jueves, 29 de enero de 2009

Capítulo trigésimo tercero

Nawar podía sentir la sangre golpeándole furiosa en las sienes. Pronto la adrenalina le abandonaría y toda la energía que sentía en ese instante, la euforia y la sensación de invulnerabilidad, todo se vendría abajo. Miró a su alrededor, a sus compañeros, y lo que vio no le dio muchas esperanzas. Estaban cansados. Cansados y magullados y muy posiblemente derrotados. Pero si de algo tenía fama Nawar Ceorl era de testarudo y ni una docena de soldados mejor preparados iban a convencerle de que lo más sensato era rendirse.
Eso sí, necesitaban un plan B. Un plan B que fuera la madre de todos los planes B, y lo necesitaban ya.
Sonrió.
Si no salía bien iban a morir todos, pero al menos él se lo iba a pasar en grande por el camino.
-Entretenedlos -susurró a Dhan.
Y antes de que el pelirrojo pudiera siquiera preguntarle qué pretendía, Nawar se acercó al inconsciente Qiam y, sin mucho miramiento, lo puso en pie.
-Arriba, Excelencia, que nos vamos -y sin importarle mucho que Zealor siguiera aún aturdido, Nawar lo hizo avanzar, colocando un puñal en su cuello.
El mediano de los Yahir despertó del todo ante la amenaza mientras a su alrededor se alzaron murmullos y exclamaciones, tanto de lo soldados como de los civiles que se habían acercado a disfrutar del espectáculo.
-No empeores tu situación, Ceorl -le advirtió el Qiam entre dientes mientras él se acercaba a sus compañeros.
-No empeores tu la tuya -fue su respuesta mientras apretaba más su abrazo y acercaba el puñal a su nuez.
Algunos soldados que habían hecho intento de acercarse a ellos retrocedieron a un gesto suyo. Por el rabillo del ojo vio que Dhan no acababa de aprobar su estrategia, pero no iba a decir nada porque no tenía una idea mejor. Sin embargo, Mireah y Jaron parecían aliviados de no tener que pelear más.
-Ahora nos vamos a ir -dijo de cara a los soldados-. Nos vamos a ir y nadie va a seguirnos. Porque si os veo... Si os veo, os oigo o si tan siquiera os huelo, el Qiam morirá, ¿está claro?
-No iréis muy lejos -amenazó uno de los elfos con bastante más sentimiento que convicción.
-Tan lejos como yo lo desee, teniente.
Los soldados se tensaron y aferraron sus armas con más fuerza mientras el pueblo les increpaba e insultaba.
-Un paso en falso y estaréis todos muertos, Ceorl -masculló el Qiam con malicia, como si fuera él quien les tuviera prisioneros a ellos y no al revés-. Vosotros y los vuestros. Piensa en ello. Acabas de sacrificar todo lo que tienes por salvar a Haze.
Nawar apretó la mandíbula, tratando de ignorar sus palabras, pues era muy consciente de todo lo que había en juego y todo lo que podía perder. Todo lo que ya había perdido, de hecho, en los escasos minutos que había durado la refriega.
-Cerrad el círculo -dijo a sus compañeros en voz baja-, que no se acerquen.
Luego miró al elfo que había hablado a los ojos, pues dedujo que, caído el Qiam, suyo era el mando.
-Última advertencia -y la punta de su cuchillo hundió la carne del Qiam. No le cortó. No aún. Ese golpe de efecto prefería reservarlo para cuando las cosas estuvieran mal de veras.
El soldado bajó los ojos hacia su señor, posiblemente esperando órdenes. Nawar no pudo ver la señal de Zealor, pero supo que les era favorable cuando, a regañadientes, el teniente se apartó.
Y empezó a avanzar, sabiendo que sus compañeros le seguirían. No podía mirarles, no podía relajar su atención y permitir a Zealor un respiro. Si escapaba estarían muertos antes de poder reaccionar.
La multitud se fue abriendo a su paso mientras el teniente daba la orden de que se les dejara pasar. Muchos escupieron a su paso y aún más se acordaron de varias generaciones de sus familias, pero el miedo a causar perjuicio en el Qiam les garantizó paso franco fuera de la plaza.
Nawar se lamió los labios, tan secos como su garganta, mientras el miasma de gente se cerraba tras ellos y les veía alejarse.
-Cuando doblemos la esquina intentarán venir a por nosotros -informó Dhan-. Jaron debería ir preparando el arco.
El muchacho asintió, pero las manos le temblaban mientras preparaba una de sus flechas.
Eran apenas unos cien metros hasta que la plaza se perdiera de vista al doblar una esquina, pero aún les quedaba un buen trecho para salir del pueblo y (¡que los dioses les asistieran!) cruzar el bosque. Tarde o temprano alguien se iba a impacientar, o él iba a aflojar su presa en un descuido, o simplemente a Jaron se le iba a escapar una flecha en la dirección equivocada.
La verdad era que no había pensado su plan B hasta tan lejos.
-Deberíamos dividirnos en cuanto no nos vean -propuso.
-Y una mierda -fue la respuesta de Dhan.
-Ni hablar -dijo la princesa.
-Es vuestra última oportunidad y Ricitos de Oro lo sabe -opinó Zealor, divertido-. A todos no os encontrarán.
Nawar se tragó las ganas de callarlo de un puñetazo, al menos mientras aún estaban a la vista. No era momento de hacer ningún gesto hostil. Pero tomo buena nota mental para más adelante. La tranquilidad con la que había asumido su posición de rehén le ponía los pelos de punta.
-No tenemos tiempo para discutirlo -les recordó-. Lo importante es llevar a Haze a un lugar seguro. ¿O me equivoco, Dhan?
El pelirrojo gruñó, pero Nawar vio como su rostro se ensombrecía. Y eso confirmó las sospechas del joven. Dhan era el único que había tenido tiempo de comprobar el estado de Haze, y éste no era bueno. Nada bueno.
-No, no te equivocas.
Nawar sonrió sin ganas, echando una mirada por encima del hombro. Algunos soldados ya habían dado pasos en su dirección. Pocos de momento, pero tarde o temprano se envalentonarían.
-¿Cuando lo hago? Tú coge al muchacho y a la princesa y...
-No, yo me quedo contigo -le cortó Jaron-. No puedes pelear si llevas al Kiam contigo, ¿verdad? Dhan y Mireah pueden llevar a Haze con mi p... -el chico se calló un momento, tal vez porque se había dado cuenta de que Zealor estaba allí, escuchando atentamente. O tal vez simplemente porque reparó en que el cansancio casi le hace llamar “Padre” a Jaron Yahir-. Con el resto -concluyó.
Se detuvieron un momento al llegar a una esquina. La calle a la que daba era corta y finalizaba en dos caminos. En una carrera habrían llegado allí y entonces podrían dividirse.
-Si Jaron se queda, yo me quedo.
-No puedes. Tú tienes que estar con Haze -le recordó el medioelfo-. Te va a necesitar.
-Y a ti -La humana suspiró-. Está bien. Pero más os vale volver con vida.
Y entonces doblaron la esquina.
En unos segundos todo el mundo estaría corriendo tras ellos, al menos hasta que pudieran tenerlos a la vista otra vez, así que no tenían mucho tiempo más que perder.
Echaron a correr hacia el final de la calle, Nawar tirando del Qiam sin demasiados miramientos, obligándolo a seguir su marcha y a permanecer junto a él.
Dhan y Mireah doblaron la siguiente esquina hacia la derecha. En unos metros dejarían atrás las casas y llegarían al bosque, donde podrían esconderse y llegar hasta la Casa Secreta antes del amanecer.
Jaron y Nawar, y por supuesto el Qiam, tomaron la calle de la izquierda. Eso iba a implicar un rodeo bastante considerable en el improbable caso de que pudieran escapar. Pero el objetivo principal de la misión se habría cumplido y eso era al fin y al cabo lo que mejor sabía hacer.

4 comentarios:

El chache dijo...

Muy bueno, me ha encantado.
Un saludete

Mari Pueyo dijo...

^_^ Muchas gracias.

ordago13 dijo...

escribes genial¡¡¡

hala me toca leermelo todo¡¡


te invito:
republica libertaria de las tortugas

Mari Pueyo dijo...

Grácias, Órdago. En cuanto tenga un hueco me paso por tu república tortugil.