jueves, 28 de agosto de 2008
Capítulo Undécimo
Jaron empezaba a arrepentirse de haber seguido el consejo de Alania. No sólo estaba harto de hacer todo lo que ella decía sino que además tenía la sensación de que se habían perdido. Hacía dos días que habían dejado la casa de Dhan Hund para ir a buscar a aquel hombre de las manos quemadas y aún no habían llegado a ningún sitio. Pero la vez que se le había ocurrido comentarlo la muchacha se había ofendido tanto que no le había hablado en medio día, así que prefería seguirla en silencio. Por el momento Alania era la única persona que le quedaba después de la marcha de Myreah.
Cuanto más pensaba en ello, más traicionado se sentía.
¿Por qué no había podido quedarse a su lado? ¿Qué tenía de malo su gente? Alania le había dicho que no tenía derecho a recriminarle nada a Myreah, que si se había enfadado con ella había sido más por celos que por otra cosa y que era un crío. ¿Un crío? ¿Y ella que sabía? Él no estaba celoso de nadie, y menos de su tío. Era sólo que... que él la había conocido primero. Además, él era su pariente, ¿no? Podía perfectamente haberse quedado con él y ayudarlo. Pero no, tenía que volver con los suyos. Pues que volviera, a él le importaba un comino lo que hiciera de ahora en adelante.
Alania, deteniéndose de repente, lo sacó de su ensimismamiento.
-Mira, es ahí –dijo, señalando con un dedo una especie de cabaña no muy bien camuflada entre la maleza.
Jaron tragó saliva. Ahí podía estar su padre, Jaron Yahir. Sintió como el corazón se le aceleraba sin poder hacer nada para evitarlo. Su padre... Cuántas veces lo había imaginado en esos sesenta y siete años... ¿Se parecería a él o más bien a su tío? ¿Tendría la sonrisa amable que él siempre había imaginado y la mirada tan llena de fuerza y valor como él había creído siempre que sería? De repente tuvo miedo. ¿Y si Alania se equivocaba? ¿Y si no era su padre quien vivía ahí? Sus pasos se detuvieron y se sintió incapaz de dar un paso más. Fue Alania quién, tomándolo del brazo, lo obligó a avanzar hasta la puerta de la cabaña.
-¡Vamos! ¿A qué esperas?
Jaron tomó aire varias veces antes de atreverse a llamar. Hubo unos terribles segundos de silencio antes de que la puerta se abriera. Una figura encapuchada abrió, sus manos aparecían quemadas a través de sus mangas.
-¿Quién sois? –Preguntó. Su tono indicó al muchacho que, quienquiera que fuera, no estaba muy acostumbrado a recibir visitas y le gustaba que fuera así.
Jaron abrió la boca para hablar, pero ningún sonido salió de ella. Se dio cuenta de que temblaba y pensó en lo estúpido que debía parecer, allí plantado, con la boca abierta y temblando como un bobo. Pero no podía hacer nada para solucionarlo, temblaba sin poderlo evitar. De nuevo, tuvo que ser Alania quien tomara la iniciativa.
-Esa misma pregunta es la que nosotros venimos a hacerle, señor.
-¿Cómo que no estaban?
-Pues eso, Yahir, que el chaval se había largado y ese tal Hund no sabía dónde podía estar.
Haze miró a Nawar preguntándose si realmente le era tan indiferente como parecía. Y ese Jaron... Tendría que haber supuesto que iba a hacer algo así, parecía suficientemente cabezota. Por no decir estúpido.
-¿Y Myreah?
-¿Te refieres a la humana? Hund dijo que se había ido antes, por su cuenta, que quería regresar entre los suyos o algo así. El mismo día en que él regresó.
-Por su cuenta... Y eso que le dije que cuidara de ellos. ¡Maldito Dhan Hund! Nunca debía haberlos dejado solos.
-Vamos, Yahir, ¿te vas a culpar por lo que hayan hecho en tu ausencia?
-¿Y de quién es la culpa, si no?
-¿De Hund? Recuerda que los dejó para ir a ve-a-saber-dónde.
-Los dejó... Cierto. ¿Dónde iría?
-¿Crees que tiene importancia?
-Puede ser. Tal vez ya tenía planeado ese viaje antes de mi llegada, o tal vez... ¿por qué salir precipitadamente justo después de saber que aún sigo vivo?
-¿Insinúas que fue a ver a alguien a quien podía interesar esa información? Pero, ¿a quién? –Nawar se puso en pie y, tras ajustarse bien la capa y lanzarle a Haze la suya, dijo-. Propongo que vayamos a Leahpenn y lo averigüemos.
-¿A Leahpenn?
-Sí, Yahir, a Leahpenn. Y no pongas esa cara de “no quiero meterte en problemas” porque no puedes enmendar lo que ya está hecho. Ya estoy en problemas.
Haze no replicó, se limitó a ceñirse la capa y a seguir al joven Ceorl. En el fondo era agradable saber que no estaba solo en medio de ese berenjenal.
Si alguien le hubiese dicho a Dhan Hund que iba a alegrarse de ver a Haze Yahir probablemente les hubiese partido la cara ahí mismo. Pero se alegraba. No enormemente, puesto que su hija había desaparecido probablemente por culpa suya, pero se alegraba al fin y al cabo. Cuando el elfo y su joven compañero llegaron a su casa esa noche, les invitó a pasar. Iba a ser más fácil dar con el medioelfo si eran tres.
-No voy a preguntarte como fue porque dudo que lo sepas –fue lo primero que dijo Yahir al tomar asiento.
-Tienes razón, no lo sé. Sólo sé que fui a llevar a la humana a algún camino seguro y que, cuando regresé, tu maldito sobrino y mi hija ya no estaban.
Haze Yahir se tomó un tiempo antes de continuar.
-Dice Nawar que no sabes a dónde fueron.
-¡Claro que no lo sé! ¿Crees que estaría aquí de brazos cruzados si lo supiera?
-Por supuesto que no, Hund. ¿Tampoco sabes qué ha sido de Myreah?
-Si ha seguido mis consejos debe de estar a salvo en algún lugar, entre su gente.
De nuevo Yahir hizo silencio. Por un momento, Dhan creyó que el joven iba a reprenderle o algo así, pero cuando continuó hablando su tono seguía siendo el de siempre.
-Hay algo que necesito saber, Hund, ¿y tú? ¿Adónde fuiste tú?
-¿Yo?
-Sí, tú. Te conozco poco, pero sé suficiente de ti como para saber que no hubieses dejado solo a aquel par si no hubiese sido por algo importante. ¿Qué?
-No es de tu incumbencia.
-Claro que lo es. Se trata de mi hermano, ¿verdad? Fuiste a verle a él.
Dhan Hund iba a defenderse cuando el joven que se había presentado como Nawar Ceorl se le adelantó, tomándolo por el cuello de la camisa.
-¿Le denunciaste al Qiam?
-Tranquilo, Nawar –Haze obligó al joven a apartarse, lo que en el fondo le salvó de la ira de Dhan, que iba acumulándose poco a poco-, no es de ese hermano del que hablo.
-Entonces... ¿Insinuas que Jaron Yahir...?
-Sandeces –Dhan se arregló la camisa con un gesto nervioso. No se le ocurría qué más decir, nunca había sido muy imaginativo. Era por eso que su hija siempre decía que no sabía mentir.
-Fuiste a ver a Jaron... Por supuesto, ¿a quién, si no? –Una sonrisa se dibujó en el rostro del joven Yahir, una sonrisa mezcla de sorpresa y alivio- Mi hermano está vivo. ¿Lo sabe Zealor? No, claro que no. Menuda estupidez –Haze parecía no salir de su asombro-. Vivo... ¡Vivo! ¿Do... Dónde ha estado todo este tiempo? ¿Oculto?
Hund gruñó como respuesta. Le hubiese gustado poder decir algo como: “Estas como una cabra, Yahir”, pero temía abrir la boca y decir algo indebido. Así que optó por callar. Haze Yahir seguía demasiado anonadado como para notar su incomodidad, pero no Nawar Ceorl. El joven, al cual la sorpresa inicial parecía haber abandonado ya, sonrió de un modo extraño y dijo:
-Esto cada vez es más interesante. Y bien, Hund, ¿cuándo vas a llevarnos hasta él?
-¿Hasta él? ¿Estas tan loco como Yahir? Jaron murió hace sesenta y siete años.
-Sí, hombre, sí. ¿Ya has pensado en que, si nosotros hemos sabido atar cabos, tu hija y su sobrino pueden haberlo hecho también?
-Imposible.
-¿Seguro? Si yo, que no te conozco en absoluto, puedo darme cuenta de que mientes, imagina tu hija.
Hund vio a dónde quería llegar el joven, pero era tan absurdo... Aunque su hija hubiese imaginado que mentía... ¿cómo iba a saber dónde buscar? A no ser... A no ser que le hubiese seguido. Pero... si el muchacho se presentaba en aquella cabaña solo...
-De acuerdo, os llevaré hasta allí. Pero sólo porque quiero dar con mi hija.
La sonrisa triunfal de Ceorl no gustó a Dhan. Ese joven parecía demasiado interesado en dar con Jaron. De todos modos ya había dicho que lo haría, así que se puso en pie. Ceorl iba a secundarle cuando Haze Yahir habló:
-Yo no voy.
-¿Qué? –Ceorl se volvió hacia él.
-Que no voy. Mi hermano no debe querer saber nada de mí. Además, alguien ha de buscar a Myreah.
-¿A la Humana? ¿Para qué?
-¿Cómo que para qué? Para que no la maten. Tanto si el Qiam da con ella como si lo hace su padre, no va a ser un trago agradable. Y me gustaría evitárselo.
-¿Y el chico?
-Confío en ti, Nawar. ¿Querías ayudarme? Pues ya tienes el modo. Tal vez cuando haya dado con Myreah, me reúna con vosotros.
-¿Quieres entonces que te diga como llegar, Yahir?
-Si te fías de este traidor...
Y Dhan Hund se sorprendió a sí mismo confiando en Haze Yahir como su hermano lo había hecho sesenta y siete años atrás. Sólo esperaba que esta vez el resultado fuese distinto.
La tarde moría para cuando Jaron dejó de caminar. El medioelfo se detuvo de repente, tan de repente que Alania casi choca contra él. Y ahí se quedó. La muchacha esperaba que se sentara, que se volviera, o hablara, o llorara... que hiciera algo. Pero no. Sólo se quedó ahí, de pie, mirando a la nada oculta entre los árboles. Debía de haber sido un golpe muy duro. Había andado sin rumbo todo el día. La elfa estiró el brazo para tocar su hombro. Tal vez ahora sí se dejara confortar.
Jaron se apartó al instante.
-Jaron...
-¿Por qué no vuelves a tu casa? –Su voz estaba tan cargada de amargura...
-No volveré sin ti.
El medioelfo se volvió, pero no la miró a los ojos.
-¿Qué más te da lo que yo haga? ¿Qué le importa a nadie?
-No digas eso, medioelfo. A mí me importa.
Jaron gruñó algo, pero no dijo nada más, nada inteligible al menos. Se limitó a dejarse caer al suelo, hundiendo la cabeza entre las manos. Alania se sentó junto a él en silencio. Le hubiese gustado decirle tantas cosas... Pero no sabía cómo. Sólo sabía que no le importaba cuanta gente le diese la espalda, ella siempre iba a estar a su lado. Pero ¿cómo hacérselo entender?
-Alania –susurró Jaron-, olvida lo que he dicho, por favor. No quiero quedarme solo. Tengo tanto miedo...
-No te preocupes, no sé qué es lo que has dicho antes.
-¿Crees que...? ¿Crees que es verdad todo lo que me dijo?
-No seas ridículo.
-Pero...
-Mira, medioelfo, si tu no hubieses nacido yo no te habría conocido, ¿no? Y no se me ocurre nada peor en estos momentos que no haberte conocido nunca.
Alania se dio cuenta, demasiado tarde, de lo que había dicho. Ella y su maldita manía de hablar sin pensar. Quiso morirse cuando Jaron levantó la mirada, sorprendido, y la clavó en sus ojos azules. Ahora se iba a reír de ella, seguro.
-¿Sabes, Alania? Creo que eso es lo más bonito que nadie me ha dicho nunca.
-Yo... Mira, Jaron...
Y antes de que pudiese decir nada más, el medioelfo se abrazó a su cintura, ocultando su cabeza en el regazo de la muchacha.
Y mientras Jaron se desahogaba sobre su regazo, Alania no pudo más que pensar en lo afortunada que se sentía al poderlo tener así y se preguntó si eso que le inundaba el pecho debía ser lo que llamaban “enamorarse”.
Nawar no dejaba de repetirse que eso era lo que él y su señor habían estado esperando durante tanto tiempo, pero eso no era suficiente para dejar de pensar en lo mucho que estaba caminando últimamente. De la capital a Leahpenn y de Leahpenn a la capital, sólo para estar de vuelta a las pocas horas, y ahora eso. Ese Hund lo estaba llevando hacia Dios-sabía-dónde a un paso realmente acelerado.
No se detuvieron hasta bien entrada la noche. Sólo la débil luz que se escapaba a través de una raída cortina indicaba que en aquel lugar había alguien, alguien que por lo visto tenía cosas mejores que hacer que dormir. ¿Así que ahí estaba Jaron Yahir? Pues vaya un lugar dónde esconderse. Iba a tener que convencerle de algún modo de que saliera de ahí, no se imaginaba a su señor recorriendo todo ese camino para entrar en un cuchitril como ése.
Dhan Hund no se molestó en llamar antes de entrar. El elfo abrió la puerta y se introdujo en su interior seguido de Nawar, que no pensaba quedarse fuera con el frío endemoniado que hacía.
El elfo que había sentado a la mesa no tardó en ponerse en pie, volviéndose hacia sus visitantes. Nawar sintió un escalofrío al reconocer en las partes no quemadas de su rostro al otrora apuesto Yahir. Sus ojos violeta se posaron con nerviosismo en él para luego dirigirse hacia Hund.
-¿Quién es?
-Un amigo –se apresuró a decir el pelirrojo elfo-. Puedes confiar en él.
-Sabes que ya no confío en nadie. ¿Y se puede saber qué haces aquí a estas horas?
-¿No lo sabes, Yahir? –Nawar tomó asiento sin que nadie le diese permiso, estaba exhausto y no pensaba quedarse de pie por más tiempo.
Jaron le miró con el ceño fruncido y luego se sentó él también. No respondió a su pregunta.
-¿Han estado aquí? –Probó Dhan.
-¿Quiénes?
-Claro que han estado aquí, Hund. Yahir no hubiese estado despierto de no haber recibido hoy una visita tan inquietante –Nawar se recostó en la silla a la vez que se arrebujaba en su capa-. La pregunta es, Yahir, ¿por qué ya no están aquí?
-Se largaron por dónde nunca deberían haber venido –Yahir volvió el rostro para no tener que mirar a Hund-. Sí, Dhan, estuvieron aquí. Pero ya no están.
-Pero, ¿por qué?
-Porque eché a patadas a ese maldito muchacho –los ojos de Yahir brillaron un momento.
-¡Mierda! ¿A santo de qué? –Nawar casi se cae de la silla a causa de la sorpresa.
-Pretendía llamarme padre, ¡a mí! ¿Entiendes lo que he sentido al ver en su cuello el colgante que le regalé a Sarai? –Jaron Yahir se llevó las manos a la cara-. Siempre me escudé en la esperanza de que el hijo de Sarai fuese mi hijo. Ha sido como ver la peor de mis pesadillas hecha realidad.
-Jaron, que se le parezca no quiere decir que...
-¿No quiere decir qué? ¿Acaso puedes entender cómo me siento? Tu le has visto, ¡demonios! ¿Crees que es fácil para mí? Si fuese de cualquier otro sería distinto, lo aceptaría. Pero no puedo aceptar como si nada al hijo de mi hermano. Es demasiado.
-Un momento, un momento, un momento –Nawar se puso en pie mientras gesticulaba y hablaba mucho más aprisa de lo que lo había hecho nunca-. ¿El hijo de tu...? ¿De qué demonios hablas?
Jaron Yahir clavó en Nawar sus ojos violeta.
-No tienes muy bien informado a tu amigo, Dhan –dijo, mirando al elfo de reojo.
-No, no estoy nada informado. Y no soy su amigo, sólo estoy aquí por mis tíos.
“Y por mi señor”, pensó. Pero eso era algo que no podían saber, al menos de momento.
-¿Por tus tíos? Alguien debería explicarme qué demonios pasa aquí –Jaron se puso en pie y se acercó al fuego, dónde hacía rato que hervía un poco de agua-, ¿no creéis?
-Eso digo yo –le secundó Nawar-. ¿Vas a hacer té o ese agua es para tu colada? Con el frío que hace me vendría muy bien un té.
Yahir se volvió esbozando una mueca que bien podía ser una sonrisa o un mohín de reprobación.
-¡Demonios! Aún no sé tu nombre y ya me caes gordo.
El indescifrable gesto de su malogrado rostro no ayudó a Nawar a saber si Jaron bromeaba o no.
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