lunes, 23 de agosto de 2010
tercera parte, capítulo decimooctavo
No había incompetentes entre los hombres del Qiam. Zealor yahir en persona los había elegido, uno a uno, y había probado sus capacidades hasta convecerse de que podía confiar en ellos. Sólo un idiota se rodearía de gente en la que no puede confiar, y el Qiam no era idiota. Por supuesto, no todos ellos estaban al corriente de los planes de Su Señoría, pero sabían lo suficiente para reaccionar con rapidez y que la sorpresa no pudiera hacerles perder tiempo.
Por eso los hombres apostados en Leahpenn partieron hacia La Capital antes que los miembros de la Guardia Real sin entretenerse a interrogar al prisionero. Y por eso el Capitán de la Guardia de Su Señoría se vistió apenas lo justo para no faltar a la decencia y se encaminó a los aposentos del Qiam tras dar las órdenes pertinente para impedir que las noticias llegaran antes al príncipe Faris que a su señor.
No es que le fuera a servir de mucho al Qiam. Pero como él mismo siempre decía, la diferencia entre la victoria y la derrota se encontraba en ir por delante de tus adversarios, aunque fuera un sólo paso.
Aunque no sabía muy bien cómo iba a reaccionar el Qiam cuando lo supiera. El Capitán apenas sí podía creerlo. Jaron Yahir... ¡vivo! Y no sólo eso , si no que por algún motivo conocía los planes del ejército humano. Eso no iba a traer nada bueno.
Se detuvo unos segundos antes de golpear la puerta de su señor con los nudillos ante la mirada inquisitiva de uno de sus subordinados. Era uno de los muchachos muevos y por tanto formaba parte del grupo más desinformado. Pero algo para lo que sí estaban entrenados a pesar d ela falta de información era a no preguntar y no inmiscuirse, así que a pesar de su más que evidente curiosidad el elfo no preguntó a su Capitán mientras repetía la llamada una segunda vez.
Esta vez hubo respuesta en el interior. Un gruñido ahogado mientras Su Señoría se desperezaba. Decidió interpretarlo como una invitación para entrar.
Cuando abrió la puerta y entró, iluminando la estancia con su candelabro, encontró al Qiam sentado en la cama. Sus normamelmente fríos ojos, que raramente traicionaban sus pensamientos, le miraban ahora con una mezcla de enfado y creciente curiosidad.
Para cuando el Capitán había dejado el candelabro sobre la mesa Zealor Yahir ya estaba en pie, colocándose una bata sobre los hombros.
-No me digas que los humanos han atacado ya -dijo antes de lavarse la cara con agua de la jofaina para despejarse.
-No, mi señor. Hasta donde sabemos los humanso están siguiendo el plan según lo previsto.
-¿Entonces? -Sus ojos brillaron divertidos un momento mientras esbozaba una sonrisa-. ¿Habéis encontrado a Haze? Para eso valdría la pena levantarse.
-Tampoco, Señoría. Alguien ha daod la alarma en Leahpenn.
-¿La alarma?
El capitán se apresuró en informar a su señor de todo lo que había ocurrido en Leahpenn: el aspecto del elfo, las noticias qeu decía traer y, sobretodo, quien afirmaba ser.
Y por primera vez desde que lo conociera el Qiam dio muestras de auténtica sorpresa. Se sentó de nuevo en la cama mientras se pasaba una mano por el pelo deshaciendo la cola en que lo sujetaba para dormir.
-¿Jaron? -Palmeó sus muslos sonoramente un par de veces mientras parecía pensar-. ¿Y dices que su rostro estaba quemado? ¡Por supuesto que estaba quemado! Aún recuerdo como gritaba cuando ardió.
-Entonces ¿creéis que es él de verdad?
-¡Sin duda! Lo sabía. Lo sabía -Repitió el gesto de palmearse los muslos mientras parecía hablar para sí. Finalmente le mostró una sonrisa no exempta de cinismo-. ¿Que tendrá esta familia mía que no quiere permanecer muerta?
-Y parece saber del ejercito humano, señor.
-Sí, eso es lo que no entiendo... -Se puso en pie de nuevo y caminó hasta el armario-. Pero pronto saldremos de dudas. No tiene porqué cambiar nada -y mientras empezaba a dar órdenes, se iba vistiendo-. Que lo traigan a mí directamente. Nada debe romper el Luto real, y menos un loco fingiendo ser mi queridísimo hermano mayor. Y traédme a Faris. Le informaremos de lo que dice Jaron. Si cuando lleguen los humanso la gente va diciendo por ahí que le oculté información al Príncipe no solucionaremos nada. Sigo controlando el Luto. Ahora mismo mi autoridad sigue siendo mayor que la de ese mocoso. No tiene porqué cambiar nada -repitió.
-¿Algo más, mi señor?
-Sí, que evacuen Leahpenn, pero que traigan a sus habitantes hacia el castillo. Cuanto menos se pueda chismorrear por los pueblos, mejor.
-Sí, señor.
El capitán iba a salir cuando la voz de su señor le detuvo de nuevo.
-Oh, y, Capitán. Entiendo porqué has tenido que despertarme en mitad d ela noche dada la gravedad delas noticias, pero la próxima vez, procura que las órdenes ya hayan sido dadas antes de molestarme o será la última. Al fin y al cabo, no te pago para hacer yo tu trabajo.
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