jueves, 3 de diciembre de 2009

segunda parte, capítulo trigésimo






Conocía el lugar hacia donde Jaron Yahir la había guiado y conocía la casa a la que se habían dirigido, pero debía reconocer que no conocía esa entrada. Era la casa de Bas'il Dheireadh, en Cóign'ear, antiguo conocido de su marido, con un pie en el ejército y otro en el consejo, al que no veía desde hacía casi cinco años, pero era la primera vez en toda su vida que utilizaba una entrada de servicio. Aún así Layla Hund se dejó conducir por el elfo de la cara quemada al que había creído muerto durante 67 años, feliz de saber que habían llegado a su destino. No sólo estaba agotada y decepcionada, si no que los dos últimos días de viaje había sido largos y tediosos. La compañía de Jaron ya no era como ella la recordaba. El elfo que ella conociera tal vez no era el más jovial de los mortales, pero era agradable al trato, simpático e ingenioso. Ahora sin embargo no sólo era hosco y taciturno, sino que además era amargo y desagradable. Había intentado conversar con él, saber qué había de verdad en todo lo que le había contado Alania, pero no había conseguido arrancarle más que gruñidos y sarcasmos.

Así que cuando llamaron a la puerta trasera de la casa de los Dheireadh se sintió terriblemente aliviada ante la prespectiva de librarse de su compañía.

La criada que abrió no esperaba la horrible visión del rostro de Jaron y palideció, pero supo mantenerse en su lugar y no salir corriendo, que era lo que cualquiera deseaba hacer la primera vez que veía a Yahir.

-¿Está tu señor? -Preguntó éste mientras bajaba su capucha como si no hubiera reparado en la reacción de la elfa.

-¿Qui-Quien pregunta por él?

-Un viejo amigo.

La mujer asintió y la puerta se cerró. Hubo algún cuchicheo tras ella antes de que se abriera y apareciera esta vez un criado. Parecían haber decidido que Yahir podía ser peligroso. No les culpaba.

-Pasen, por favor.

Layla no dejó de notar que a pesar de la cortesía no les hacían entrar más allá de la cocina. El elfo que les había franqueado el paso les observaba con recelo mientras una de las criadas les indicaba que se sentaran. Fue a cogerles las capas, y Layla iba a deshacerese de su capucha gustosa, pero un gesto de Yahir se lo impidió.

-Estamos bien, gracias. Sólo avisa a tu señor.

Layla se dejó caer en una silla junto a él.

-No hacía falta ser grosero -le susurró.

-Estoy desfigurado y muerto, nadie me va a buscar o reconocer, pero tu cara debe de estar en todos los mercados -fue su respuesta, desdeñosa y fría-. No te quites la capucha hasta que veamos a Bas'il.

-Oh -fue todo cuanto acertó a decir. Con otra persona, en otras circunstancias, se hubiera disculpado, pero algo en las maneras de Jaron le impidió hacerlo.

De modo que se quedó allí sentada con la capucha puesta en contra de todas las normas de buena educación, como si en lugar de la cocina de una casa decente fuera una taberna cualquiera, a la espera de que el señor de la casa se dignara a bajar.

Las dudas que no la habían abandonado del todo en ningún momento la asaltaron de nuevo durante la espera. ¿Y si Jaron se equivocaba y Bas'il no estaba de su parte? En lo poco que había dicho al respecto, Yahir había asegurado que el elfo había conocido a su esposa humana hacía años y que era de los suyos, pero ¿y si el tiempo le había cambiado? No veía al señor de Dheireadh desde hacía cinco años, ¡y había sido en un acto oficial! Su marido y él no habían dado grandes muestras de conocerse. Tal vez era cierto que hacía años habían formado parte del mismo grupo, pero... ¿y si Bas'il se había acomodado como les había sucedido a tantos?

No se dio cuenta de lo tensa que estaba en realidad hasta que la puerta de la cocina se abrió, provocándole un respingo.

Bas'il Dheireadh entró en la cocina, el ceño fruncido sobre sus ojos verdes. Les miró, aún sin entender nada, y se plantó ante Jaron.

-¿Quien se dice amigo mío y llama a mi puerta de servicio exigiendo mi presencia?

Jaron se puso en pie y Layla creyó ver algo parecido a una sonrisa en sus ojos violeta. La dura linea que eran sus labios se relajó al hablar.

-Sé que han pasado unos años y que tu pelo está más blanco que la última vez, pero no pensé que estuvieras tan viejo que no me reconocerías.

El elfo, que ciertamente era algo mayor que ellos y ya mostraba algunas canas en su cabello castaño, abrió los ojos con sorpresa al oir la voz y se sujetó a una de las sillas, como buscando estabilidad.

-¡Por todos los...! Creí... Creimos...

Y de repente abrazó a Jaron y esté le devolvió el abrazo. Ésto sorprendió a Layla aún más que su sonrisa.

-Cuando oí lo de tu hermano y lo de Dhan... -Bas'il se separó de él, una mueca incrédula pintada en sus labios-. Debí haberlo imaginado. Pero como iba...

Jaron perdió el gesto afable del rostro tan deprisa que la elfa creyó haberlo imaginado. Miró de soslayo a los criados, que fingían dedicarse a sus labores.

-Aquí no. Vamos a un lugar más privado.

-Por supuesto -su anfitrión les señaló la puerta aún con ese gesto de incredulidad en los ojos-. Hay tantas cosas que tienes que contarme... Sarai, ¿ella también...?

-Aquí no -insistió Yahir y Layla entendió perfectamente que quería decir: “aquí no ni en ningún otro lugar”, pero Bas'il aún no llevaba sufciente tiempo con él como para haberse dado cuenta de que el Jaron al que acababa de abrazar no era el Jaron que él recordaba.

Ya se daría cuenta. Y si empezaba a preguntarle por su esposa muerta eso iba a suceder más pronto que tarde.

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