocurriera alargar mucho el luto no iban a tardar en tener al pelirrojo subiéndose por las paredes.

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