Jaron Yahir se había acercado a Leahpenn movido por su consciencia a pesar de que incluso él mismo había llegado a creer que esta ya no existía.
Tras dejar a Layla en un lugar seguro había emprendido su camino sin saber muy bien a dónde ir ni cómo iba a mantenerse oculto sin ayuda esta vez cuando se había dado cuenta de que muy pposiblemente la hija de Dhan ya habría tenido tiempo de llegar a Fasqaid y ver que no había nadie allí. Lo lógico en un caso como ese hubiera sido regresar a casa, donde descubriría que su madre también se había fugado.
Furioso con Layla por haber sido tan incosnciente como para dejar a semejante mocosa sola, y con Dhan por haber sido tan idiota como para arriesgarlo todo por Haze, Jaron se descubrió a sí mismo camino a Leahpenn. La niña le odiaba y el sentimiento era mutuo, pero era la hija de Dhan y Dhan era el único amigo de verdad que jamás había tenido. Además, no podía permitir que Zealor diera con ella.
Las campanadas indicando la muerte del rey le había pillado de camino, pero no se había detenido a llorar al viejo monarca como sin duda estaba haciendo la Nación entera. En realidad era una casualidad favorable por una vez. Con la Nación abstraída por el Luto la búsqueda de los traidores quedaría paralizada por un día o dos.
Hacía años que no pisaba el lugar, pero no tuvo ninguna dificultad para orientarse a la ténue luz de la mañana que nacía. Se había echado la capucha sobre la cabeza a pesar de no tener miedo a ser reconocido. ¿Quién iba a hacerlo? Pero alguien como él podía llamar la atención y levantar suspicacias y cuanto menos gente pudiera recordar su paso por la ciudad, tanto mejor.
Pero no había rastro de Alania. O bien la mocosa era más lista de lo que parecía a simple vista o los hombres del Qiam ya habían dado con ella. Al fin y al cabo, no habían tenido reparos en allanar el caserío de su amigo y destruir su propiedad. Que Alania fuera una niña no iba a detenerles. Pero pronto se dio cuenta de que no debían de haberla capturado todavía, pues vio ir y venir a un par de elfos que a pesar de no ir vestidos con las ropas de la guardia del Qiam era más que evidente que mantenían la casa vigilada. O Zealor se estaba volviendo torpe con los años o era demasiado engreido como para temer a ningún enemigo.
Desde su escondite estuvo vigilando la casa y sus alrededores sin más variaciones que un sutil cambio de guardia por parte de los sabuesos de su hermano hasta que la tarde murió. Fue entonces cuando los vio llegar y apenas podía creerse que fueran tan idiotas como para acercarse de ese modo a la casa.
El engendro y la princesa humana se detuvieron en un callejón a discutir. Jaron les escuchó hablar con creciente interés mientras nombraban a su Alteza el príncipe Faris y hablaban de un ejercito humano que estaba en camino.
¿En qué se habían metido? ¿Podía ser ese el motivo de la dejadez de Zealor?
Así que para salir de dudas y para evitar que el mocoso hiciese la énesima estúpidez del mes, salió de su escondite y les hizo saber que estaba allí.
-¿Qué haces aquí? -El tono del medioelfo era acusador lo cual le hizo una cierta gracia. Como si el muchacho esperara algo de él...
-¿Yo? ¿Que hacéis vosotros, par de idiotas, aquí y que es eso de que los humanos van a atacar Leahpenn?