viernes, 10 de julio de 2009
Segunda parte, Capítulo décimo
En cuanto se quedó a solas con Haze decidió Nawar que era su oportunidad. Había demasiados cabos sueltos por atar y aunque en el fondo no cambiara nada tener todas las piezas, los rompecabezas inacabados siempre le habían dado mucha rabia.
-¿Estas bien? -Se interesó para romper el hielo.
Haze se encogió de hombros con una media sonrisa.
-He tenido días peores.
-Ya.
Se hizo de nuevo el silencio. El humor negro del que hacia gala Haze de vez en cuando no acababa de gustarle, le hacía sentir incómodo. Hablaba de todo lo que Yahir había pasado sin necesidad de decir nada. Invitaba a dejar de preguntar, a no ahondar más en ello.
Pero él necesitaba ahondar. ¡Al cuerno con el victimismo de Haze!
-No os lo he contado todo -confesó.
-Lo imaginaba -Haze miró hacia la puerta por donde se habían perdido la princesa y Hund y bajó un poco la voz-. ¿Que pasó realmente con Jaron?
Nawar hizo un mohín.
-Le dejé a solas con Zealor un momento, mientras reconocía el terreno. Creo que le contó algo, pero el chico no quiso decirme el qué.
-Hace para mi querido hermano -respondió, pensativo.
Nawar le miró, sin saber muy bien como abordar el tema. Al fin y al cabo, era la única pista que se le había escapado a Jaron y podía ser importante a la larga. O no importar en absoluto, la verdad. Tenía que admitir que esta vez se trataba más de un interés personal que táctico y si no aprovechaba el momento no sabía cuando iban a volver a quedarse a solas ni por cuanto tiempo iban a estarlo.
-Creo... -empezó, deteniéndose para carraspear. De repente tenía la garganta algo seca-. Creo que le contó al chico que tú estabas enamorado de Sarai.
Haze le miró sin mudar su expresión un ápice aunque de repente Nawar sintió la tensión en el ambiente. ¿O tal vez eran sólo imaginaciones suyas?
-¿Eso le dijo?
-Es posible que no fuera lo único que le contara, claro, pero, en fin, que Jaron habló de tus celos y... -calló, expectante.
-Ya veo -fue todo cuanto contestó, pero desvió la mirada hacia la puerta.
-¿Y bien?
-¿Y bien qué?
-¿Es verdad?
-¿Tanto importa?
Una evasiva.
Demonios. Entonces era verdad.
Explicaba algunas cosas, sobretodo respecto a Jaron Yahir y su relación con su hermano pequeño. En realidad hubiera preferido que fuera una mentira del Qiam para confundir al chico, le hubiese hecho sentir mejor.
-¿Y Mireah?
-¿Que pasa con ella? -Haze frunció el ceño. Bueno, eso al menos era una reacción.
Nawar suspiró.
-No es justo que...
La puerta se abrió tras ellos y Nawar se interrumpió, pero le lanzó a Haze una mirada que pretendía querer decir: "ya hablaremos". El elfo le dedicó un gesto hosco y luego se puso en pie, yendo a ayudar a Mireah y a Dhan con lo que cargaban. Cogió uno de los fardos y se lo cargó a la espalda. Se le escapó un gesto de dolor, a lo que la princesa, como era previsible, protestó.
-Aún no estás recuperado -le recordó, tendiendo las manos hacia él-. Anda, dame eso -se ofreció, solícita.
Haze reaccionó apartándose de ella malhumorado, el fardo aún en su espalda.
-Déjalo ya, no estoy tullido.
Y mientras el elfo abandonaba la cocina en dirección a la biblioteca y, en algún momento, el exterior, Mireah, dolida, se volvió hacia Nawar con una mirada que hubiera podido helar el sol.
-¿Qué le has dicho?
-¿Yo? ¡Nada! -Mintió. A ella menos que a nadie podía confesarle de qué habían estado hablado, no al menos de momento.
La humana le sostuvo la mirada un momento y luego, airada, fue tras Haze, llamándolo por su nombre. Nawar se dio cuenta que muy probablemente acabara de perder definitivamente la simpatía de la joven. Y era una lástima pues la respetaba de veras.
Suspiró cansado y aceptó la mano que le ofrecía Hund para ponerse en pie.
-¿Tú no estas enfadado conmigo? -Preguntó con sorna.
-No. Sé cuan difíciles pueden resultar los Yahir -dijo, pasándole el fardo restante. Aturdido, Nawar lo cargó antes siquiera de darse cuenta de lo que hacía-. Aunque admito que siento una cierta curiosidad. Es la primera vez que veo a Haze malhumorado.
El joven gruñó, afianzando el saco.
-Hay una primera vez para todo, dicen.
Hund respondió con una risa y un manotazo en su hombro que casi lo desestabiliza. Luego ambos elfos se encaminaron hacia el exterior, siguiendo a la humana que a su vez había seguido a Yahir.
Nawar esperaba encontrarlos sumidos en un incómodo silencio de miradas furtivas, o tal vez muy cerca el uno del otro, cuchicheando disculpas, reconciliándose. Sin embargo, los encontraron fuera, tensos y callados, mirando hacia el frente.
-¿Qué...?
Nawar siguió su mirada y vio los jinetes no tan lejos. Quinientos metros, tal vez un poco menos. Las altas hierbas del jardín impedían que estos les vieran, pero era cuestión de minutos.
-Zealor-dijo Haze.
Todos supieron que era verdad. ¿Quién si no iba a llevar consigo un ejército hasta Fasqaid? Y eso quería decir que tenían apenas unos minutos para pensar en algo.
Nawar paseó la mirada rápido por el lugar mientras por su boca salía una larga perorata de improperios. No había bosques alrededor y el lago e inmediaciones no ofrecían ningún tipo de protección. No podían haber elegido peor lugar para ocultarse. Nada, allí no había nada. Se le antojó que era una forma de lo más estúpida de morir, en las ruinas señoriales de los Yahir, atrapados como ratas en un hermoso y privilegiado paraje sin árboles ni rocas.
¡Maldición, maldición, maldición!
Más le valía a Faris apreciar su esfuerzo si salían de esta.
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