jueves, 16 de abril de 2009

Capítulo cuatrigésimo cuarto

(por si os lo perdísteis, el capitulo anterior fue publicado el lunes 13)



Lo que encontraron al llegar al lugar que Dhan Hund llamaba Fasgaid no se parecía a nada que Mireah hubiera imaginado de camino al lugar. Francamente, tras la cabaña y la cueva la princesa no esperaba una casa solariega entre las montañas. Solitaria y desolada, descansaba junto a un pequeño lago de aguas tan calmas y cristalinas que reflejaban el cielo y las montañas como si más que un reflejo fuerna otra realidad.

A medida que cubrían los últimos metros pudo ver la joven que la casa no solamente estaba en ruinas si no que parte de se hermosa fachada estaba ennegrecida, como consumida por un fuego voraz. El jardín era una selva salvaje de plantas que crecían altas y frondosas, caóticas y bellas en su descuidado desorden, ocupando cada rincón, ocultando caminos que tal vez una vez fueron, rincones de reflexión o de juegos.

Debía de hacer eones desde la última vez que alguien había puesto los pies allí.

-¿Y esto ha de ser más seguro? -Inquirió, deteniéndose junto a la oxidada verja.

-Parte de la casa sigue intacta -respondió el elfo, empujando la puerta con el pie y entrando con dificultad por la estrecha apertura que las plantas les permitían practicar. Mireah corrió a ayudarle, temerosa de que golpeara a Haze en la cabeza en algún movimiento brusco-. Además, el Qiam tardará en buscarnos aquí. Al fin y al cabo, un rayo no suele caer dos veces en el mismo lugar...

-Oh -Mireah comprendió de repente-. Así que aquí es donde Jaron...

Dhan asintió con la cabeza mientras la guiaba a través de la maleza hasta la entrada de la casa.

-Jaron no debía ocultarse aquí más de uno o dos días, pero cuando él y Sarai se separaron... -Hund no acabó la frase, pero la humana lo entendió perfectamente.

-¿Y porqué sólo dos días?

-Zealor no iba a tardar en comprobar este sitio.

-¿Y eso? -la princesa apartó algunas ramas con su espada, llegando hasta la casa.

Como respuesta, Dhan señaló con la cabeza sobra la puerta. Ennegrecido y semiderruido, se podía intuir un escudo. Era apenas reconocible, pero Mireah ya lo había visto antes en la casa Yahir.

-Era una antigua casa de Verano que nadie usaba desde que sus padres murieron, así que cuando Jaron conoció a Sarai y se casaron inventó que quería pasar parte de su tiempo aquí para tener un espacio para sí mismo. Zealor estaba ocupado con sus estudios y a Haze lo cuidaban los Ceorl, así que a nadie le extrañó que un elfo joven necesitara vivir solo una temporada.

-Pero en realidad vivían en otro sitio -dedujo Mireah.

-Por supuesto. No podía arriesgarse a que alguien viniera de visita y les encontrara. Pero de tanto en tanto nos reuníamos aquí para hablar y tramar.

-¿Tramar? -la joven abrió el portalón con dificultad, removiendo algunos cascotes. La verdad era que nada de todo aquello parecía muy bien afianzado.

-Un futuro mejor -Respondió con una media sonrisa, como excusándose de una estupidez de juventud.

Finalmente, entraron en la fría penumbra del recibidor y el elfo miró alrededor. La mitad este de la casa estaba completamente impracticable, así como una de las escaleras de subida, totalmente derrumbada. La escasa luz del anochecer se colaba por un agujero en el techo, por donde entraba también la hiedra. Un árbol, cuyas raíces habían levantado parte delos azulejos del suelo, se alzaba justo en el centro, como si en lugar del azar hubiera sido una fuerza deliberada la que hubiera plantado su semilla allí.

-Debería de haber una habitación de servicio en la planta baja -dijo el elfo, descartando las escaleras y dirigiéndose hacia la izquierda.

Mireah le siguió a través de una gran sala de estanterías caídas y libros estropeados por la humedad, el humo y el tiempo. Después pasaron a otra sala más pequeña cuya función la princesa no supo determinar y finalmente a una cocina muy amplia y tan sucia como el resto de la casa. Algunas ratas salieron a corriendo a su paso mientras Dhan abría la última puerta. Ésta daba a una pequeña habitación en la que aún aguantaban dos camas, una mesita y un armario.

Todo estaba cubierto por una no tan fina capa de polvo, pero al menos no parecía haber demasiadas alimañas y el techo estaba intacto.

-Y éste debe de ser el lugar más salubre...

El elfo se encogió de hombros y la princesa suspiró.

-Espera -le dijo y fue hasta el armario.

Una nube de polvo se levanto al abrirlo y le provocó un acceso de tos, pero el interior no estaba mal para llevar sesenta y siete años abandonado.

Con más energía de la que ella misma pensaba que le quedaba, buscó algunas sábanas no demasiado raídas del fondo y, después de sacudir los colchones lo mejor que pudo, cambió la ropa de cama.

-Trae -indicó a Dhan cuando hubo acabado, ayudándolo a dejar a Haze. La fiebre había regresado. La humana le acarició la frente con delicadeza sentándose en la cama-. Aquí podrás descansar -le prometió.

Suspiró, e iba a ponerse en pie de nuevo cuando Dhan la detuvo con un gesto.

-Descansa -le dijo.

-Hay que traer agua y buscar comida -protestó, no demasiado enérgicamente.

-Yo lo haré. Tú descansa.

Y Mireah no protestó más, no fuera a ser que Dhan cambiara de idea.

Cuando el elfo hubo salido, la joven se descalzó y se arrebujó en la cama, hecha un ovillo, junto a Haze. Acarició de nuevo su rostro y su pelo, preguntándose a donde habrían ido Jaron Yahir y Alania y si era la preocupación la que impedía que Dhan cayera redondo o si simplemente era tan fuerte como parecía, o aún más.

Luego pensó en Jaron y en Nawar y rezó para que el muchacho leyera y entendiera su mensaje.

-Ya veras cuando llegue Jaron -le dijo a Haze en un susurro, esbozando una sonrisa-. Va a odiar este lugar.

Y luego no añadió nada más, pues cayó profundamente dormida.

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